¡Qué gracia!. Cornershop le tenían colocada una mesita, cubierta con una alfombra persa a su sitar, instrumento que les ha caracterizado a lo largo de todos estos años (entre la mezcla de indie psicodélico, sonidos asiáticos y soul inequívocamente ochentero) para que fuera interpretado por un funambulista, que entre la guitarra eléctrica y su instrumento, -descalzo de un pie- (ver foto 2, no tiene desperdicio), se encontrara a riesgo de caer electrocutado entre el baile de cables del escenario, antes de que su alfombra no saliera disparada con él cual Aladino; sitar y mesita incluidas.
El grupo británico (desde que lanzó su primer ep en un ya lejano 1993), lástima, se mostró muy frío sobre el escenario; y mira si tienen canciones para hacer moverse al más paleto. A las voces de “sonríe” por parte del público hacia su cantante, contestó que nunca lo hace. No hacía falta jurarlo. A Tjinder Singh parece que le sobra cantar sus canciones con esa voz india tan obvia y las melodías vibrantes que están escondidas en sus aceptables trabajos de estudio.
“Brimful of Asha“, carne de cañón en un pasado lejano de lista de éxitos, tiene ya trece años y, sin tener otro hit a la altura comercial de este precedente, se pueden encontrar sabias canciones de pop y psicodelia electrónica entre sus mejores hallazgos. Pero como no hay un estribillo tan pegadizo como éste, el grupo ha preferido serpentear su suerte hacia caminos más esquivos, haciendo gala de un carácter independiente que le hace presentar su directo en salas pequeñas, como en el caso de una prácticamente llena sala madrileña, que les vio presentar su último y esforzado trabajo.
Sus discos últimos han pasado desapercibidos por estos lares, pero siguen siendo una dada desdeñable colección de contagiosas, bailables y simpáticas canciones, que en directo, muchas veces, no han sabido sacar el jugo ácido y juguetón que tienen en los discos. Y esa distancia con el público afecta al resultado del conjunto.
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El atípico grupo, que en directo suena mucho más guitarrero (con cuatro guitarras en juego, batería, teclados y el omnipresente sitar), matiza la nombrada psicodelia de sus temas. Dieron, así, una mayor guerra al rock (también psicodélico, como no) que se traduce en una consistente propuesta de sus canciones en vivo, que van desgranando con un sentimiento homogéneo (como si no quisieran dar prioridad a ninguna de sus canciones especialmente). Clasificaron esos temas entre el pop de letras dulces y voces pregrabadas (coros y sonidos), donde “Who fingered Rock ‘n’ roll” podría haber sido mucho más juerguista en vivo y “Judy sucks a lemon for breakfast“, que sonó bastante atrayente, si no es la mejor banda sonora para un anuncio de “choco krispies”, lo sería para un ajuste de cuentas entre el pasado y el mejor presente que esta banda pueda ofrecer en directo.
Les faltaba un pelín para, por una parte ganarse al público y por otra, los argumentos suficientes que justificaban lo escuchado en sus discos. Pero no terminaron de cuajar sus canciones en vivo, aunque sí se les notaba sobradamente competentes sobre el escenario (a destacar la labor de teclados) a la hora de defender con justicia unas canciones que les han hecho diferentes, sugerentes y suficientemente curtidos a la vez que originales en unos trabajos de estudio que han merecido mejor suerte.
Texto y fotografía: Ángel Del Olmo