Crónica del festival de Wacken 2011 (II)

Amanece relativamente temprano en Wacken, o al menos para lo que a un horario vacacional respecta. A las 12 empiezan los conciertos, pero antes es obligación moral pasar por la ducha -2,50 o 2 euros con bono-. El viernes es un día ya típico de Wacken, en el que uno se ve obligado a tomar decisiones trascendentales a lo largo de una jornada de 15 horas de música. Y entre toda esa marea de grupos y escenarios, uno va eligiendo qué ver en función de los nombres que conoce y sus preferencias estilísticas, hasta el punto de que dos personas, aun estando todo el día viendo conciertos, pueden llegar a coincidir sólo en uno o dos conciertos a lo largo del día.

Ensiferum

A las 12 los finlandeses abrieron el Black Stage con ese folk tan típico suyo, y también de muchas otras bandas de los países nórdicos. La primera parte de su actuación se centró más en su último disco, pero esas pretensiones sinfónicas suyas no les acaban de funcionar tanto como su material antiguo.

El público disfrutaba con esas canciones nuevas, ‘From Afar’, ‘Twilight Tavern’ y ‘Stone Cold Metal’, pero poco a poco fueron apareciendo temas como ‘Battle Song’, ‘Tale of Revenge’, ‘Treacherous Gods’ y el ya clásico ‘Iron’ para cerrar, y todo mejoró por momentos. Porque lo que realmente les funciona son esas canciones más directas que no se van por las ramas, ese folk que no quiere ser tan folk de la época de Jari Mäenpää -él sigue tomándose su tiempo-. El concierto de Ensiferum entretuvo, pero estuvo lejos de emocionar.

Sucidal Tendencies

La impresión que un desconocedor de Sucidal Tendencies tiene al ver a esta banda en directo es la de estar frente a unos raperos neoyorquinos -son de Los Ángeles, en realidad- de paseo por la Bay Area de San Francisco.

Su mezcla de nu metal y thrash, con algún elemento punk, hizo de su actuación un concierto animado y, sobre todo, diferente al resto de lo que iba a ver durante el día. A base de líneas de bajo con mucho groove, un breve y correcto solo de batería y algunas partes de guitarra con wah wah, acabó pasando el rato.

Van Canto

El viernes volvió a sonar en Wacken ‘The Bard’s Song’, pero esa vez una versión bastante fuera de lo común. Van Canto es un grupo formado por cinco cantantes y un batería. Metal a capella llaman ellos a lo que hacen. Sea como sea, un hombre y una mujer se encargan de las voces principales y los otros tres cantantes hacen lo que le correspondería a los instrumentos -¡sus voces llegaban a sonar como auténticos solos de guitarra!-.

Los alemanes consiguieron ser algo más que una mera curiosidad y dieron un concierto que, aunque incluyó algún tema propio, se centró en las versiones. Cantaron ‘Wishmaster’ de Nightwish -probablemente mejor versión de la que hacen ahora los finlandeses sin Tarja-, un trozo de ‘Masters of Puppets’, ‘Kings of Metal‘ de Manowar y cerraron a lo grande con ‘Fear of the Dark’.

Khold

Era hora de buscar algo de black metal y para encontrarlo había que irse adonde no llegaba la luz del sol. Rumbo al WET Stage. Allí Khold ofrecieron un black metal lejos de los exponentes más extremos y machacones del género. Unas baterías que no intentaban llenar cada fracción de segundo dejaban paso a unas guitarras más pesadas y contundentes, que le aportaban diversidad al sonido de los noruegos. Eso sí, el maquillaje típico -¿versión trasnochada de Kiss?- no faltaba.

Antes de que empezara el siguiente grupo en el WET, daba tiempo a ver un rato de la actuación de Rhapsody of Fire, pero no el suficiente para formarse una opinión. A uno le entran los prejuicios sobre lo cansino que puede llegar a ser el power metal, y más teniendo en cuenta lo triplemente power que puede llegar a ser Rhapsody. La decisión del momento fue ensillar un corcel y alejarse cabalgando lejos de las tierras del Party Stage, de vuelta a las tinieblas del WET.

Negator

Negator
Pero Negator fue una mala elección y al final hubiera valido más la pena haberse quedado viendo a Rhapsody, que cerraron con ‘Emerald Sword’. Porque del escenario que dominaban los blackers alemanes en el WET sólo salía una horrible bola sónica dispuesta a destrozar oídos. Claridad cero, caña sin sentido. Y además, con sus caras de cabreo parecían querer demostrar que eran los tipos más duros de Wacken y los más enfadados de toda Alemania. Su concierto sólo quedo en eso, en un simple enfado: por su parte y por parte de quien los vio.

En comparación con lo de Negator, Morgoth fue una delicia para los oídos. Iban a Wacken a tocar el death metal clásico de sus primeros años. Escasamente melódicos, pero siempre contundentes, supieron mantener la caña sin cansar, a base de combinar partes más rápidas con otras más lentas y pesadas. Pero a mitad concierto, hubo que emigrar al WET para poder ver la actuación de Suidakra.

