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Crónica del Mad Cool Festival 2024

De ningún festival se escribe tanto en España como del Mad Cool. Tanto por parte de los medios generalistas y especializados como por parte de los usuarios, sean asistentes o no. Porque ya se sabe que del mainstream todo el mundo opina y si algo no le faltan al Mad Cool son detractores. La keyword de referencia es el postureo, igual que sucede con festivales como el Coachella, en relación a las mil manifestaciones del social marketing que orbita alrededor del festival. Es la cara más visible, al fin y al cabo, pero desde aquí siempre nos ha preocupado más, o únicamente, otra cosa, que no deja de ser la música. Y de eso, el Mad Cool va siempre sobrado.

Es indiscutible que el line up de esta edición ha sido más flojo que el de los años precedentes. No han faltado tanto headliners como nombres medios y pequeños del nivel de los que llenan la espalda de las camisetas conmemorativas de otros años. Ha habido muchas actuaciones de calidad, pero pocas sorprendentes y la pérdida del escenario 4 se ha notado demasiado. A pesar de todo, tras cuatro días de festival es inevitable echar la vista atrás y pensar: qué bien nos lo hemos pasado, cuánto hemos cantado y qué cansados estamos de bailar.

Otro mérito que hay que reconocer a la organización es haber recogido todas las quejas de los años precedentes para solventarlas este. Ha sido la vez que mejores críticas ha recibido la logística del festival desde que abandonó la Caja Mágica. El recinto estaba más descongestionado (con buen servicio de barras y baños), los accesos mejorados y los transportes para el desalojo muy reforzados. Otro de los aspectos a agradecer es el aire acondicionado de las carpas, especialmente en The Loop. Era un verdadero placer entrar ahí. Lástima que el line up electrónico no haya brillado tanto como en otras ediciones para haber pasado más rato disfrutándolo. Por último, el aforo se redujo de los 70.000 del año pasado a 58.000 y se notó. Las cifras finales de la organización: miércoles 10, con Dua Lipa como estrella, 55.000; jueves 11, con Pearl Jam, lleno, 58.000; viernes 12, con MÃ¥neskin , 50.000, y sábado 13, con The Killers, 57.000 personas.

En cuanto a lo que hemos echado en falta ha sido el ya mencionado escenario 4, que era de nuestros preferidos, así como la ubicación del 3, que hacía que fuera especial y tuviera una sombra que se agradecía mucho durante la tarde y que este año no ha tenido ningún escenario (suerte que el calor ha sido mucho más benevolente que hace doce meses). Asimismo, el hecho de que los escenarios pequeños (5 y 6 en esta edición) hayan sido cerrados con control de aforo, ha disminuido su afluencia. Todo esto, sumado a la hora de finalización de las 2 am, responde claramente a una serie de compromisos asumidos tras la crisis que tuvo lugar el año pasado con el recinto Iberdrola de Villaverde por los problemas de movilidad, ruido y limpieza de los que se quejó la administración de Getafe. Hubo cancelaciones de eventos, sanción y amenaza de que el del 2023 fuera el primer y último año del recinto. Afortunadamente, todo eso ha sido subsanado, a pesar de que haya que haber pagado un coste por ello: limitación de sonido (acuciante especialmente en conciertos como el de Pearl Jam) y de horario (sobre todo en detrimento del apartado electrónico del festival).

Miércoles

El festival no pudo arrancar mejor gracias al debut en España de Soccer Mommy, la propuesta de la norteamericana Sophie Allison. Pop elegante y cautivador que necesitamos ver en sala lo antes posible. Mientras Tom Odell mostraba su cándida languidez bajo un sol de justicia, Janelle Monáe fue la primera que puso a la gente a bailar. Una explosión de colorido musical. Y tras ella, el primer solape polémico de esta edición: Garbage y Nothing But Thieves. Probablemente, uno de los “Only Happy When It Rains” más sinceros de la carrera de Shirley Manson. La canícula hizo estragos en la cantante de Garbage y ni la bolsa de hielo con la que trató de combatirlo surtió efecto, así que acabaron recortando el set en un cuarto de hora. Suerte que hasta entonces les dio tiempo a defender su noventerismo con “I Think I’m Paranoid”, “When I Grow Up” o “Push It”, e incluso una versión de Siouxie and the Banshees. Desde luego, y a pesar del interruptus, demostraron más garra que Nothing But Thieves. Admito que no conectamos con ellos hasta el final, cuando tras el cover de “Where Is My Mind” de Pixies, tocaron las efectivas “Amsterdam” y “Overcome” y se ganaron a todo el mundo.

