Hay días en los que uno se levanta con el pie izquierdo y le da la sensación de que todo está perdido. O que todo es una mierda. Sentimientos un poco negativos, en cualquier caso. Y reduciendo este sentimiento a la escena musical actual, por llamarla de algún modo, uno piensa que ya no giran grupos que merezcan la pena, que la industria ha quedado reducida a cenizas, que las pocas salas de conciertos que quedan abiertas cerrarán dentro de poco, que ya sólo queda postureo, apariencia e hipocresía y que dentro de nada los políticos habrán conseguido destruir todo lo que merece la pena.
Pues bien, el día que The Whybirds volvieron a visitar la capital me encontraba yo en este plan tan agorero. Un coñazo, vaya. Pero entonces llegó la noche y con él el concierto. Casi dos horas de repertorio bastaron para que la luz entrara en forma de canciones en el interior de mi alma sombría. Y esto sólo puedo agradecérselo a dos humildes y trabajadores colectivos que, a pesar del viento que sopla en contra, siguen preservando la ilusión y el amor por el rocanrol. El primero es este trío inglés de americana, contradicción mediante, por seguir plasmando su honestidad y talento en música tan soberbia como la que practican. El segundo es la promotora The Mad Note Co., por su esfuerzo y empeño en traer grupos así a esta ciudad. Porque no olvidemos que detrás de las luces, siempre hay un promotor que se muerde los nudillos mientras mira en dirección a la puerta. Y cuando nos movemos en el underground y el factor lucrativo es secundario, razón de más para invitarle a una copa de bourbon en la barra del bar. Y decirle, ya de paso, gracias compañero por poner la música que nos permite seguir bailando.
The Whybirds es uno de esos grupos que suscitan la pregunta de por qué no están llenando salas con diez veces la capacidad de La Boite. Aunque a estas alturas tampoco es que sorprenda, pero el caso es que temas como “Wild Wild Wind” o “Mona Lisa” deberían ser suficiente para que lo petaran a ambos lados del Atlántico. Egoístamente hablando uno lo celebra, porque es un placer que te los canten a escasos palmos, así que nada, mientras salgan las cuentas, nosotros tan contentos. Ahora ya sólo son tres porque perdieron a uno por el camino. Una moza líoal bajista Taff Thatcher, se casó con ella y se marchó a vivir a Estados Unidos y el guitarrista Ben Haswelltuvo que ocuparse del bajo. Aunque hay que reconocer que apenas se echa en falta otra guitarra y los tres se bastan para llevar a la perfección sus canciones al escenario.
Descubrimos a los de Bedford cuando vinieron junto a Drive-By Truckers hace tres años. Lograron atraparnos desde el primer acorde y desde entonces no hemos desperdiciado ni una sola oportunidad de verles en directo. La ocasión anterior tuvo lugar en el Azkena Rock Festival de Vitoria, pero ya había ganas de verles en un enclave un poco más íntimo. Y de nuevo volvieron a cumplir todos nuestros deseos.
En esta ocasión les tocaba presentar su último disco, A Little Blood, carente de la emoción y melodías de sus anteriores trabajos, pero igualmente repleto de calidad compositiva. En esta ocasión han decidido tirar por derroteros más oscuros y garageros. En esta gira de presentación han decidido centrarse en gran medida en los nuevos temas, y no en una concentración de sus mejores canciones como en otras ocasiones. Por este motivo y desde una perspectiva global, no resultaron igual de arrolladores. Aunque tampoco echamos en falta prácticamente ningún corte y por ello no podemos más que volver a calificar su concierto de sobresaliente.
Para no faltar a la tradición, estos amantes de las camisas de leñador, empezaron sonando fatal. Para depurar responsabilidades, hay que apuntar que al batera le dio por tocar a todo trapo, de forma que se comía las voces, lo que sumado al resto de factores habituales, dio como resultado un sonido menos fino de lo que hubiéramos deseado. En cualquier caso, no tardamos en meternos dentro de la magia de los Whybirds, fruto de influencias tan exquisitas como los Allman Brothers, los Eagles, Pearl Jam, Springsteen o los Box Tops.
Lo mejor del trío formado por Dave Banks, Ben Haswell y Luke Tuchschereres su versatilidad. Los tres tienen el mismo peso en la composición y curiosamente también en el directo. Cada uno se moja el colate como prefiere, uno con cerveza, otro con agua y otro con vino, pero los tres se entregan por igual al instrumento y a las voces, turnándose para adquirir el protagonismo en cada caso y adecuándose a lo que exige cada canción: una voz más rockera, una más popera o una más country. Básicamente, los tres pilares que componen su música.
“Cheating Heart” es el tema escogido para abrir el disco, y también lo fue para comenzar la velada. Tras ella otras como “A Little Blood“, “The Crow’s Caw“, “Nobody Knows Me” o “More than he could stand“. Cuando llevaban tres cuartos de repertorio es cuando llegaron joyas como “Jenny Can We Take a Ride?“, “What It Means” o la esperada “Losing End“. Acto seguido la primera versión, una fantástica “She Said” de los Beatles,que dio paso poco después a la deliciosa “Morning Light” y la versión de “(Why Do I Keep) Fuckin’ Up” del maestro Neil Young. Una fugaz visita al camerino dio paso a la despedida, hora y tres cuartos después de que empezara el viaje, con “Before I Go Crazy” y un último cover, en esta ocasión de Alejandro Escobedo y su “Always a Friend“. Qué más se puede decir. Así da gusto.
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