Es posible que ir a Torrevieja en medio de una ola de calor sahariana no fue la mejor idea del mundo, pero tampoco teníamos un plan mejor que el Electromar Day, así que nada, fuimos, sudamos, bailamos, volvimos a sudar y en líneas generales, lo pasamos en grande. Pero empecemos por el principio: Torrevieja. Si no has estado nunca, te recomiendo que vayas un día, a ser posible en el mes de agosto. No porque vayas a disfrutarlo, algo que posiblemente no ocurrirá, sino porque es fascinante conocer in situ cómo es el destino preferido de septuagenarios y mafiosos. Por un lado parece que estéticamente se quedó congelada en 1967, pero por otro, tiene centros comerciales más grandes que cualquiera de la periferia madrileña. Todas las calles están igual de desiertas, grises y polvorientas, aunque si entras en cualquier sitio con aire acondicionado seguramente saldrás de él con el ADN de medio Leganés pegado a tu cuerpo. Sus playas son esas playas que se imagina la gente que dice que odia ir a la playa. Pequeñas porciones de tierra sembradas de sombrillas coloridas y cuerpos enrojecidos que se bañan en un agua tan caliente que te hace pensar inevitablemente en la orinoterapia. No obstante la gente es encantadora, los precios son muy asequibles y se come bien, así que no es tan malo después de todo. ¡Ah! Y ahora tienen un festival, algo que no muchas (si bien es cierto que bastantes) localidades pueden decir.
Este año el Electromar además de cambiar de localidad se ha convertido en un festival más modesto, pero han sabido llevarlo con coherencia mediante su competitivo crazy cost, un mecanismo según el cual el precio de las entradas fue aumentando progresivamente, partiendo de unos simbólicos euros. De este modo se convirtió en el festival electrónico más asequible del verano y el público respondió. Hasta 15.000 personas pasaron por los tres escenarios dispuestos en el enorme polígono de Torrevieja.
Cuando Ambivalent se puso a los platos aún el recinto estaba medio vacío. Tres escenarios, un modesto skate park para los bikers, longboarders y skaters que sudarían por allí a lo largo de la noche, una piscina infantil bastante cutre (que presuntamente hizo las veces de pool party) y los chiringuitos habituales. Pero al maestro de M_nus le dio bastante igual la escasez de público debido a la injusta hora a la que le tocó pinchar. En una sesión eminentemente minimal, el neoyorkino se centró en el recopilatorio que publicó el pasado mes de julio, “_ground“, y a través del cual quiere dar a conocer a productores que han llamado su atención en los últimos años. A destacar Camea, el español Eduardo de la Calle o ROD, el aka de Benny Rodríguez.
Mientras Iván Ferreiro se encargaba de dormir a las ovejas y Love Of Lesbian hacía las delicias del sector más popero del festival, tocó el momento de uno de los grandes atractivos de la velada: Oliver Huntemann. El veterano alemán ofreció una sesión impecable que fusionó con infinita elegancia el minimal, el techno y el house progresivo. Con un despegue pausado que caldeó paso a paso el ambiente fue creando una atmósfera que no tardó en tomar las riendas de nuestros cuerpos y hacerse cada vez más bailable. Con numerosas referencias a sus trabajos “Paranoia” y “H-3” se convirtió en una de las mejores propuestas que pudimos disfrutar en toda la noche. No ocurrió lo mismo con Dj Fresh, del que cabía esperar más calidad acorde a la fama como dj y productor de drum & bass y dubstep que le precede. No obstante tiró de temas comerciales y mezclas facilonas, muy festivaleras eso sí, con lo que la gente se lo pasó bien y eso, es al fin y al cabo, lo más importante.
Lo mejor estaba por llegar y llegó justo a continuación: Orbital Sound System, o la magia de la música electrónica. Los hermanos Hartnoll en formato dj set, ataviados con sus características gafas de minero fashion, decidieron desplegar toda su artillería, regalándonos la música perfecta para escuchar en una sesión, noche y vida como esta. Un primer set eminentemente melódico y plagado de himnos de la talla de “Halcyon And On And On” o “Belfast” nos hicieron alcanzar el cielo y meter mano a los ángeles, recordándonos una vez más que este dúo británico es una de las formaciones más importantes de la historia de la electrónica. El segundo set estuvo más marcado por el techno y los ritmos contundentes de baile, en una sesión en la que también hubo hueco para temas nuevos como “Never” o “One Big Moment“. Sin lugar a dudas, una de las mejores sesiones que yo haya podido presenciar.
Un lapso de tiempo enorme entre Orbital y Tiga nos obligó a dar un paseo por el resto de escenarios. En el pequeño un tipo de look similar a Skrillex ponía electro palero de este que ahora mismo es tan popular, aunque sin demasiado acierto. En el mediano, Borderline (el combo madrileño formado por Gerardo Niva y Álex Guerra), a los que podemos ver habitualmente en el Mondo o la Goa, practicaron una de sus sesiones habituales con retazos groovies y new wave sobre una base techno que no cuajó del todo entre el público, a juzgar por su reacción. Todo lo contrario ocurrió con Tiga, estandarte del electro festivo desde hace ya muchos años, aunque a veces de la sensación de que uno esté viendo la misma sesión una y otra vez. Además, su afición desmedida por los vocales en los últimos tiempos acaba siendo algo cargante, aunque sus bases explosivas te hagan mover los pies inevitablemente. No nos engañemos, el Tiga de hace un lustro, más próximo al electro de Vitalic, nos hacía flipar bastante más, aunque sí que es cierto que el rollo actual encaja bastante bien en un festival veraniego.
El cierre del festival se lo repartieron Booka Shade y Christian Smith. Los primeros apostaron por una sólida sesión de minimal contundente pero no exenta de frescura. Los temas se sucedieron como frisbies, dando muchísimo dinamismo al set y haciendo bailar a una parroquia sin ganas de ir a planchar la oreja. El momento más aplaudido de todo el repertorio fue su mayor éxito, la brillante “Regenerate” y su explosivo in crescendo. No pudo chocar más esta calidad con la mediocridad más farragosa de los Zombie Kids. Presenciar una sesión de esta exitosa pareja, más preocupada por el postureo y el bebercio que por intentar hacer algo decente, nos hizo pensar una vez más en lo poco que se valora el talento en este país. Por su parte, Christian Smith puso banda sonora al amanecer con un techno house que fue ascendiendo al compás del sol y que echando mano de poderosas coplas como “System Of Survival” o “Get It Done” puso el broche perfecto a una gran noche y parte de la mañana. Mañana que terminó con nuestros cuerpos rotos puestos a remojo en el caldeado Mediterráneo. Ni tan mal.
Texto: Javi JB