Aunque si hablamos de ovaciones, nadie se llevó tantas en todo el festival como Dua Lipa. Siempre he pensado que una de las fortalezas del Mad Cool son las popstars y este año desgraciadamente estaba un poco cojo de ellas, aunque al menos pudimos contar con una de las reinas de la actualidad. Si su actuación del 2018 fue notable, ésta logró el sobresaliente. Cinco sets medidos al milímetro en los que no cabe la espontaneidad o la sorpresa (este show no va de eso), pero que lo tienen todo: cada canción que queríamos escuchar -y no son pocas teniendo en cuenta que interpretaron diecisiete y no sobró ninguna-, coreografías luminosas por parte de sus diez bailarines y bailarinas, discursito emotivo en un digno español y mucha diversión. El diseño escenográfico no nos convenció demasiado, pero de todo lo demás de su Radical Optimism no pudimos retirar la mirada de principio a fin. Dua Lipa acabó agotada -y muy acalorada- de bailar y cantar (apoyada eso sí por el backup vocal) y nosotros también. De largo, de lo mejor del Mad Cool 2024.

En paralelo a todas las actuaciones fueron discurriendo por el Loop dj’s como Claudia León, Carlita, Lovebites o Parra for Cuva, siendo este el último y su electrónica emocional los grandes triunfadores. Su música el realmente hipnótica. Por otra parte, la guinda del día la pusieron The Smashing Pumpkins, que también repetían en el festival. La cosa no empezó bien tras una intro barroca y un ramplón solo de batería, pero rápidamente encauzaron el concierto para ejecutar de forma impecable y poderosa y un setlist muy bien escogido. Nos gustó hasta su versión de “Zoo Station” de U2. Para nuestra fortuna la mitad del repertorio se la llevaron “Mellon Collie And The Infinite Sadness” y “Siamese Dream”. No podríamos alegrarnos más de que la guitarrista Kiki Wong y Jack Bates (hijo de Peter Hook) formen ahora parte de la banda. Entre todo esto y que Billy Corgan tuvo uno de sus días buenos, podemos decir que fue un bolazo.

Jueves

La tarde comenzaba con rachas de viento sahariano que, si bien ayudaban a sobrellevar el calor, complicaban todo bastante. Por ejemplo, Russian Red tuvo que retrasar y reducir su setlist. Antes de ella, las hemanas Larkin Poe abrieron el día con su efectivo blues rock sureño. Un rato después The Heavy (no confundir con The Heavy Heavy -algo que nos hubiera hecho muy felices) desplegaron su poderosa mezcla de soul, funk y rock, anacrónica con el momento que les tocó salir. A la misma hora se subieron al escenario 6 Motxila 21, ese magnífico proyecto protagonizado por 15 chavales navarros con síndrome de Down. Que fueran incluidos en el festival es genial, aunque la decisión de anunciarlos como cabezas de cartel junto a Pearl Jam fue tan confusa que incluso Eddie Vedder se pensó que habían compartido escenario cuando realmente tocaron a primera hora en el más pequeño de todos. Sea como sea, esperamos volver a verlos pronto. Los que sí que actuaron en el escenario principal fueron Michael Kiwanuka y su banda. Una vez más demostró que su voz es hipnótica y su elegancia incontestable. Sin embargo, tanto el viento como la potencia del sonido jugaron en su contra y se escuchaban más los murmullos del público que los acordes de las guitarras. Quedó claro que ni el momento ni el lugar fueron los más adecuados para disfrutar de su música.

