Baltimore, Maryland. Verano del 2001. Una chica llena de piercings y muy aficionada a la marihuana me lleva en coche a un mall gigantesco de las afueras. En la radio suena “Fat Lip” y media hora después de conocer la existencia de esa canción, me dispongo a comprar All Killer No Filler en una pequeña tienda de discos. A la chica la detuvieron días después por posesión y conducción temeraria, pero el verano continuó. Se sucedieron barbacoas, fiestas junto a piscinas olímpicas y borracheras en bosques, con vodka conseguido mediante soborno. No olvidemos que, en la tierra de las oportunidades, es más sencillo conseguir un pollo de nieve, una Colt y conducir un Pontiac, que comprar un poco de vodka si eres menor de 21 años. Aún faltaban muchos veranos y primaveras para que eso sucediera, así como toda una vida que quemar. Septiembre llegó antes que nunca y a punto estuve de ser deportado por asaltar una camioneta de chucherías junto a unos compinches con acné y dibujar un pene en la pizarra de un centro anglicano. Sea como fuere, aquel verano de principio de década tuvo una banda sonora inconfundible: Sum 41.
Ya ha pasado una década y en todo ese tiempo al grupo canadiense le ha dado tiempo de sacar otros cuatro discos, perder componentes, añadir nuevos miembros a la banda, e incluso al frontman Deryck Whibley, a casarse y separarse de la estrella pop Avril Lavigne. Y a mí me ha dado tiempo de olvidarme de ellos. Aunque no del todo, claro. Además, fui un fiel seguidor durante los dos discos que sucedieron a All Killer No Filler y su debut Half Hour Of Power, el fantástico Does This Look Infected? y el blandengue Chuck. Después ya perdieron el norte, o dicho de otra forma, decidieron reinventarse —o intentarlo, al menos- siguiendo el ejemplo de las bandas en cuyo espejo siempre se miraron: Green Day, The Offspring y Blink 182. Pero bueno, es inevitable rendirse a los recuerdos, aún cuando los caminos se bifurcan y, puesto que han tardado diez años en volver por estos lares (la única vez que lo hicieron en el pasado fue en la sala Arena en el 2001), era la hora de sacarse la espina de una vez.
En esta ocasión, Sum 41 regresaron bajo el paraguas de esa gran iniciativa llamada U18 y que permite a los menores de 18 años asistir a conciertos. Puesto que Madrid está gobernada por ignorantes que la convierten en la ciudad con mayores restricciones en esta forma de cultura, se agradece enormemente que haya cabezas pensantes que propongan alternativas. En el pasado organizaron a grupos teenagers como Fall Out Boy, Panic At The Disco o Simple Plan y todos ellos están precedidos por un gran éxito de asistencia. Este no podía ser menos y las entradas se agotaron semanas antes de la fecha señalada. La expectación era tal en el Palacio de Vistalegre (el único lugar en el que se pueden celebrar este tipo de conciertos) que los fans más fanáticos guardaron cola durante varias horas a las puertas del recinto. Los más despreocupados llegamos algo más entonados, tras unas cuantas rondas de Mahou, y bajo un chaparrón de lo menos oportuno. El destino, The Box Vistalegre, la nueva sala habilitada dentro del palacio (que es de todo menos un palacio) y que tiene aforo para 2000 almas.
He de reconocer que es difícil no sentirse fuera de lugar cuando todo lo que ves a tu alrededor es una marabunta de quinceañeros con las caras pintadas con, presupongo, títulos de canciones, niñas semiinconscientes gritando obscenidades y una barra de bar con Fanta y cerveza sin alcohol como único consuelo. Pero bueno, se lo merecen, de modo que por una vez tampoco está mal ser vejancón cebolleta de la fiesta. Con este tipo de grupos que un día formaron parte de una minoría y una escena ya extinta, es difícil no pecar de intolerancia, de modo que lo mejor es desvincularlo de la memoria y adaptarse, en la medida de lo posible, al entorno.
