Coge la mejor música del mundo, una fusión hipnótica de clásica contemporánea y electrónica, y métela en una sala de conciertos al uso en vez de en un auditorio o un teatro. Dicho de otra forma, Nils Frahm en la Riviera. El resultado es complicado que salga bien. Por alguna razón la gente adopta el chip del cerveceo y el cachondeo y es incapaz de recogerse en un estado de ánimo introspectivo. Depende de donde te coloques el concierto puede ser disfrutable o un auténtico tormento. Aplausos cuando no vienen a cuento, gritos cavernícolas, móviles omnipresentes grabando la oscuridad, risas pulgosas, murmullos cotorreicos… en fin, lo habitual en conciertos masivos, que se torna especialmente irritante cuando se trata de un recital que debe estar únicamente arropado por el silencio. Hubo bastante de todo eso, pero también un público en general respetuoso, que muchas veces contuvo el aliento ante una exhibición de brillantez tan sobrecogedora como la que hizo Nils Frahm.
Tras su pasó por el Primavera Sound hace medio año, el alemán se quedó con las ganas de ofrecer el despliegue completo e, invitado por la misma promotora, confirmó dos fechas: Madrid y Barcelona. Los catalanes tuvieron la suerte de vivirlo en L’Auditori y nosotros tuvimos que conformarnos con la sala del paseo de la Virgen del Puerto. Aunque todo lo que tenemos que decir de este espacio en lo que respecta a este concierto del pasado 19 de noviembre, de este espacio es que el sonido fue cristalino. Hay artistas que son tan buenos que lo logran, como Porcupine Tree, Moderat o el caso que nos ocupa. Frahm volvió a la capital para presentar ‘All Melody‘, el mejor disco electrónico del año y uno de los mejores de su carrera.
Su último trabajo es en el que más empeño ha puesto y desde luego se nota. Para componerlo se abstrajo de tal manera que no solo dejó de girar y aceptar compromisos, sino que llevó a cabo una radical desintoxicación de la música. No solo de componerla, sino también de escucharla. Solo así pudo volver a enfrentarse a una partitura vacía con la mente tan fresca como deseaba. Tras nueve meses de creación nació ‘All Melody’ y verle ejecutarlo en directo resulta tan hipnótico que a ratos te olvidas de bailar. Es como colarse en su estudio analógico del Funkhaus Berlin, el mítico edificio que fue la estación central de radio de la RDA durante la Guerra Fría. El escenario aparece lleno de pianos y trastos electrónicos de toda índole entre los que se mueve como un alquimista a punto de descubrir la vacuna que salve al mundo de la próxima pandemia.
Muchas veces, cuando ves en directo a un artista de música electrónica tienes la sensación de que se limita a pinchar sus temas y que lo que en realidad aplaudes es su trabajo en el estudio. Con Frahm la música parece nacer ahí mismo, ante nosotros, espontánea, caótica y perfecta, hasta que casi puedes tocarla. El set comenzó con la pista que abre el disco, “The Whole Universe Want To Be Touched“, la mejor manera de adentrarnos en un viaje iluminado en dos dimensiones, una cálida frontal y otra más industrial en la parte trasera. El intimismo dio enseguida paso a los graves de “Sunson” y un tímido vaivén se sustituyó por el baile.
Acto seguido, Frahm nos regaló otra de las mejores canciones del año, esa que titula el álbum, “All Melody“. Y entre demostraciones de su admirable virtuosismo tocando su piano de cola o improvisaciones sobre temas clásicos como “Says“, nos divirtió con soliloquios sobre su proceso de creación, instrumentos varios, lo harto que está de que sus temas más populares sean los que, a su juicio, son los menos inspirados o lo absurdo del protocolo del bis en los conciertos. Sobre este último acabó rallándose y entrando en barrena. Lo solventó rápidamente eso sí con sus himnos “Hammers” y “For – Peter – Toilet Brushes — More“.
Y entre sintes, loops, órganos, atmósferas, cajas de ritmos, cortinajes y melodías, el concierto llegó a su fin más de dos horas después de que comenzara, pero aún así se nos hizo corto, muy corto, porque nos hubiéramos pasado toda la noche envueltos por esa ensoñación infinita.