Mientras Mando Diao reafirmaban en el escenario 3 que siguen sin tener el mejor directo del mundo tras un leve retraso arrastrado desde el inicio, Keane congregaba en el escenario 2 a la primera gran masa del sábado. No sé si siguen teniendo muchísimos fans después de que triunfaran con su debut hace veinte años, pero lo que está claro es que el cien por cien de los allí presentes conocemos sus hits. Su música es tan edulcorada que al cabo de un rato es inevitable sentirse saturado, pero el frontman es tan eficaz en la ejecución como tierno y dinámico en su interacción con el público. Y por supuesto con “Somewhere Only We Know” y “Everybody is Changing” hubo coro generalizado. Por su parte, Nia Archives preparó un set imposible de no bailar, aunque no fuera el entorno más propicio (The Loop lo hubiera sido mucho más) y Kneecap resultó ser una de las sorpresas del festival frente a una audiencia extranjera casi en su totalidad. Un placer ver a tantos irlandeses del norte, con pasamontañas inclusive, vibrando con esta salvaje propuesta de hip hop republicano.

Acto seguido llegó el turno de una de las bandas de rock más relevantes de las últimas décadas: los incombustibles Pearl Jam. También encabezaron el Mad Cool del 2018, como Dua Lipa, aunque ella era una segunda línea por aquel entonces. Y ellos no pudieron revalidar aquel increíble concierto, aunque se le pareció bastante, con temas como “Lukin”, “Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town” o “Given to Fly” en el tramo inicial y otros como “Better Man”, “Alive” o el cover inmortal de “Rockin’ in the Free World” de Neil Young en el tramo final. Dedicatorias a Bardem y Miguel Ríos mediante. Novedad fue el material de su reciente y magnífico Dark Matter y, desgraciadamente, un sonido irregular que iba y venía (como si un limitador estuviera zancadilleando) y que restó presión al concierto, haciendo que sonara menos arrollador de lo que Pearl Jam es. La voz de Eddie Vedder en plena forma. Su castellano no tanto, pero su esfuerzo leyendo sus notas en el idioma local es encomiable y muy entrañable.

De la jornada del jueves también hay que destacar el dj set de Bonobo, que se impuso en sensibilidad al resto de dj’s del Loop, aunque el vencedor electrónico fue, como no podía ser de otra forma, Paul Kalkbrenner cerrando el escenario 3 con sus características producciones. Es un live que hemos visto mil veces y siempre se parece, pero por eso es tan fascinante que cada vez nos haga levitar. Justo antes Bomba Estéreo desplegó su fiesta sobre esas mismas tablas, aunque viendo a Li Saumet y compañía es inevitable pensar que, con canciones tan buenas como “Fuego”, “To My Love” o “Ojitos Lindos”, el directo debería estar a la altura y no lo está. Parece mal planificado e incluso desganado. A quienes desde luego no les falta ni planificación ni entrega es a Greta Van Fleet. La sombra de sus referentes Led Zeppelin les perseguirá siempre, así como un aura bastante hortera, pero hay que reconocer que da gusto verlos tocar cuando ignoras lo pretenciosos y excesivos que resultan.

Viernes

Empezamos el día con otro solape realmente doloroso: el de Alvvays y Unknown Mortal Orchestra. A las primeras las vemos a menudo, pero los segundos son bastante más esquivos, así que tuvimos que decantarnos por estos, pero cuando estábamos dirigiéndonos al escenario principal, los acordes de “Pharmacist” funcionaron como cantos de sirena y Alvvays nos atraparon irremediablemente. Suerte que nuestra voluntad es fuerte y llegamos a ver como unos minimalistas UMO interpretaban con esa técnica y magnetismo groovy que les caracteriza temas como “Nadja”, “Hunnybee” o la archiconocida “Multi-Love”. Acto seguido, Sleaford Mods se subían al escenario 2 para hacer lo que hacen siempre: uno cacarear sujetándose una botella de agua en la cabeza. El otro dar al play y bailar como un brit en Magaluf a las nueve de la mañana. Por alguna razón resulta hipnótico verlo, aunque es inevitable preguntarse cómo han podido triunfar haciendo lo que hacen. Al final la reiteración nos hizo desear que alguien les lanzara una palestina para que se animara un poco el tema.

