El mes de mayo Madrid se convirtió en la ciudad del arte digital. Una propuesta realmente interesante en la que hubo todo tipo de exposiciones urbanas, performances e instalaciones por toda la ciudad. La mayoría de la gente ni se enteró porque, al fin y al cabo, este tipo de manifestaciones artísticas siempre son minoritarias. Hay que bucear en la agenda underground de la ciudad para acceder a lo mejor que puede ofrecerte Madrid. Porque si te quedas en la superficie no deja de ser una capital europea más, pero cuando escarbas un poco descubres una esencia concebida por colectivos, iniciativas y eventos fascinantes como el MMMAD. También hay lugares que escapan al radar más masivo y que hacen que vivir en la capital sea un descubrimiento permanente. A muchos de los asistentes les sucedió eso con el Domo geodésico de la Universidad Complutense. Una semiesfera de 360 grados en la que casi toda su superficie es una pantalla. Su nombre: Domo 360. Sin lugar a dudas, uno de los espacios más interesantes para desarrollar un evento visual en la ciudad. Por eso era el lugar perfecto para culminar el festival urbano de arte digital. Actuaciones musicales disruptivas en las que las proyecciones jugaban un protagonismo especial. Lo llamaron MMMAD Dome y fue una experiencia memorable.
El ciclo empezó el jueves, pero pudimos asistir a partir del viernes. La primera performance corrió a cargo de la artista multidisciplinar Bora Murmure, también responsable del diseño de la imagen del festival. Unos vocales desgarrados que recordaban a la primera Björk se combinaban con visuales mórbidos y desasosegantes. Una proyección emocional de la artista desembocaba en figuras deformes de colores vivaces. Una forma de vomitar sus temores y alcanzar el empoderamiento, quizás. Supo darle un sentido a la puesta en escena a pesar carecer de un relato definido. En lugar de guiarnos por él se limitó a deambular, aunque aún así mantuvo nuestra atención a lo largo de una actuación que desde luego fue interesante.
El siguiente artista invitado fue Shoeg, nombre artístico de Carlos Martorell. Su show visual es algo que hemos visto muchas veces antes, pero no por ello fue menos cautivador. Parajes construidos con una suerte de tecnología espacial, nebulosas de aluminio, fractales deconstruidos, conexiones neuronales congeladas y todo tipo de texturas llenas de frialdad que se agitaban al ritmo de oscuros sonidos industriales. Recostados en los pufs, logró hipnotizarnos hasta el punto de abstraernos de lo que sucedía más allá de la cúpula. Una propuesta realmente inmersiva.
Igual resultado consiguieron los encargados de cerrar el viernes: V.P.M. y Akazie, en lo que fue la mejor actuación de todo el festival. Pasamos de la horizontalidad a la verticalidad en lo que fue una tormenta, tanto sónica como visual, que nos aplastó sin piedad. Ritmos rotos, minimalismo experimental y atmósferas industrializadas que resultaron ser la banda sonora perfecta de unas proyecciones líquidas, agónicas y burbujeantes al principio, para acabar convertidas el agujero más negro del metaverso. Fueron los artistas que mejor aprovecharon el espacio. Una combinación muy potente y heterogénea.
La jornada del sábado fue más irregular y algo menos inspirada, pero aún así tuvo grandes momentos. La tarde comenzó con una performance del grupo drag Casa Futura. El concepto básicamente consistía en una recreación muy kitsch de un videojuego en la que las distintas fases estaban protagonizadas cada vez por una performer diferente. Faltaron muchas cosas, como un storytelling que tuviera cierta profundidad, coreografías de mayor calado o la concepción de una propuesta ad-hoc para un espacio como el Domo, pero hay que admitir que el diseño de vestuario era espectacular y la selección musical bastante acertada por momentos. En términos visuales fue sin duda la actuación más pobre porque básicamente no hubo nada más allá que fondos pixelados acompañando a las diferentes actuaciones.
Desde luego contrastó a todos los niveles con la siguiente actuación: Lucas Gutiérrez en el apartado visual y Robert Lippok encargado del sonido. Paisajes envolventes de texturas orgánicas que a veces recordaban a lo que podría ser una gran estructura alienígena y a veces a las propias entrañas de algún ser extraterrestre. Una música opresiva que combinaba elementos de drone y de ambient industrial reforzaba un viaje que derivó en estresantes interferencias digitales. Solo podemos achacarle cierta carencia de progresión y la introducción de ciertos elementos triviales poco integrados en la propuesta.
Los responsables de clausurar el festival fueron los gemelos Yugen Kala acompañados de los visuales de Pixel Live. Con ellos volvimos a ponernos de pie, especialmente porque fue el show más bailable de todo el fin de semana, en términos de deconstructed, se entiende. Puro rupturismo, breaks e industrialeo texturizado acompañado por visuales abstractos y pixelados lo cual tiene bastante gracia teniendo en cuenta el nombre de los creadores. Sea como sea el conjunto supuso una dignísima guinda del MMMAD Dome. Como último track, “Walking Away” de Craig David completamente distorsionada mientras sobre el techo se proyectaba la final de la Champions. Estaba jugándose en ese momento y a todos los presentes nos daba bastante igual. Lo que sí que nos importa es que propuestas como esta sigan emergiendo entre la mediocridad y la alienación generalizada.