En casi un cuarto de siglo asistiendo a actuaciones en directo he visto de todo. Pero nada parecido a lo que vi en el concierto de The Quireboys que en todos los aspectos fue un concierto para no olvidar. Y es que los individuos que asisten a los conciertos para “reventar” el espectáculo, sobran en éste y en cualquier tipo de eventos. Sucedió que un títere ebrio de alcohol que no de ganas de pasarlo bien como el resto de los asistentes, increpó a un servidor que disfrutaba como nunca de la actuación de los británicos. Desde el escenario unos atentos Paul Guerin y Nigel Mogg, guitarrista y bajista respectivamente, se dieron cuenta del incidente y decidieron acudir en mi ayuda invitando a aquel borracho a deponer su actitud terminando así con el altercado para que no fuera a mayores. Este hecho casual demuestra la calidad humana de los dos músicos. Pero no demos más protagonismo a los peleles que extorsionan los eventos y centrémonos en el espectáculo que es realmente lo que importa.
A las once menos cuarto unos esperadísimos The Quireboys salían al escenario de una sala El Sol a rebosar para defender la reputación que tienen en directo. Y no solo la mantuvieron sino que la elevaron un peldaño más. Comenzaron con una animadísima “Don´t Bite The Hand” de su segundo disco “Bitter, Sweet And Twisted“, 1993, para seguir descargando adrenalina con “The Finer Stuff“, de su disco “Well Oiled“, 2004, y continuar con una preciosa “I Love This Dirty Town“, que con “Mona Lisa Smiled“, fueron los dos temas rescatados de su último trabajo en eléctrico “Homewreckers & Heartbreakers“, 2008. “Tramps & Thieves“, primer single de su segundo disco y “This Is Rock n´Roll“, de su disco homónimo de 2001, desembocaron en los temas de la joya musical que es su álbum de debut “A Bit Of What You Fancy“, 1990: el precioso “Seven O´Clock“, “Man On The Loose“, el dulce y afrodisíaco “Sweet Mary Ann“, “Whipping Boy“, el meloso “I Don´ t Love You Anymore“, el impresionante “Hey You“, “Mayfair“, “Misled“, “There She Goes Again“, “Take Me Home“, “Roses And Rings” y el desbocado “Sex Party“, segundo de los dos bises que hicieron y que sirvó para poner el broche de oro a una actuación que difícilmente borraremos de la memoria los allí presentes.
La canción “Long Time Coming“, también se apuntó a una velada en la que la voz rasgada de Spike — con registros muy cercanos a los de Rod Steward – los solos de guitarras rebosantes de sentimiento — a cargo de Paul Guerin y Guy Griffin -, la buena compenetración instrumental del bajista Nigel Mogg y del batería Phil Martini y la maestría interpretativa del pianista Keith Weir estuvieron siempre presentes y rozando cotas de sublimidad interpretativa. Quizás el único inconveniente fue el mal sonido de la sala ya que en algunos pasajes del concierto el piano de Keith fue inaudible pasando casi desapercibido.
En resumen, sonaron los éxitos de siempre esos que el tiempo, como ocurre con los mejores vinos, se encarga de mejorar con los años. Spike y compañía se encargan de mantener viva la llama de la música, esa que llega al corazón por los caminos sin atajos de la calidad. Una máquina perfectamente engrasada para hacer buena música. Esto es rock n´roll y lo demás son tonterías.
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