Teníamos ganas a Black Pumas después de su cancelación hace dos años por covid, pero tras un rato constatando que su soul tiene más técnica que profundidad emocional, decidimos que Tom Morello podía ser una apuesta más divertida. Esperábamos una verbena y así fue, aunque en el mejor de los sentidos. Básicamente fue una combinación de temas propios que casi nadie conoce y un popurrí de riffs de Rage Against The Machine que todo el mundo conoce. Eso y una versión de MC5, otra de Lennon y otra de Springsteen, además de una emotiva, aunque incompleta, “Like a Stone” de Audioslave. Todo engalanado con un público completamente desatado, unas cuantas banderas de Palestina y el hijo adolescente de Morello demostrando que ha heredado los dedos de su padre. Imposible no añorar a sus bandas del pasado, pero nos divertimos, que a veces no hace falta más.

Diversión fue precisamente lo que nos dio a paladas Sum 41 acto seguido. Con ese comienzo formado por “Motivation”, “The Hell Song” y “Over My Head (Better Off Dead)” es que uno no puede pedir más. Bueno, por pedir pediríamos que no hicieran siempre el mismo concierto, incluso cuando se sacan de la manga una gira conmemorativa del All Killer No Filler para hacer el mismo setlist de siempre como ocurrió recientemente. Eso y menos baladas ñoñas encadenadas, menos versiones predecibles y menos clichés de banda de estadio, pero eso ya sería mucho pedir. El caso es que tienen el mejor directo que han tenido nunca y por eso sorprendió tanto el anuncio de su separación, que concluirá a finales de este año. Pero bueno, todos sabemos que volverán, pero por si acaso saltamos entre fuego y confeti con “In Too Deep”, “Fat Lip” y “Still Waiting” como si fuera la última vez. Cuando se ponen así es imposible no amarlos.

Cuando ves a MÃ¥neskin como headliners del viernes es obvio pensar que no tienen entidad suficiente para serlo, ni por trayectoria, ni por su obra, pero luego ves la expectación creciente que generan, con maneskines pillando sitio desde primera hora, y no resulta tan descabellado. Son más pop que rock y más postureo que actitud. Los italianos eurovisivos no tienen canciones y por eso tienen que tocar “I wanna be your slave” dos veces y la más coreada es una versión tan trillada como “Beggin'”. No hay riesgo, no hay irreverencia, no hay show. Y para colmo su música está vacía, aunque muy bien tocada, eso es innegable. Tanto como que todos ellos son muy atractivos, pero cuando esa es la prioridad, es que no estamos hablando de rock and roll. Suerte que a esa misma hora tocaba alguien que sí que sabe lo que es eso: Kim Deal y sus Breeders. La hubiéramos disfrutado mucho más a otra hora, pero aún así fue un auténtico placer repasar las grandes canciones de esta formación tan elegantemente noventera. Y de regalo “Gigantic” de su otro proyecto: Pixies. Además, acabamos el día bailando gracias al mejor set electrónico de todo el festival: Acid Arab. Ni Dj Koze, ni Mochakk. Los franceses se llevaron la corona. Enormes.

Sábado

La caída de Tyla a última hora fue un bajón, así que hubo que conformarse con The Warning para comenzar la última jornada del Mad Cool. Mira, estas tres hermanas mexicanas podrían ser un buen referente para MÃ¥neskin. Aún no te vuelan la cabeza, pero tienen todo lo necesario para hacerlo en un futuro. Los que sí tienen ya todo lo necesario para cautivarte hasta lo más profundo son los que vinieron a continuación: Nathaniel Rateliff y sus Night Sweats por un lado, y Arlo Parks por el otro. El primero llevaba sin pisar Madrid ocho años y la espera no pudo merecer más la pena. En su sonido, facturado cristalinamente por una banda impecable, está lo mejor de la música americana: country-folk, soul y rock and roll. Necesitamos verlos de nuevo en sala con urgencia. Por su parte, Arlo Parks, en su segunda visita al festival aún estuvo mejor que la vez pasada. El contraste de su sedosa voz con su garra rockera en forma de spoken-word experimental hace que te enamores al instante. Es pura clase.