La intro de Chuck y la ovación desgarrada de la muchachada fue la que me rescató de mis pensamientos y dio el pistoletazo de salida al concierto. El fogonazo inicial lo marcó “My Direction“, de su tercer disco. Allí estaban los cuatro mosqueteros del skate park, con una sustitución de por medio, eso sí, ya que Dave Baksh decidió largarse del grupo hace ya un lustro para formar su propia banda, Brown Brigade. Con su partida, Sum 41 perdió al único que realmente sabía tocar y sin duda marcó un punto de inflexión en la capacidad compositiva de Sum 41. Tom Thacker, su sustituto, tiene tablas granadas con los también canadienses Gob, pero aún así no es lo mismo. Y por cierto, Brown Brigade es un bodrio. Pero bueno, a lo que íbamos, el siguiente bloque lo formaron las enérgicas “Skumfuck“y “We’re All to Blame” y la timorata “Walking Disaster“, que podría resumir perfectamente la línea que están siguiendo ahora mismo. A estas alturas, ya podíamos hacer un balance de la situación: como conjunto no es que suenen precisamente bien, pero al menos le ponen ganas y consiguen conectar con el público. No sólo haciendo las típicas chuminadas de subir a unos cuantos pokemons elegidos, para que vieran el concierto a salvo desde un lateral del escenario o incitar al personal a corear los clásicos ooooeeee, sino también transmitiendo su vitalidad y sabiendo guiar a la masa con moderado acierto. Asimismo, estuvieron bastante comedidos y no les dio por comportarse como adolescentes colocados, a pesar de que seguramente lo estuvieran.
“Over My Head (Better off dead)“, seguida de una bastante decente versión del “Rebel Yell” de Billy Idol continuaron la velada. Después, una leve minoración con “Screaming Bloody Murder”, single de su último trabajo y que la mayoría coreó con pasión, y acto seguido, dos de los mejores pelotazos de la noche “Motivation” y “The Hell Song“, que nos dibujaron una gran sonrisa en la jeta. Tras ellas, momento local de ensayo de la noche, meticulosamente predefinido para toda la gira, por supuesto, en el que se dedicaron a ejecutar, con no demasiado acierto, una serie de riffs de Judas Priest y Iron Maiden, seguidos de la perorata de “Metallica es el mejor grupo del mundo” y el mashup de “Master Of Puppets” y “Enter de Sandman” de rigor. Versiones pachangueras a parte, la interpretación de “Mr. Amsterdam” que vino después, confirmó cuánto les gusta Does This Look Infected? y como a nosotros también, pues tan contentos.
El concierto seguía su curso con un escenario fragmentado en decenas de pantallitas de cámaras y dispositivos móviles varios y unos machacas hormonados más exaltados de lo recomendable. Tras “Underclass Hero“, una dedicación a los de “la vieja escuela”, con “Makes no difference” de su primer disco. He de admitir que tengo poca queja del setlist que confeccionaron. Obviamente estaría bien que se centraran sólo en la primera mitad de su discografía, pero como eso es imposible y me esperaba un concierto granado de baladas ñoñas y todo temas de sus últimos discos, sin duda consiguieron colmar mi satisfacción. No puedo decir lo mismo de la calidad de su directo, claro. Y es que yo creo que hay pocos bajistas tan limitados como el pardillo de Cone. Asimismo, el bueno de Bizzy a veces no llega y le ahoga el ajetreo, mientras que Thacker no tiene ni la misma presencia ni carisma que tenía Brown y Stevo no dio pie con bola. Pero bueno, a pesar de sus carencias individuales, el conjunto logra salvar los trastos.
La despedida que precedió al bis estuvo compuesta de dos buenos trallazos: la metalera “Still Wainting” y la veraniega “In Too Deep“. Ésta última reavivó las ascuas de la nostalgia que se vio incrementada aún más por la genial e inevitable clausura del concierto: el himno que les catapultó a la fama y coloreó el verano del 2001, “Fat Lip“, y el jocoso homenaje a los Maiden, “Pain for Pleasure“, con Stevo desatado en su coyuntura protagonista y Deryck sustituyéndole en la batería. Y así terminó el guateque punk popero, es decir, muy bien. Fue un concierto plagado de insuficiencias, es innegable, pero también fue una bonita regresión a la adolescencia. Cuando todos se esfuerzan por recordarte que es una época que terminó hace mucho tiempo y que jamás volverá, siempre es agradable que alguien te diga lo contrario, aunque sea por un rato.
Crónica de Sum 41, 16/02/11 — The Box Vistalegre, Madrid2 thoughts on “”
Me ha gustado mucho la crónica. Soy de fuera de Madrid y, lamentablemente, no pude escaparme para ir al concierto, aunque me hubiese encantado porque también pusieron para mí la banda sonora a una época de mi vida que recuerdo con mucha felicidad.
Gracias, porque cuando la he leído me he sentido un poquito más cerca.
me parece exelente soy fan de sum 41