La oportunidad de poder apreciar en toda su dimensión a Children Of Bodom en directo puede decirse que se saldó con un aprobado justo en lo que se refiere a su presentación en Barcelona. Sin embargo, los seguidores del grupo finlandés parecieron disfrutar lo suyo. Esto último suele ser algo sintomático en cualquier actuación, salvo desastre sorpresivo. Quizá con la experiencia uno se vuelva más exigente e inconformista respecto a lo que debe ser un convincente concierto de metal.
Y, la verdad, los músicos pusieron todo su empeño sobre las tablas pero no encontraron el suficiente apoyo en la parte técnica ya que sus brillantes composiciones no estuvieron respaldadas por la calidad de sonido necesario para discernir todos sus entramados. Es cierto que la impronta del directo nunca puede reflejar la consistencia de unas canciones diseñadas pacientemente en un estudio, sin embargo en esta oportunidad se perdió demasiada esencia y presenciamos un recital mermado donde prevaleció la aplastante dinámica rítmica sobre las sutiles armonías que contienen la mayoría de canciones de Children Of Bodom, a pesar de su expresiva agresividad.
Esto significó escuchar de forma preferente el lado abrupto de los temas, perdiéndonos muchos de los solos que con tanta pasión ejecutaba Alexi Laiho, al igual que su desgarrada voz, tapada por la desaforada instrumentación. Hubo mejor suerte con los teclados pero tampoco sonaron con el idóneo protagonismo. No fue tanto el volumen sino su reparto lo que incidió en el resultado final.
Otra cosa fue la imagen visual, con un escenario en el que se representaba la portada de su último disco en tres dimensiones, la batería bien visible en el fondo elevada sobre una tarima a cuyos lados se situaban sendos teclados que Janne fue utilizando según su conveniencia y, escaleras para acceder desde la base principal que Alexi utilizó de vez en cuando. Asimismo, el respaldo luminotécnico aportó vistosidad a una actuación más bien sobria donde Lahio ejerció de líder mientras el resto de la formación cumplía con determinación su papel sin exteriorizar apenas sus emociones.
ENSIFERUM
Si algún grupo gozó de buen sonido durante la velada ese fue Ensiferum, aunque no durante toda su actuación pero si el suficiente tiempo como para disfrutar de canciones como, “Into The Battle”, “Twilight Tavern”, “Ahti”, “Guardians Of Fate”, “Lai Lai Hei” o “Iron”, con la que se despidieron.
Su folk metal épico no exento de agresividad contagió a los muchos partidarios que se citaron en una sala Razzmatazz que, aunque no llegó al lleno, sí registró una magnífica entrada.
Flanqueados por escudos y demás parafernalia bélica; rostros pintados, torsos desnudos (bastante faltos de sol), largas faldas y con sus instrumentos haciendo las veces de armas, presentaron una batalla que alteró la sensibilidad del público que acabó por enloquecer con la arrolladora propuesta de Ensiferum y el ímpetu que exhibieron los cuatro guerreros del metal, mientras “su princesa” Emmi Silvennoinen, les apoyaba perfectamente con los teclados, aunque sin la desnudez de sus compañeros, faltaría más.
Poco se puede rescatar de la actuación de los suecos Machinae Supremacy, encargados de abrir las actuaciones con su particular metal repleto de injertos electrónicos y con un pobre sonido, muy opaco, que no alcanzaba a inundar por completo la sala. Por lo poco que se pudo apreciar, sonaron más sucios que en estudio y también pagaron las consecuencias de la nefasta labor técnica de la mesa de control.
CRONICA: LOCKY PEREZ / FOTOS: RAÚL RANZ (Madrid)
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