Tras ella, Avril Lavigne tuvo el privilegio de dar uno de los conciertos que más gente congregó de todo el festival. Un icono generacional a la que no hay nadie que no conozca. Su popularidad la ha convertido incluso en la protagonista de una teoría de la conspiración que asegura que murió hace años y que la que actúa en su lugar es una mujer llamada Melissa Vandella. Da el pego, la verdad. Preserva la horchata sanguínea que caracterizaba a la joven Avril. Hay que reconocer que ni tiene voz, ni ganas, pero el público se muestra tan entusiasta con himnos como “Complicated” o “Sk8ter Boi” que es imposible no rendirse al frenesí. Corear como los quinceañeros que fuimos no pudo ser más divertido. También lo fueron dos conciertos en los escenarios pequeños: los de Slix y Sea Girls, especialmente el de estos últimos, que suenan tremendamente bien. Nos sorprendería no volver a verlos en un escenario mayor dentro de poco.

Con Bring Me The Horizon tuvo lugar el momento más polémico de las cuatro jornadas. Su actuación se retrasó media hora y el concepto del show se vio trastocado por la inoperancia de las pantallas en el tramo inicial. La banda aseguró que no fue su culpa, pero sea quien fuera el responsable, el set fue recortado y se quedaron varias canciones esenciales en el tintero. Una pena, pero al menos lo que pudimos disfrutar fue tan impresionante, si no más, como el concierto que dieron en el 2019. Un despliegue arrollador de visuales, fuego y otros recursos espectaculares que lo convierten en el mejor show del Mad Cool 2024. En el polo opuesto, The Gaslight Anthem regresaban a Madrid trece años después de que lo hicieran como teloneros de Foo Fighters. Entonces estaban en pleno ascenso, pero años después llegó la caída. Perdieron la forma y la inspiración compositiva, se separaron, se volvieron a reunir y aquí están de nuevo. No son lo que fueron, ni lo que podrían haber llegado a ser, pero los queremos y al escuchar enlazadas “Muholland Drive'”, “Mae”, “Howl”, “Great Expectactions” y “The ‘59 Sound” nos embriagó una bella nostalgia.

A partir de este momento la noche temprana se puso de lo más heterogénea gracias al hip hop experimental de Genesis Owusu, el interesante indie rock (que sonó más mal que bien) de Bar Italia, el electro de 2manydj’s (que fueron los dj’s que más público convocaron de todo el festival a pesar de que lleven más de una década sin aportar nada interesante) y el alt-pop inclasificable de Chinchilla rivalizaron con el foco de todas las miradas: The Killers. Una garantía de éxito que siempre gusta. Y es que lo tienen todo para ello: un directo colorido y contundente, el carisma calculado de Brandon Flowers (que no se deja fotografiar desde el foso excepto por su fotógrafo oficial) y éxitos incontestables como “Somebody Told Me”, “Spaceman” o “Human”. Incluso la aparente improvisación de invitar a un chaval del público a tocar la batería en “For Reasons Unknown” está guionizada, pero qué más da si funciona. Es la banda festivalera perfecta. Solo nos chirrió el sándwich final que le hicieron a esa obra maestra llamada “Mr. Brightside”, primero interpretada descafeinadamente sin guitarras en lo que parecía más un troleo que otra cosa y después rematada con un innecesario mashup de algunos de los estribillos que habían interpretado a lo largo del concierto. Raro, pero bueno, no deslució un buen concierto.

Cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo tuvimos que decidir si despedirnos con The Kooks (a los que guardo cierto cariño después de haber estado de fiesta con ellos en un tablao flamenco hace años) o Ashnikko. Como uno de los principales atractivos de los festivales es precisamente el descubrimiento tiramos por el sendero desconocido y la sorpresa fue mayúscula. Hija de la generación Tiktok, su música es una amalgama bubblegum, hip popera rockerizada en la que la performance juega un papel fundamental. Es como si fuera twerking para otakus queer en la era de la inteligencia artificial. Un show ultra sexualizado en el que la estadounidense y sus dos bailarinas hacen que no puedas apartar la vista de ellas. Coreografías aún más vibrantes que las de Dua Lipa y eso que la cantante confesó que estaba medio enferma. Especial highlight cuando recogió un cartel del público que decía «I peg my bf with your song». Dijo que era un mensaje tan importante que mandó a alguien de su equipo a pegarlo en el escenario para que todo el mundo memorizara lo buena que es su música para animar la sodomización con un dildo de tu novio. En fin, de verdad que no se me ocurre un broche mejor del Mad Cool. Un festival, que pase lo que pase y de la forma que pase, siempre nos hace felices.

Texto: Javi JB
Fotos: Mad Cool
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