El nivel adquisitivo era alto. Para empezar, la entrada de los dos días valía 163 euros, 135 libras. Algo impensable en nuestro país. Y si es cierto que consumir dentro del festival no era algo alocado -precios parecidos a los de España-, la suma total de gastos es algo que pocos podemos permitirnos en el día a día. La mentalidad era de pasarlo bien y disfrutar el momento, sin mirar el extracto del banco.
Y más allá de otras anécdotas que vayamos contando, lo que llamó mucho la atención es que lo más habitual era ver matrimonios, incluso con hijos, asistiendo sentados a cada concierto, en sillas de camping y esterillas para tumbarse a tomar el sol, escuchando la música de fondo. Por supuesto que había público en las primeras filas dándolo todo, pero mayoritariamente españoles, italianos, nórdicos, centroeuropeos… los ingleses disfrutaban más en los laterales y en sitios tranquilos, mientras tomaban una buena cerveza. O sin corear las letras, saltar, sacar brazos…
Son conceptos distintos de ‘consumir’ la música. También era distinto el público de cada escenario (el Hammer, el Prog y el Main Stage). Los metaleros sí vestían de negro, con camisetas de grupos, y daban todo con sus grupos de heavy, metal… Los progs éramos más variados en grupos de edad, sexo… y como ya sabemos por costumbre, nos entregamos pero con calma ante una música que es más propia de disfrutar escuchando y no moviéndose o saltando. En el escenario principal, por último, se juntaban las dos esencias del rock, dependiendo de los horarios, cada actuación…
El cartel
Lo único criticable a este festival, que no será el precio, porque todo tendrá su explicación financiera -bastante mérito tiene juntar a estos grupos en plena crisis económica y montar tal despliegue-, es que se ha querido lucir tanto en el cartel que ha descuidado al oyente. No se trata de traer a los mejores por decenas, sino que considero que es mejor distribuirlos con algo de mesura. Era imposible ver más de la mitad de las actuaciones y nos perdimos a grandes grupos entera o parcialmente. El primer día los accesos fallaron, y eso sí es una crítica directa a la organización logística. La mayoría de la gente venía sin pulsera con el código de barras, imprescindible para entrar al recinto, así que tocó hacer una cola de casi una hora, obligándonos a perdernos a los primeros grupos. Y eso, con previsión de tiempo. La parte buena de la organización musical: el sonido. (Casi) todo sonó genial y funcionó de maravilla.
Instalaciones
El parque Victoria era increíble. Londres es tan grande como cinco veces Madrid y se puede permitir tener grandes zonas verdes impensables en nuestra capital, o incluso en Barcelona, Valencia… el caso es que este parque permitía a los organizadores cerrar una gran zona de recinto con vallado y dejar el parque al margen. Este recinto contaba con los tres mencionados escenarios, todos ellos grandes y bien montados para la acústica y la visibilidad de los espectadores. Sólo el principal tenía pantallas gigantes, pero era más que suficiente. Arreglos y adornos fríos, sin excesos. Buenos focos y alguna pantalla de efectos en el escenario Prog. Cervezas y sidras -que se consume mucho allí- bien repartidos: en carpas, barriles agrupados y mochileros. También zona de restaurantes muy grande, zona de atracciones -algo innecesarias e infantiles, que tenían un objetivo puramente ornamental- y alguna exposición: de coches y de fotografía y vídeo. Los precios bastante normalitos: 4,5 euros la pinta de cerveza y unos 7 euros comer algún plato de comida rápida-. Los baños bien generosos, bastante limpios y repartidos con sentido de las proporciones. Además, 3 tiendas de merchandising más un pequeño mercadillo de ropa y complementos heavies, hippies… Los servicios de información, llevados por gente muy capaz y amable, aunque sin conocimiento de idiomas. Ya se sabe: muchos anglosajones piensan que no hay nada más allá de su lengua…
En la siguiente entrega de esta crónica os contamos el resto del festival: las actuaciones musicales. Mini-crónicas de cada concierto al que asistimos.
Pablo M. Beleña www.portalesquizofrenia.com