Diecinueve años después Madonna regresó a la capital. Su último tour ha sido el más extenso de su carrera, con segunda entrega incluida, que es el que ha llegado hasta Madrid. Ahora que no se venden tantos discos como antes, hay que sacar tajada de los conciertos, y como Madonna es una trabajadora nata, no ha dudado un momento en recorrerse de nuevo medio mundo. Criticada por muchos, Sticky And Sweet Tour representa el desgaste de la Ciccone. Será la edad, será el cansancio, Madonna ha perdido cierta frescura tanto en estudio como en directo. Su último largo, Hard Candy, a pesar de ser bastante notable, carecía de aquel encanto que ha ido perdiendo disco tras disco (salvo excepciones como Music) y que es probable que nunca vuelva a recuperar. Pero a pesar de ello sigue contando con su trono, y que tenga cuidado la que se atreva a arrebatárselo.
Así con todo, la gira sigue siendo una fiesta, un espectáculo sin parangón en el que te das cuenta que nadie despilfarra tanto como ella. En Madrid nos hemos vuelto a encontrar con casi el mismo mastodóntico show del año pasado, salvo alguna que otra novedad. La que todos hemos visto en los medios es el acertado homenaje a Michael Jackson, conciso, pero muy bien intercalado en una genial versión de Holiday (otra de las novedades) a ritmo de breakbeat. Sin duda, la sorpresa más agradable de la noche. La sustitución de “Borderline” por “Dress you up” es de diez, ya que en guitarra este tema queda de lo más aparente, mucho mejor que su otro clásico. “Frozen” fue la última nueva canción, con un toque más dance, gracias al sampler de “I’m not alone” de Calvin Harris, y con estrofas de “Open your heart”. El resto del show permanece exacto.
Para quien no asistiera a los conciertos del verano pasado, un pequeño resumen de lo que sigue presentando. Por supuesto, gran parte de su último disco hace acto de presencia, y hay que admitir que la mayoría de canciones ganan enteros respecto al estudio, especialmente “Devil wouldn’t reconigze you”, con esa preciosa puesta en escena, y “Beat goes on”, un trallazo en el álbum, que se convierte en una bomba en directo. “She’s not me” resulta muy divertida con Madonna destrozando los atuendos de las maniquies que visten como ella en el pasado, y “Candy shop” como apertura de concierto también convence. Del resto de clásicos me quedaría con la versión casi bakala de “Like a prayer”, todo un himno en la cual la gente se volvió loca y donde el show llegó a su máximo esplendor. “Ray of light” fue otra de las cumbres, aunque siempre falle vocalmente. Aunque también demostró que tiene aptitudes más que buenas para el canto en “You must love me”, posiblemente su momento más íntimo. Por suerte ha eliminado esa aburrida versión en guitarra de “Hung up”, que además tenía unos videos horribles. Volvió a finalizar con el remix en clave dance de “Give it 2 me”, con un sonido que le va mucho más que el de la original, haciéndonos pensar de porque no se convirtió en uno de sus grandes hits.
En lo que puesta en escena se refiere, en general bastante bien, aunque la parte estilo aldea global chirría frente al resto de estéticas más coloristas y frívolas, pero mejor ejecutadas. En cuanto a la voz, nunca he entendido porque es tan criticada, ya que salvo ciertos gallos o desafines, se defiende bastante bien, y en algunos casos como en la comentada “You must love me”, el resultado era más que sorprendente. Así que al final el show se convierte en un buen divertimento, a pesar de que Madonna ya no sea la misma y nos haga rememorar tiempos mejores. ¿El mejor concierto del mundo? Ni de lejos. ¿El mayor espectáculo? Posiblemente.