A mediados de los setenta el panorama musical vagaba sonámbulo: los Beatles, Stones, Who o Led Zeppelin habían perdido fuelle y rebosaban autocomplacencia. Una generación de jóvenes cabreados y puestos hasta las trancas de speed demandaba más rabia y vitalidad. Desde el otro lado del charco llegaba el vanguardismo autodestructivo de los Stooges, MC5 y la Velvet, y cuatro ingleses desarrapados decidieron que también podían hacer ruido, solo que más rápido todavía. Se llamaban The Damned y poco después parieron el primer single (“New Rose“) y disco punk (‘Damned Damned Damned‘) de la historia de Europa.
Sin embargo, en general, siempre han sido relegados a segunda división en comparación con Sex Pistols o The Clash. No ayudó su falta de compromiso político ni que les echaran de la gira Anarchy in the UK. Eran muy oscuros, pero les gustaba el buen rollito. Eran transgresores pero no lo parecían. Aún así, no hay ninguna duda de que hicieron historia y siguen vivos para continuar contándola. Dado que no se prodigan mucho por aquí (la última vez fue en el Azkena Rock Festival de hace un lustro) era una cita obligada para todos los punks nostálgicos. Gruta 77 lo hizo posible, eso sí, en la sala Arena, que se llenó de jóvenes canosos hasta la zona del merchandising (aunque en esta ocasión brilló por su ausencia, lo que sin duda fue una oportunidad perdida por parte del grupo de recaudar miles de euros). La expectación era absoluta: todos ansiábamos saber si Dave Vanian y Captain Sensible seguían en plena forma. Minutos después de su salto al escenario ya nos había quedado claro que no tienen nada que envidiar a todos los grupos jóvenes que aún se miran en el espejo de su legado.
El sarao comenzó con “Disco Man“, toda una declaración de principios con la que no muchos grupos se atreverían a prender la mecha del concierto. Ver a esa pareja de locuelos juntos de nuevo, uno con aspecto de un Paco Clavel británico y el otro de gentleman vampírico, es mirar a los ojos de una parte importante de la historia del punk. Sólidamente flanqueados por el excéntrico Monty Oxy Moron a los teclados, Stu West al bajo y Pinch Von Pinching a la batería, no podrían empezar el concierto con un despliegue de medios más efectivo ya que no tardaron en caer la genial “Love Song“, además de otras como “Second Time Around“, “Machine Gun Etiquette” o “I Just Can’t Be Happy Today“. Muchas canciones del ‘Black Album‘, lo cual resultó ser un acierto para los amantes de su sonido más rockero, dado que ese disco es una doncella olvidada entre dos gigantes como el ‘Machine Gun‘ y el ‘Strawberries‘, del que por cierto también cayeron dos grandes temas como “Stranger On The Town” e “Ignite“.
Maníficos instantes los de “Wait For The Blackout” y “Silly Kid Games“, con la eficaz intervención del Capitán robando momentáneamente el protagonismo a un Vanian tan pletórico como su espectacular vozarrón. En líneas generales, todo el setlist se articuló en base a los tres discos citados, además de los obligados hits del álbum debut. Y es que, si hay algo que se les puede reprochar es precisamente haber decantado la balanza demasiado hacia su etapa ochentera, en detrimento de su sonido más punk. Aceptémoslo, The Damned es una banda de rock y Vanian un crooner, a pesar de que sus inicios fueran por otros derroteros.
Otro asunto al que también podemos sacar algún pero es a las versiones que tocaron: “Eloise” de Paul Ryan (a la que mucha gente se refiere como la de Tino Casal), un clásico que hemos de reconocer que nos sigue resultando muy animado, y “1970” de los Stooges. En cierto modo, está justificado que versionen a los de Iggy Pop por lo mucho que les influenciaron en sus comienzos, pero por otro lado esa es una canción que nadie debería versionar porque es inevitable estropearla, tal y como ocurrió en este caso concreto. Aún así, ninguna de las dos hubieran sobrado si no hubiera sido por todos los temas, a nuestro juicio imprescindibles, que se dejaron en el tintero. A pesar de todo, nos fuimos con una gran sonrisa de allí. Se encargaron de que así fuera gracias a himnos como “New Rose“, “Neat Neat Neat” o “Smash It Up“.
Dejando a un lado subjetividades varias y el anhelo de un mayor equilibrio, fue gran concierto repleto de dinamismo, excitación y diversión en el que no faltó la conexión con el público gracias a chascarrillos como el de “Gracias por estar aquí esta noche y no haber ido al concierto de Wilko Johnson” o preguntar al público qué tema quería que interpretaran a continuación (aunque luego no hicieran demasiado caso). Fueron complacientes pero no reverenciales. Tocaron lo que les dio la gana aunque tuvieran en mente los deseos de la concurrencia, y lo que es más importante: lo hicieron muy bien. Gracias a esta gira han dejado claro una vez más que ya no quedan grupos de la generación del 77 que sigan en activo y preserven este nivel intacto. Aunque sólo sea por eso los Damned siguen siendo muy grandes.