En el interior del recinto del festival Amanecer Bailando, en el parque Prado Ovejero de Móstoles, 17 horas ininterrumpidas de música electrónica, hip hop y trap, con 60 artistas en total, haciendo bailar a 25.000 personas. En el exterior, un tremendo rifirrafe entre políticos y vecinos al ritmo de las palmas de numerosos medios de comunicación, para tratar de forzar la cancelación del evento. Pensábamos que sería el Mad Cool, pero no, Amanecer Bailando ha sido el festival más polémico del año.
Surgido de las cenizas del 4every1 Festival que se realizó en Madrid del 2014 al 2016 se enfrentó a los primeros problemas cuando el Ayuntamiento de Móstoles obligó a la organización a trasladar el festival del parque natural de El Soto, al parque Prado Ovejero, donde finalmente se terminó celebrando. Además, también se produjo la cancelación del rapero Kidd Keo por petición del consistorio debido al “contenido machista y misógino de sus canciones”. Entre unas cosas y otras, la organización ha declarado unas pérdidas de 50.000 euros.
En cuanto al Ayuntamiento de Móstoles, ahora mismo hay una crisis interna entre el tripartito formado por PSOE, Podemos e IU. Podemos Móstoles se ha unido al PP en la exigencia de dimisión de la alcadesa, la socialista Noelia Posse, por haber permitido la celebración del festival. Un circo que alimentó la posibilidad de que se cancelara a última hora hasta la misma apertura de puertas. Por suerte nada de eso ocurrió, la organización sorteó todos los obstáculos y finalmente, el último festival electrónico del verano transcurrió sin incidencias hasta el cierre a las diez de la mañana. Después de todo, pudimos amanecer bailando tal y como nos habían prometido.
Rebotamos como la bola de un pinball entre cuatro escenarios: Amanecer, dedicado al tech-house; Family, llamado así en honor de la mítica discoteca de Sonseca y que estaba centrado en el techno; Caviar, enfocado al hip hop y el trap; y por último, Misa, destinado al hardstyle nacional e internacional.
Dj’s nacionales como Ángel Beguer, Roll Dann o Fitsco & Erick Navas fueron los encargados de romper el silencio del parque, aunque los que lograron congregar a más público a esas horas fueron Afrojuice 195, los autoproclamados príncipes del afrotrap. Tras éstos, Raul Pacheco, Luis MF y Denom calentaron el ambiente para los primeros platos fuertes de la jornada: por un lado, el live de Egbert, uno de los pilares más interesantes de la actual escena electrónica holandesa. Tiró de bastante ácida intensidad teniendo en cuenta que el sol aún o se había escondido del todo y desde luego invitó más al baile que un eficaz, eso sí, Antigone. De todos modos, en el Caviar actuaban a esa hora Ayax y Prok, dos raperos que están levantando pasiones. Para que os hagáis una idea, cada semana suben fotos de los tatuajes que se hace la gente con sus caras. Desplegaron temas como “Mi Musa“, “La flauta de Hammelin” o la popular “Reproches“. Desde luego, su entrega y actitud es incuestionable.
El norteamericano Truncate se marcó la mejor sesión hasta ese momento. Techno rápido al estilo de Ben Sims ejecutado con una técnica muy depurada que hizo algo de sombra al tech house minimalista de Stacey Pullen. Desde luego no fue la mejor cara de Detroit, aunque tuvo buenos momentos. Sorprendentemente ocurrió lo mismo con Octave One, que no lograron transmitir frescura, salvo con temas puntuales como, irónicamente, el emblemático “Blackwater“. Por su parte, los raperos Natos y Waor se marcaron el segundo mejor concierto del festival. Igual que sucede con los anteriores, no es que su lírica sea de una calidad sobresaliente, pero saben plasmar su energía en el directo.
Mientras Cuartero desplegó un monótono tech-house, Speedy J una contundencia desbocada y SNTS su techno palillero bajo ese aspecto blacker, los dos nombres de trap más destacados del cartel se subieron al escenario: C. Tangana y Dellafuente. El primero es el cuñao de la música urbana patria y el segundo hace más reggaetton que otra cosa. Ambos, purria de los pies a la cabeza, pero al menos se preocupan de dar un show y cantar sus canciones, aunque sea con el autotune a punto de explotar. Sin embargo, Yung Beef y sus opiáceos ademanes bufonescos son para darle de comer a parte. O mejor dicho, no darle de comer. Porque cuesta comprender que a la gente le guste que le tomen por imbécil de esa manera y los festivales se rebajen a contratarlo. Si alguien no ha visto uno de sus directos, básicamente se dedica a pegar alaridos mientras el dj se limita a pinchar sus discos, que no sus bases. La vergüenza ajena llevada a la máxima expresión.
Suerte que en ese momento teníamos una alternativa tremendamente interesante: el directo de LSD, o lo que es lo mismo, el proyecto de esos tres genios de la música electrónica llamados Luke Slater, Steve Bicknell y David Sumner (Function). Fue un deleite música a la altura de lo que esperábamos: psicodelia technofila sustentada en décadas de expertise, repleta de atmósferas, pasajes sumergidos, sobrias y contenidas melodías y ecos de industrialeo atonal. En lo que a nosotros respecta, absolutos vencedores de la jornada. Pensábamos que entrarían en disputa con la leyenda que les sucedió, pero muy a nuestro pesar, Jeff Mills tenía el día profundamente turrero. Sacrificamos el B2B de Marco Carola y Loco Dice para disfrutar de su sesión, pero le dio por exprimir su adorada caja de ritmos Roland de tal manera que su set se convirtió en un coñazo supino. Linealidad machacona y rayante a más no poder, únicamente interrumpida por el clásico “The Bells” que resultó incluso fuera de lugar, dadas las circunstancias.
Una buena traca final logró sacudirnos el frío que se nos había metido en el cuerpo. La primera en enmendarlo fue Paula Cazenave, a cuatro platos y más ecléctica de lo esperado gracias a selecciones como “Torsion” de Gary Burrows o “Die Augen Des Teufels” de SHDW & Obscure Shape. Por su parte, el italiano Enrico Sangiuliano estuvo muy acertado con las melodías escogidas, tanto de producciones propias como “A Further Existence“, como de ajenas, como “Space” del gran Julian Jeweil. Un soplo de aire fresco antes de que el sol iluminara un gran cierre protagonizado por el B2B techno-housero de la mano de los nacionales Andrés Campo y Ramiro López, así como de la desbordante contundencia del siempre efectivo Ben Sims y un live por parte de Sholomo en estado de gracia. Después de todo, Amanecer Bailando se hizo, y se hizo bien. No nos cabe duda de que el año que viene será aún mejor.
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