Pues bien, tras aquella gira y un anuncio de mantequilla, el viejo punk decidió resucitar a PiL, no solo por cuestiones monetarias sino también artísticas, ya que desde entonces han vuelto a sacar dos discos: ‘This Is PiL‘ (2012) y ‘What The World Needs Now‘ (2015). Sin embargo, no había pisado nunca la capital ya que sus únicas visitas a nuestro país se habían dado en festivales como el FIB, el Primavera o el BBK Live. Con su bravuconería y ambición intacta lo que está claro es que sigue teniendo tirón. No hay más que fijarse en este día, con la Joy Eslava llena hasta la bandera de un público de lo más variopinto: rockers, gafapastas, punks, hipters y glamies, todos ellos, eso sí, bastante entrados en años.
Sin ningún telonero ni mayor aliciente que PiL sobre las tablas, los cuatro componentes salieron del camerino con puntualidad británica arropados por una generosa ovación. Con las dos primeras canciones, “Double Trouble” y “Know Now“, ya nos percatamos de que su magnetismo escénico sigue intacto. No se puede decir lo mismo de su vitalidad, pero logra maquillarlo con su siempre efectiva teatralidad. Su anhelo de sorprender también sigue ahí, aunque en el directo ahora lo proyecta en cuanto a su creatividad, por ejemplo a la hora de reformular los temas con respecto a la versión de estudio. Algunos pierden fuerza pero otros mejoran notablemente, como sucedió por ejemplo con la irritante “This Is Not A Love Song“, que en esta ocasión se convirtió en una pieza melódica y bailonga de lo más suculenta. Y es que si por algo resultan tan atractivos es porque beben de incontables influencias y saben como traducirlas en canciones muy particulares que entre si guardan una gran cohesión. Lo mismo se ponen progresivos con “Deeper Water” que experimentales con “Bettie Page“, jamaicanos con “The One” o lúgubres con “Death Disco“.
La solidez de la formación es tal que se pueden permitir hacer lo que les de la gana. Justo el reconocimiento a cada uno de sus miembros durante la interminable “Religion” en la que el volumen fue creciendo, bendición por el sacerdote blasfemo mediante, hasta que estalló haciendo tambalearse hasta a la bola discotequera que cuelga del techo. Eso sí, el momento más estelar de la velada fue el protagonizado por ese himno llamado “Rise“, que toda la sala coreó a pleno pulmón. Hubiera sucedido lo mismo con “Public Image” pero incomprensiblemente decidieron no incluirla en el setlist. Quizá pensaran: dejémosles con ganas de más para que vengan a vernos en la próxima ocasión. Imperdonable. Fuera como fuese, tuvimos que conformarnos con “I’m Not Satisfied“, “Open up” y “Shoom“, finalizada por supuesto con el contrapunto que invitaba al mundo a joderse a sí mismo. Hora y cuarenta y cinco minutos de puro histrionismo rockero, marca de la casa de esta leyenda del punk inglés. This is PiL, ni más ni menos.
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