We Used To Party, la iniciativa de Houston Party tan sólo puede ser calificada de genial. La idea consiste en que periódicamente, grupos de renombre versionen íntegramente uno de sus discos favoritos. Los encargados de encender la mecha del proyecto fueron Giant Sand, capitaneados por el gran talento del country-rock que es Howe Gelb. Y el disco escogido: At San Quentin, de Johnny Cash.
La propuesta prometía muchísimo pero se quedó en eso, una promesa. Una forma demasiado particular de entender el homenaje al maestro y que estuvo salpicada de picos, baches y algún que otro profundo agujero. Desde luego no fue una “tomadura de pelo”, tal y como lo calificaron algunos asistentes, pero fue un puedo y no quiero que nos dejó un regusto un tanto agridulce el pasado 24 de enero.
Hubo muchos que acudieron en masa a hacerse con una entrada, seducidos por el reclamo de “Johnny Cash” en la promoción y que ignoraban totalmente la obra y trayectoria de Howe Gelb. Éstos esperaban contemplar un espectáculo similar al que podrían ofrecer los maestros del tributo al Hombre de Negro, The Bastards Sons Of Johnny Cash, y claro la decepción caló sus entrañas como si de un cubo de agua gélida se tratara. Pero no, su nombre es Howe Gelb, una personalidad impredecible y absolutamente libérrima. Desde el principio, al contemplar la noticia de su inminente visita dentro del ciclo We Used To Party, supuse sobre qué versaría la interpretación del At San Quentin. Me equivoqué en la forma porque imaginé una revisión más acertada, pero en el fondo, acerté de pleno. Gelb hizo desde la primera canción, básicamente lo que le dio la gana. Y eso no está mal siempre y cuando se logre unificar el concepto y el libre albedrío no suponga una meada fuera del tiesto.
Finalmente ni tocó todas las canciones del disco, ni lo hizo por orden, pero bueno, eso hubiera sido lo de menos si lo que hizo lo hubiera hecho tan bien como podría pero que no le apeteció hacer. El caso es que la historia empezó a oler mal cuando interpretó el numerito inicial de ’se me pira la letra’ de “I Walk The Line“. Y fue una interpretación, por extraño y descabellado que pueda parecer, ya que hizo lo mismo en cada uno de los conciertos de la gira. ¿Qué sentido tiene ese tipo de pose? No tengo ni la menor idea, pero su reincidencia hace pensar que así es.
Y mientras tanto fueron cayendo “Big River“, “I don’t Know Where I’m Bound“, “Wanted Man“, “I Still Miss Someone” o la desastrosamente ejecutada “Folson Prison Blues“. Y hablando de blues y ya que todo no es ni blanco ni negro, hubo momentos fantásticos en los que Gelb hizo gala de su maestría en este ámbito, como, por ejemplo, a la hora de interpretar “Starkville City Jail“.
Sin contemplaciones el tren descarriló por momentos a causa de coros desacompasados, notas picadas, accidentes en las partituras y una banda totalmente perdida ante la imprevisibilidad de Gelb. Y eso que Giant Sand contaron con ayuda, como la colaboración de una señorita escandinava llamada Sille Krill que hizo las veces de June Carter y cantó con su bello timbre canciones como “Darlin’ Companion” o “Jackson“. Esta última es sin duda mi preferida del repertorio conjunto de Cash y Carter. Creo que sobre el escenario lograban una química explosiva y su interpretación resultaba terriblemente emocionante. Pues bien, tantos años después sobre el escenario de Moby Dick la pareja Gelb y Krill la revistieron de un adocenamiento que simplemente no logró transmitir nada.
Lo que está claro es que si Giant Sand, y en particular el rostro y alma del grupo, Howe Gelb, tocando sus propios temas resulta muy irregular, en esta ocasión lo iba a ser por partida doble. A veces magistral y a veces titubeante, es difícil saber por te va a salir. Mientras que es capaz de fascinar por momentos, en otros consigue demostrar una falta de cordura absoluta. En parte, ahí reside su esencia pero cuando los desvaríos superan a la genialidad, es cuando surge un problema y el resultado es un concierto que no está a la altura de las expectativas y se obtiene una injusta mediocridad.
Su presencia, unida a la profundidad de su voz, logra llenar con creces el escenario. Tanto que incluso se le perdona ese aire chulesco al divagar incompresiblemente y tirar con desprecio las letras de las canciones según iba acabando con cada una de ellas. Es algo que, en cierto modo, nutrió al escueto show de identidad.
Según se acercaba el fin del concierto también se animaron a subir a la palestra el productor Fernando Vacas y el guitarrista flamenco Raimundo Amador, para gran sorpresa de todos los presentes. Juntos interpretaron una extraña versión de “Ring Of Fire” que, frente a todo pronóstico, logró convencerme. El virtuosismo empalmado de Amador se comió la voz de Gelb en algunos momentos, pero por lo menos la extraña mezcla otorgó una chispa de la que carecieron muchas de las versiones. Para finalizar un poco de improvisación y lucimiento con las cuerdas y adiós muy buenas, viva Johnny Cash.
Y esto fue todo. Y es que para versionar a una leyenda de la talla de Cash no solo hace falta ser bueno, sino también preparárselo muy bien. Y sobre todo, y por encima de todas las cosas, proponérselo. Estoy convencido de que si Howe Gelb explotara todo su talento a la hora de tocar en directo, podríamos gozar de conciertos increíbles. Hasta que le apetezca hacerlo, y a estas alturas se me antoja harto difícil confiar en que eso ocurrirá, habrá que conformarse con espectáculos como el peculiar Giant Sand performing Johnny Cash At San Quentin. Rediós.
Texto por Javi JB