De pronto estábamos frente a un muro de altavoces, nadando en confeti junto a miles de personas. Parecía algo irreal y, al mismo tiempo, teníamos la sensación de que nada hubiera cambiado. Sin embargo, Elrow Town no ha sido otro festival en una vida llena de festivales; ha sido un nuevo comienzo. Una inmersión abisal en la que la oscuridad fue sustituida por una explosión de color. El mejor punto de inflexión posible después de más de dos años sin vivir algo parecido.
La marca Elrow es tan conocida en Madrid como en Las Vegas, Ibiza o Barcelona, la ciudad que la vio nacer. Lo que hasta ahora solo en Londres y Ámsterdam habían podido experimentar es su formato Elrow Town: un festival diurno con toda la esencia estética y musical de la marca. Cuando la organización confirmó que Madrid era su próximo escenario dimos gracias a la providencia, igual que lo hacemos cada vez que se anuncia un nuevo evento de estas características en la capital. Esperamos eso sí que este verano de resurrección no sea una burbuja festivalera, sino una red cultural que se consolide y nos devuelva a ese lugar en el que todos queremos estar.
Donde queríamos estar el pasado 15 de abril era en el recinto del Mad Cool en Valdebebas, más allá del IFEMA de Madrid. Un espacio en el que hemos vivido momentos increíbles tal y como recordamos mientras entrábamos junto a otras 30.000 personas en un goteo incesante, desde las 12 del mediodía y durante las 11 horas que duró Elrow Town. Por delante 30 dj’s nacionales e internacionales repartidos en cinco escenarios: el principal, dos grandes carpas y dos pequeñas cabinas situadas a medio camino. Todo ello enmarcado en una puesta en escena realmente espectacular.
Personalmente, cada vez me gustan más los eventos diurnos. Todo se ve con claridad y la vitamina D provoca un mayor hermanamiento entre el público. La gente, en definitiva, sonríe más bajo el sol que bajo los flashes. Además, poder bailar la música de Andrea Oliva, Lilly Palmer y Latmun ya desde la hora de comer es algo impagable. Ellos fueron los encargados de poner la banda sonora a la vuelta de reconocimiento, asimilación de estímulos iniciales y trámites ineludibles como la recarga de la pulsera.
Ya centrados en el escenario Nowmads, a eso de las cuatro de la tarde, Adam Beyer nos hizo evadirnos y perder la noción del tiempo a golpe de tracks de productores como Kai Anschau, Teenage Mutants, Bicep o Bart Skils. Lamentablemente su set sonó como una rave en un túnel, pero aún así pudimos reconocer varias novedades de su sello Drumcode. Qué mejor promoción que llevar el muestrario de cabina en cabina. El sonido de esta carpa, por suerte, fue mejorando a lo largo del día.
Acto seguido, Kölsch, uno de los platos fuertes del cartel, nos regaló una de las sesiones más destacadas de toda la jornada desde las Rowmudas, un barco devorado por un pulpo gigante que conformaba el main stage. Tiró tanto de temas propios como de remixes, tanto de temas muy conocidos como de puro underground. Un set realmente divertido que podríamos ilustrar con su versión del “Mind Dimension” de Tiga. Así es como se celebra la fiesta en la que estábamos inmersos.
No podría haber tenido un mejor relevo para reafirmar esa actitud: Paul Kalkbrenner. El único headliner reconocido incluso por aquellas personas ajenas al techno y también el live de excepción en un line-up íntegramente compuesto por dj sets. Creo que hasta que llegó la pandemia no había pasado un solo año sin que asistiera a uno de sus directos desde hace más de quince. Todos se parecen mucho, salvo por por la lógica y paulatina incorporación de sus últimas producciones. Eso es maravilloso cuando sucede con tracks como “Feed Your Head” o “No Goodbye” y no tanto con “Si Soy Fuego” o “Te quiero“. Sea como sea, aunque tenga sus más y sus menos -y nada en sus lives te sorprenda- es inevitable disfrutarlos siempre como si fuera la primera vez. Es de los pocos productores de electrónica del planeta que logran ser eclécticos con un sello musical inconfundible. Y da igual cuántas veces escuchemos “Altes Kamuffel“, “La Mezcla“, “Gebrünn Gebrünn“, “Aaron” o el himno dance “Sky and Sand“, porque siempre vamos a bailarlos con la misma feliz intensidad.
