Concierto Pepa Niebla & Ricky Vivar — Madrid — 23/10/2010

Se presentaba una noche llena de propuestas. Por un lado, en la Cubierta de Leganés Bustamante, Merche, Carlos Baute y Juan Luis Guerra (entre otros) ofrecían un macroconcierto de “Lo mejor de aquí y de allí”. Por otro lado, el Madrid jugaba en casa y estaba apabullando al Racing de Santander y, por el otro, había cientos de conciertos por las salas de Madrid esa noche.
Mucho para elegir, mucho con lo que perderse pero, con un brillo que resaltaba sobre todo lo demás, estaban Pepa Niebla y Ricky Vivar deseosos de llenar nuestros oídos de buen jazz. Así que, llamados por su buen hacer, por “probar” ritmos nuevos y por el encanto del sitio elegido para la presentación; la Cafetería del Teatro de Madrid, nos acercamos allí con la certeza de que habíamos elegido bien.

Con la hora pegada a los talones (como suele ser habitual) llegar al lugar fue sencillo y, a la vez, sorprendente (en una sorpresa agradable). Marta, una de las culpables de que yo estuviese allí esa noche y de que Pepa y Ricky llevasen dos o tres días sin parar un minuto, me comentaba con ese acento andaluz que la caracteriza: “faltan entradas Toñy, está todo vendido y la gente va a quedarse fuera, vamos a ver qué podemos hacer“.
Dejando atrás la esperanza de quienes se aventuraron a comprar la entrada en taquilla y a Marta, esa manager que no es manager pero que se entrega como tal por aquellos en los que cree, me adentré en el Teatro y, posteriormente, en la cafetería.

Por allí andaba Paco Ortega, el “culpable” de citarnos allí esa noche, charlando con unos, atento a otros y pendiente de lo que pasara al final en la puerta y con el aforo. Delicatessem, sin duda, un título idóneo para lo que vendría después y, por qué no, para el lugar también. Sobre el escenario una simple silla plegable, un taburete y dos micrófonos a la espera de llenarse de música, de buena música.

Algo más tarde de la hora prevista (después de los problemas de logística y de que hubiese gente que se volvió a su casa por aforo completo) Pepa y Ricky salían al escenario con un brillo intenso en los ojos, la sonrisa pintada en la boca y, aún sin ser capaces de verlas, las mariposas bailoteando en su estómago. Lo difícil ya estaba hecho… Completaron aforo, he incluso hubiesen llenado una sala más grande pero la próxima vez será. Ahora sólo quedaba dejarse llevar por la dulzura de Pepa y la maestría de Ricky.

Si algo vimos en ese concierto, por encima de todo, fue la sencillez de los dos. Personas cercanas como cualquier hijo de vecino, con la única diferencia de que Pepa tiene un tesoro en su garganta que vigila y acentúa su dulce y nervioso corazón y, por otro lado, Ricky tiene los nervios templados en los dedos y una virtud, la de tocar la guitarra como quiere. Es un lujo perderse e incluso “marearse” intentando seguir esos dedos que, frenéticos y virtuosos, hacen que la guitarra suene bien no… lo siguiente.
Tras unos minutos que bautizamos como “unplugged“, por eso de que los micros no estaban enchufados… unos minutos que, por cierto, sirvieron para romper el hielo, para unas risas y para que Pepa nos mostrase los amuletos que le habían entregado para esa noche… la voz comenzó a salir por los altavoces y, tras un agradecimiento emocionado a todos los que allí estábamos, comenzó la música.

Un viaje en el tiempo a lomos del mejor jazz. Un regreso al pasado y a canciones como Imagination, My Old Flame, Beautiful Love, Days of Wine and Roses… Canciones del mejor jazz de los años 30 y algunas pinceladas de los 50, reinterpretadas por Pepa y Ricky, un día cualquiera del año 2010, como para poner los pelos como escarpias a cualquiera.
Fue un placer dejar que las emociones de Ricky a la guitarra y de Pepa tras el micro llenasen nuestros oídos con delicadeza, emoción y entrega. Para quienes gusten de tecnicismos les diré que todo sonó a la perfección, el sonido envolvía cada uno de los rincones de la sala en perfecta armonía.

Dos maestros, dos artistas cuya admiración mutua y perpetua quedó patente en todo momento. Destacable fue (para mí al menos) el par de ocasiones en las que Pepa hizo mutis por el foro apartándose en un rincón del escenario mientras Ricky hacía sonar su guitarra y emocionaba a propios y extraños. Era una gozada descubrir la cara de admiración y respeto de Pepa hacia Ricky mientras esto sucedía.
Un tándem perfecto que sorprendió y enamoró a quienes no les conocían y que les reafirmó ante quienes sabíamos de su arte y su buen hacer. Hubo un tiempo para un bis que se hizo corto, hubiésemos deseado echar el tiempo atrás y que todo volviese a empezar una y otra vez para seguir disfrutando de ellos y con ellos.

Llegó la hora de volver al presente y regresar a casa con el buen sabor de boca de un gran concierto pero, antes de poner la palabra fin a esta cuenta-crónica, dejadme felicitar a un pescador de estrellas: Paco Ortega que, en las sombras, sin dejarse notar, disfrutó como un “enano” con estos dos fenómenos, a sabiendas de que, aún siendo el descubridor y el culpable de lo que allí estaba pasando esa noche, lo importante estaba sobre el escenario. Por eso uno de mis aplausos fue y es para él, por regalarnos esa noche, por pescar estrellas y por seguir creyendo en la música.

Y aquí acaba el relato de esa noche en la que Pepa y Ricky brillaron con luz propia e hicieron soñar, emocionarse e, incluso, viajar en el tiempo, a los afortunados que tuvimos el placer de disfrutarlo.
Ahora sólo queda esperar que esto se repita más asiduamente, en Londres, en Málaga, en Cádiz, en Madrid, en Barcelona, etc., donde sea allí estaremos por el simple placer de disfrutar con ellos, de dejarnos llevar por Pepa Niebla & Ricky Vivar.


Texto y Fotos: Toñy Espada

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