Hay pocas formas mejores de empezar un lunes que con un concierto de estas características. La electrónica experimental, cincelada con atmosféricas melodías, que prometían ofrecernos Emeralds y Calima se presentaba como un bálsamo ante la empinada cuesta de la semana. Aún con el agotamiento y la resaca del fin de semana, estábamos claramente necesitados de una cura homeopática que finalmente hallamos en la sala Nasti, en pleno corazón de Malasaña. Inicialmente, este concierto promovido por Primavera Sound, en colaboración con Heart Of Gold estaba previsto en Charada, pero al parecer, la previsión de una asistencia bastante pobre provocó el cambio. Desgraciadamente no se equivocaron y pudimos contar apenas 50 personas al finalizar la velada. Y es que el público madrileño es impredecible. Habré escuchado doscientas veces el reclamo de que vengan Emeralds y cuando vienen, nadie acude. Sin embargo, cuando hay ciclos de música experimental de cualquier índole en sitios subvencionados como La Casa Encendida o Caixa Forum, siempre es sold out. Claro que en estos casos la entrada cuesta 4 euros y si hay algo que tira al ciudadano patrio es lo gratis, o en su defecto, muy barato. Pero bueno, sea como fuere, los que no quisimos perdernos esta ocasión única pudimos alcanzar el cielo. Si bien es cierto que en pleno vuelo cesó el viaje y nos fuimos a casa con el subidón a medio a apagar.

El grupo telonero resultó ser la sorpresa de la noche. Bueno, la sorpresa agradable, porque la sorpresa desconcertante fue la colocación de una sábana delante del escenario. La idea me imagino que era proyectar las sombras chinescas de los músicos sobre una serie de proyecciones dispuestas al azar. El resultado real fue que media sala se pasara todo el concierto mirando una toalla con lucecitas. Bastante hilarante para los que vimos semejante panorama desde un lateral, todo hay que decirlo.
Pero bueno, a lo que íbamos. Unos desconocidos Calima demostraron que en Madrid también hay exponentes con talento de este género electrónico. Acostumbrados a que sea Barcelona el epicentro de este movimiento, siempre es algo a celebrar que esta escena empiece a emerger en la capital. Calima combinaron con acierto una fusión de estilos como la neopsicodelia, el ambient o el math pop. Mucha melodía progresiva y sonido ambiental rupturista que derivó incluso en una música minimalista con tintes tribales. Temas como “Hobokane”, “Reinaissance” o posiblemente el mejor que tienen, “Mapo Tofu”, nos deleitaron durante más tiempo incluso del que tocaron Emeralds, porque esa fue precisamente la nota amarga del concierto, que el recital de los americanos no durara ni tres cuartos de hora.

Empecemos por el principio. El trío formado por John Elliot, Steve Hauschildt y Mark Maguire regresó a Españistán para presentar su última referencia discográfica, Does It Look I’m Here?, aunque ésta fuera publicada el año pasado. Pero como sin duda se trata de su mejor disco y uno de los más destacados del 2010, llevábamos ya bastante tiempo deseosos de subirnos al cohete emocional del baluarte de Editions Mego. Desde el primer momento, Emeralds comenzaron con fuerza y con un set en el que se mostraron a veces retrofuturistas, otras más ambient melódico y otras más drone luminoso. Las progresiones metamórficas que oscilan entre los momentos más emocionales y los que están dotados de gran intensidad distorsionada se enroscan en tus neuronas para hacerte llegar al clímax sonoro sirviéndose de una clase envidiable.
La fuerza eléctrica se mezcla a la perfección con las densas atmósferas electrónicas. Las calculadas repeticiones superponen una capa sintética encima de la otra y escarban en la hipnosis experimental. Desde luego, el pasado lunes nos demostraron que juegan en la misma liga de otros exponentes como Lindstrøm, Solar Bears, Fuck Buttons, Actress o Tim Hecker.

Antes de que nos diéramos cuenta ya estaban facturando los siete minutos vibrantes que componen la canción que da título a su último disco y que supusieron el punto y final del concierto. El set había sido tan escueto que nos quedamos un rato mirando el escenario vacío, a la espera de que Emeralds salieran del camerino y se marcaran algún tipo de bis. En el momento en el que vimos que el teclista pedía una cerveza en la barra y acto seguido se unía a nosotros, con cara de esperar a que saliera alguien a ocupar su puesto, comprendimos que había llegado la hora de irse. Entonces volvimos a salir a San Vicente Ferrer para contemplar el paisaje nocturno de Madrid. Tras fusionarlo en nuestra memoria con el fugaz viaje virtual que habíamos finalizado minutos atrás, concluimos que nos había sabido a poco. Confiamos en que nos dejen repetirlo pronto.


Texto: Javi JB
Fotos: A. Rodríguez

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