Es difícil describir conceptos como la nostalgia, el orgasmo o la felicidad. De igual modo, hay veces en las que experiencias como un viaje, una fiesta o el caso que nos ocupa, un concierto, son algo complejo de definir. Lo que Balmorhea nos transmitieron el pasado 9 de noviembre en la sala Boite fue más o menos una combinación de todo lo enunciado líneas atrás. Bueno, quizá deberíamos excluir a los orgasmos ya que, lejos de ser un polvo lascivo, fue más parecido a sumirte en un dócil sueño en los brazos de alguien a quien amas. Eso y mucho más, una combinación de atmósferas creadas a partir de sonidos tildados de post-rock, folk, pop minimalista y música clásica. Una sinergia de sensaciones que nos trasladaron a una balsa en mitad de un océano de agua dulce. Una hora de bienestar en la que todas las historias fueron una y el futuro pareció adquirir de pronto sentido.
Volviendo a la realidad más tangible, este concierto fue para la promotora que lo organizaba, Giradiscos, como la primera hoja caída en otoño, pero con algo más de valor comercial. Sin apenas promoción, consiguieron lo que todos buscan, que la fecha del concierto se propagara con el boca-oreja. De hecho, a mis oídos llegó acompañada de “no te lo pierdas por nada del mundo”. Así que nada, no sé quién me lo dijo, pero le hice caso. Yo y las 240 personas que se acercaron a ver a los de Austin. Un cuarto de los presentes ya quedó maravillado de su directo la anterior vez que pasaron por Siroco y el resto supongo fuimos arrastrados por ellos.
Encima del escenario, una guitarra eléctrica y una acústica, un banjo, un violín, un teclado, un violonchelo, un contrabajo, una batería y algún que otro elemento de percusión. Con todo ese arsenal y un alud de talento se puede hacer levitar a la gente. La fórmula en este país desgraciadamente la desconocemos y la mayoría de los grupos de post-rock patrios como mucho logran acercarse de refilón a la prehistoria del género. Y es que ejecutar este tipo de música no es que sea en exceso complicado, lo que es difícil es componer una melodía y dotarla de alma. A los chicos de Balmorhea se les nota que tienen años de conservatorio a sus espaldas y desde una aparente sencillez, logran construir la música de forma que parece un fractal de emotividad enroscándose alrededor de las almas que la contemplan.
Los directores de la orquesta, Rob Lowe y Michael Muller, se turnan y llegan a tomar los mandos de 4 o 5 instrumentos a lo largo de su genial repertorio. En un segundo plano, una chica y dos chicos, se encargan de construir los paisajes sonoros con sus elegantes cuerdas —en especial la primera con su violín- y dando forma al conjunto un sosegado baterista marca el ritmo de la obra. Un ritmo tranquilo a golpe de mazas que sólo se altera en instantes de agitamiento como el que tiene lugar en su nuevo tema,”Clamor“, en el que incluso el guitarrista participa zumbando los platos. Los coros de piezas como “November 1st 1832” se funden con la instrumentación y la banda sonora de la película que es Balmorhea te sobrecoge de un modo que el mutismo parece la única respuesta lógica. Y es que un silencio solemne, respetuoso e intimista desde el primer tema, el palmeado “Settler“, reinó entre el público en cada uno de los acordes, tan llenos de lucidez y desvarío melancólico.
El concierto fue una combinación perfecta de sus temas más post-rockeros, en los que predominan las melodías creadas a partir de las caricias con las que seducen a las cuerdas, y sus temas más clásicos, como los pertenecientes a su último trabajo, Constellations. Un remolinó de pasión y susurros llamados “Harm And Boon” (con improvisación de Boon incluida), “Night in the Draw“, “Bowsprit“, “Coahuila“, “Steerage and the Lamp“, la maravillosa “Truth” o con la que terminaron el set, “Remembrance” se metió en nuestro interior y nos llenó de paz en el transcurso de una jornada a otra. Y qué más puedo añadir; ojalá todos los días terminaran y comenzaran con experiencias como la de Balmorhea. En momentos como aquel de verdad comprendes la auténtica magia que puede suponer un concierto.
Texto: Javi JB
Fotos: Ricardo FeiticeirA