Si tuviéramos que coger a dos grupos para forjar acero verrugoso y componer así la palabra METAL, así en mayúsculas, se me ocurren pocos candidatos tan válidos como los dos protagonistas de esta noche dedicada al death metal más apasionado. Dos leyendas del género y máximos bastiones de Metal Blade, Cannibal Corpse y Amon Amarth, que ahora mismo se encuentran recorriendo los principales festivales metaleros de Europa y a los que tuvimos la tremenda fortuna de ver en varias actuaciones programadas en la Península.
La fecha de Madrid fue complicada por varias razones: el habitual letargo propio de un lunes, una semana granada de conciertos extremos (Lamb Of God, Emmure, Unsane, Madball, Aathma, Wormed…) y una situación económica que obliga a la gente a final de mes a elegir como mucho un concierto semanal, pero sobre todo, la maldición más temida por los promotores españoles: el fútbol. Y en esta ocasión era un España-Croacia de la Eurocopa. Ganó la Selección y todos los gañanes se pintaron ociosos de rojigualda para la ocasión, pero el partido fue un coñazo. El concierto, sin embargo, fue apoteósico.
Sin ningún tipo de complejo por ser los teloneros de la gira, con la poderosa actitud que les caracteriza y con la presencia y profesionalidad de quien lleva 25 años fiel a su estilo recorriéndose todo el planeta, Cannibal Corpse salieron a la palestra para hacer lo que mejor saben hacer: volar cabezas y encoger estómagos. Sin apenas juego de luces ni atrezzo alguno, dispuestos como guerreros de Terracota venidos del Averno, arrancaron con “Demented Agression“, primer tema de su última referencia Torture. De hecho, las dos siguientes también fueron de su duodécimo álbum, en el mismo orden que en el track list. Cuando comenzábamos a temer que se lo iban a tocar del tirón nos reventaron las entrañas con “Disfigured“, de Vile. A partir de entonces hicieron un repaso a toda su carrera y fue con el siguiente tema y al grito de “The Time To Kill Is Now” cuando se encendió el pogo.
Si algo llama la atención de Cannibal Corpse, es el frontcannibal, George ‘Corpsegrinder’ Fisher, o mejor dicho su cuello. No hay vídeo de la banda en Youtube en el que uno de los comentarios más votados no esté relacionado con la conexión entre el cráneo y el tronco de este hombre. Hace que los rottweilers parezcan caniches a su lado. Tanto headbanging acaba pasando factura, claro, y es que parece que sólo hay dos actividades que colman su existencia: proferir alaridos e intentar desencajarse la cabeza. En la mitad del set retó al público a seguirle el ritmo, avisando de antemano que nadie lo iba a conseguir. Y en efecto así fue. Centrifugó a tal velocidad que su cara adquirió el aspecto de un especto amorfo. Es para verlo. De todos modos, hay que reconocer que el directo de Cannibal Corpse en esta ocasión no echó rayos por el culo. De hecho, dieron la impresión de que tocaron con el piloto automático puesto. Con una perfección técnica indiscutible, pero sin expresar ningún tipo de emoción al hacerlo. Hasta el permanente headbanging es automático. Aunque con un cierre tan brutal como la ráfaga de trallazos “Make Them Suffer“, “Hammer Smashed Face” y “Stripped, Raped And Stranged“, quien puede resistirse a su salvajismo visceral. Un mar de cuernos despidió a los caníbales melenudos, con todos los auténticos hombres de negro rindiendo pleitesía a la leyenda del death.
Llegada la hora de que Amon Amarth salieran a repartir mazapán con el martillo de Thor, el escenario se llenó de paneles con la imaginería de pueblos ardiendo y guerreros nórdicos blandiendo sus hachas al viento. En un segundo plano brillaban runas que honraban al gigante mitológico del fuego, Surtur. Todo muy vikingo, vaya. Veinte años descansan en las espaldas de estos suecos y lo están celebrando con una gira, como mandan los cánones, a pesar de que hace poco más de medio año que visitaran la Península.
La estupenda “War Of The Gods” fue el tema de arranque y fue acogida con la pasión de cualquiera de sus himnos. Tras “Runes To My Memory“, Johan Heg, con su imponente presencia y una sonrisa sincera, chapurreó sus primeras palabras en español. Algo que haría, en la medida de lo posible, a lo largo del concierto, deseando incluso a los futboleros que la Selección ganara la Eurocopa. Teniendo en cuenta la pobre asistencia debido en gran medida a ese mismo motivo, no deja de tener gracia. “Destroyer Of The Universe” acabó con la palabrería y enloqueció a la legión melenuda. Tras esta, el primer clásico “Death In Fire“. Entre tragos al cuerno-cubata, violines pregrabados (la única carencia de toda la puesta en escena) y coros del público hasta de los riffs de guitarra se fue sucediendo un fantástico set list en el que no faltaron trallazos como “The Fate of Norns“, “Valhall Awaits Me“, “The Pursut of Vikings” o con la que cerraron el concierto antes del bis, la imprescindible “Victorious March“.
Amon Amarth son una máquina infalible en directo. Todos funcionan con la eficacia de un drakkar escandinavo y saben combinar a la perfección una impactante solemnidad con un desenfado que hace mucho más divertidos sus conciertos. En resumidas cuentas, si te gusta el metal, es imposible que no disfrutes un concierto de los reyes de Tumba. Los cañonazos con los que cerraron su repertorio, “Twilight of the Thunder” y “Guardians of Asgaard” son la mejor evidencia. Grandísimos, una vez más.
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