El parque de atracciones de Igeldo es sin duda uno de los mejores enclaves festivaleros del mundo. A un lado el mar, al otro una impresionante panorámica de San Sebastián. Entre los escenarios, autos de choque y casetas de feria tan chisposas como esa en la que el objetivo es disparar a las distintas ciudades españolas. Con esta mentalidad nació el año pasado el Kutxa Kultur Festibala y en 12 meses ya se ha consolidado como uno de los festivales de referencia en el norte del país. Este año el cartel fue lo suficientemente atractivo como para que lo eligiéramos como nuestra particular clausura estival y el último festival de la temporada. La programación fue variada y de calidad y ni siquiera las inclemencias meteorológicas pudieron empañarlo. Asimismo, la gente respondió y unas 11.000 personas se acercaron a Igeldo entre los dos días por lo que la organización ha asegurado que el año que viene será más grande todavía.
La fiesta comenzó a la hora de la siesta del viernes y algunos de los autobuses gratuitos albergaron actuaciones musicales en su ascenso al recinto. A Damien Jurado no le benefició el horario y él pareció estar de acuerdo ya que salió con media hora de retraso. Desgraciadamente su recital no fue tan emotivo como cabía esperar dada su brevedad y poco ímpetu, aunque tiró del clásico “me bajo al foso” para ganarse el beneplácito del público. Los también folkies Junip, con el sueco José González a la cabeza, hicieron gala de su buen gusto y saber hacer instrumental en el que entremezclaron sonidos acústicos con sintetizadores y vientos para recibir a los temidos chubascos que, desde ese momento, no dejaron de caer en toda la noche. Indiferente, William Tyler (ex-guitarrista de Lambchop) pintó un sensual paisaje en el rehabilitado Teatro Abandonado frente a un discreto centenar de personas (Damien Jurado incluido).
Los que si tocaron frente a una multitud congregada en el escenario principal fueron Delorean para demostrar una vez más que molan cuando están callados, a excepción de la corista Ekhi Lopetegi, que sí que dio bastante coherencia al resto del conjunto. Sin embargo, no fue catastrófico hasta que invitaron a Javi P3z a cantar una versión de “Fiebre del Sábado Noche” de Parafünk. Despropósitos al margen, por lo que pudimos presenciar, su nuevo trabajo Apar tiene cosas interesantes. Una o dos, al menos.
Como no podía ser de otra forma, los encargados de poner el broche a la noche del viernes fueron Crystal Fighters. Su nombre en el cartel consiguió que se colgara el cartelito de sold out en la taquilla y el recinto se llenó de jovenzuelos sedientos de hype y electropachanga. Es evidente que son más neojipis, raveros y hipsters de lo que uno desearía, pero aún así resultan bastante festivaleros y hasta divertidos, una vez superado el prejuicio y la sobriedad. El sonido fue mediocre pero contundente y si hay algo que llamó la atención es que los mejores temas fueran los menos celebrados. Eso sí, cuando el chumba chumba atronaba bajo la lluvia la muchedumbre alcanzaba el delirio. Aunque para delirio el que hubo en el desalojo de Igeldo. Y es que la ecuación resultante de casi 6000 personas etílicas, 14 autobuses y una actuación descordinada entre personal y policía dio como resultado una avalancha que no acabó en tragedia de milagro. Por suerte la organización supo rectificar y organizar correctamente la salida del día siguiente.
Como tiende a ocurrir en este país, el sábado fue el día con mejor cartel y una menor asistencia. Resultó ser todo un homenaje guitarrero a la década de los noventa que los amantes de la distorsión disfrutamos como gorrinos en una ciénaga, amparados además por una tregua climatológica. Tláloc decidió que ya había hecho bastante justicia ayer y demostró que es un dios bastante rockero. Mientras que los españoles Cohen hicieron gala de su fiereza y actitud echando mano de lo mejor de 20 Minutes to Collapse y Subconscious Mind, los californianos Cocodriles demostraron que el noiserock aún tiene dignísimos exponentes.
Built To Spill desde luego no brillaron tanto como podrían haberlo hecho en una sala mediana pero defendieron su nombre con orgullo y el sombrío Doug Martsch demostró estar en plena forma. Los que sí que le echaron más ganas fueron Bobby Bare Jr. y sus dos barbudos secuaces en el escenario pequeño. Resultó ser la gran sorpresa de esta edición del Kutxa Kultur, sin lugar a dudas. Acto seguido se subieron a las tablas del principal los componentes de la considerada por muchos, entre los que me incluyo, como la mejor banda de rock que ha parido este país. San Sebastián volvió a acoger una fecha más de la gira Devil Came To Me, que ha llevado a Dover a rememorar su legendario trabajo por toda la geografía española. El concierto comenzó frío y sin garra, tanto por parte de la banda como del público, pero no tardó en coger impulso y a las 5 canciones ya se habían ganado el favor de los más escépticos. Fue el único grupo de toda la jornada que de verdad hizo bailar a un público bastante aletargado y los minutos de cierre con “Devil Came To Me” y “Loly Jackson” fueron los más intensos de todo el festival.
Acto seguido cogió las riendas una de sus grandes influencias: Dinosaur Jr. Legendaria formación de noise rock y gran influencia de todo el grunge que llegó después. Como viene siendo habitual J. Mascis apareció en escena como si acabara de salir de una larga hibernación. Si hay algo que se puede recriminar a su directo es el pasotismo con el que facturan las canciones (aunque Lou Barlow de vez en cuando se desboca y comienza a gritar con alegría) y el modo en el que eso repercute en la emotividad que derrochan las composiciones en disco (véase por ejemplo el caso de “Get Some“, totalmente deslucida en directo). Sin embargo, esta actitud contrasta con su deseo de complacer a los fans con un buen setlist, algo que suele ser una constante en todos sus conciertos. De este modo nos deleitaron tanto con clásicos como “The Wagon“, “Feel The Pain“, “Start Choppin” o su popular de “Just Like Heaven” de The Cure, como con temas nuevos de la talla de “Rude” o “Watch the Corners“. En definitiva, buen final para un buen festival, sólo superado ese fin de semana por los pintxos de foie del bar Sport del Casco Viejo.
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