Suidakra

Por extraño que parezca, Suidakra tocó hace dos años en Wacken sustituyendo a Mägo de Oz. Aquella vez, los alemanes tocaron en el Party Stage por la mañana, pero este año les habían dado sólo media hora en el WET Stage. Se hizo muy corto su concierto, que supuso una dosis muy pequeña de su mezcla de death metal melódico y folk.

Pese a venir presentando ‘Book of Dowth’, volvieron al ‘Crógacht’ con ‘Isle of Skye’, que puso de manifiesto el origen celta de la música de estos alemanes que quieren ser escoceses. Para ‘Stone of the Seven Suns’ Arkadius, el cantante y guitarrista del grupo, se colgó una mandolina, para acentuar el toque folk de su sonido. Y qué extraña sonó la versión de ACDC que hicieron, ‘Let Me Put My Love into You’.

Judas Priest

Judas Priest en Wacken
Lo de Judas fue todo un concierto, con mayúsculas: dos horas y cuarto, gira de despedida, sus éxitos y canciones poco usuales en sus setlist… Las condiciones eran ideales y los de Halford cumplieron más que de sobra. Faulkner llenó sin problemas el hueco de K.K. Downing, como ya demostró desde las primeras canciones y en especial con las guitarras dobladas de ‘Victims of Changes’.

Halford conserva la voz de maravillas, y ni siquiera falló en ‘Painkiller’, aunque llevaba un rato descansando, porque cuando justo antes habían tocado ‘Breaking the Law’, había dejado que el público, entregado, la cantara al completo.

La recta final del concierto no hizo más que crecer y crecer: ‘Electric Eye’, ‘Hell Bent for Leather’ -moto incluida, claro-, ‘You’ve Got Another Thing Comin” y ‘Living After Midnight’. Judas Priest dieron el concierto de grandes éxitos que todo grupo querría tener.

Kyuss Lives!

Los campos de Wacken se marchitaron con el rock desértico de Kyuss, o quizá en el destrozo también tuvo algo que ver la lluvia y las millones de pisadas de bota que habían sufrido en dos días. Porque uno de los lemas del festival es ‘Wacken: rain or shine’ y, según el pronóstico meteorológico, ese año tocaba rain, rain, rain!, aunque al final todo quedó en algunos chaparrones. Pero volviendo a Kyuss, el público recibió con mucho entusiasmo la reunión del mítico grupo de stoner rock -sin el guitarrista Josh Homme, ahora con Queens of the Stone Age– y la gente se emocionaba ya con los primeros segundos de las canciones. Con ese peculiar sonido de guitarra, con sus toques blueseros, y el sonido grave del bajo que tanto caracteriza el estilo, abrieron con ‘Gardenia’, cerraron con ‘Green Machine’ y entre medias fue cayendo éxito tras éxito. De nuevo, un concierto distinto al resto en lo que a estilo respecta, algo que se valora mucho en jornadas festivaleras tan largas.

Antes de que empezara Airbourne, daba tiempo a ver un rato de Skindred, que tocaban ante un WET abarrotado y muy animado con el reggae metal de los galeses.

Airbourne

Lo de Airbourne es el rock and roll, sencillo y directo. Con motivos de sobra, muchos están empezando a considerarlos los sucesores de sus paisanos ACDC. En Wacken su concierto fue espectacular, pirotecnia incluida. Y sobre todo durante ‘Blackjack‘, cuando su cantante y guitarrista, Joel O’Keeffe, se subió trepando por la estructura metálica del escenario y desde lo alto deleitó al público con un pentatónico solo. Pero lo de estos australianos está ya muy visto en Wacken. En las últimas cuatro ediciones del festival, Airbourne ha tocado tres veces, y en todas han montado el mismo numerito. Aunque eso parece no importarle al público, que disfrutó de un concierto que concluyó con el clásico de la banda, ‘Running Wild’.

Apocalyptica

Apocalyptica
El año pasado los finlandeses sorprendieron con un concierto secreto sobre un autobús de Red Bull y este año ya venían de visita oficial, en el condenado horario de dos a tres de la madrugada. Del último disco tocaron ‘On the Rooftop With Quasimodo’ para abrir, ‘2010’ y ‘Bring The to Light’ con su cantante de las giras, Tipe Johnson. Añadieron dos temas del ‘Worlds Collide’: ‘Last Hope’ y ‘I Don’t Care’, y cerraron, como siempre, con su versión alocada del clásico de Grieg ‘In the Hall of the Mountain King’. Cualquiera que los conozca sabe que de los cellos de estos tres músicos siempre sale algo increíble. Su problema, sin embargo, es que siguen dependiendo demasiado de las versiones que les hicieron famosos y por ello en su concierto tocaron tres temas de Metallica (‘Master of Puppets’, ‘Nothing Else Matters’ y ‘Seek and Destroy’) e ‘Inquisition Symphony’ de Sepultura. Es comprensible que lo hagan, según la lógica de los festivales, pero es incomprensible que no toquen canciones suyas de discos como ‘Reflections’ o ‘Apocalyptica’.

De camino a las tiendas, un grupo de acampados cantaba ‘In the Hall of the Mountain King’, como si de una versión de Van Canto se tratase.

– Crónica de la Primera jornada de Wacken>>


Crónica: Miguel Esteban Rebagliato / Fotos: Patricia Herrero

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