Cuando acabó Paul K ya llevábamos 8 horas de fiesta. La zona VIP estaba tan abarrotada como el resto del festival y el suelo estaba sembrado de caídos en combate. También a esa hora ya nos habían contado cinco chicas que les habían robado el móvil o rajado el bolso con un cutter. Desgraciadamente con los festivales también han regresado las bandas organizadas. En estos casos no queda otro remedio que tomárselo con filosofía y disfrutar del resto del festival. Tomando nota, eso sí, de qué precauciones tomar de cara al próximo evento multitudinario. Los ladrones siempre van a estar ahí.
Por suerte el techno también. Había un punto central del recinto en el que podías escuchar simultáneamente cinco sesiones diferentes. Un barullo con el que resultaba imposible no sonreír. Al ser una única jornada no dio tiempo a disfrutar mucho de los escenarios más pequeños, pero tuvimos oportunidad de descubrir dos nombres interesantes: Arkademode en The Arch of Throwmph y Kamala en Pink Cathedral. Tenían poco público, pero el que había no pudo disfrutarlo más. Sesiones tan íntimas como las de un pequeño club en mitad de la selva. Me encanta cuando pasan cosas como que en el escenario principal esté tocando Iron Maiden pero hay gente que opta por disfrutar de un desconocido grupo de punk rock sueco.
Hay que admitir que en Elrow Town no pudimos disfrutar de una oferta tan heterogéna. Todo era, sonaba o parecía la misma clase de tech-house. De hecho, había veces en las que saltábamos de un escenario a otro y daba la sensación de que estaban pinchando el mismo tema. Nos los bailamos todos, por supuesto, pero no hubo mucho espacio para grandes revelaciones. Es difícil conquistar muchos corazones pasando de la linealidad al “Sweet dreams (are made of this)“.
Jamie Jones desde luego cumplió sobradamente en el Nowmads. Contundencia llena de frescura gracias inspirados tracks de la mano de nombres como Disaia, Tommier Joyson o Luuk van Dijk. Otra dj que nos sorprendió muy gratamente fue Chelina Manuhutu, una holandesa afincada en Ibiza amante del groove y con mucha clase pinchando. Sin lugar a dudas fue una de las que más nos hizo movernos en todo el día. Además, le sentó genial el Kaos Garden, una carpa diseñada por Okuda, dejando claro una vez más que su arte encaja mucho mejor en los festivales que en los faros marineros.
Fisher fue el encargado de cerrar un escenario principal completamente abarrotado. El australiano es uno de los mejores ejemplos de cómo rentabilizar un hit. “Losing It” lo mismo es interpretado por una orquesta en el Tomorrowland que pone a todo el Coachella a sus pies. Por supuesto también fue la guinda de este festival tras una hora y media de sesión protagonizada por descafeinados tracks de house fraseado y más remixes de reggaetton de lo que debería estar permitido. Suerte que a esa hora también pinchaba Andrés Campo, abanderado de Florida 135, y pudimos insuflarnos un poco de techno depurativo.
Y así, tal y como llegamos, nos dejamos llevar por una riada que abandonaba la ciudad de Elrow para volver a la ciudad de Madrid o dirigirse a Humanes para continuar la fiesta en Fabrik. Es increíble lo rápido que pasa el tiempo cuando te lo pasas tan bien. Diez horas son muy pocas cuando tienes tanto síndrome de abstinencia festivalero, pero hay que admitir que la organización supo condensar una experiencia completa tirando de efectismo y buena organización. No podemos estar más satisfechos del debut de Elrow Town en la capital, así que esperamos con ilusión la próxima edición. Hasta entonces, nos vemos en el próximo festival.