Cuando el Paraíso nació en el 2018 lo primero que pensamos fue: esto es exactamente lo que necesitaba Madrid. Un festival de pequeño aforo, una programación de un gusto exquisito, una ubicación que siempre nos ha encantado en la Universidad Complutense de Madrid y un resultado esperable cuando se juntan todos esos factores: un ambiente inmejorable. Tras un arranque complicado en cuestión de números, casi se consolidaron en la siguiente edición. De hecho, para la tercera tenían atada a FKA Twigs e incluso se llegó a anunciar una asociación con el Sónar de Barcelona que parece que ha caído en saco roto. El caso es que la Pandemia lo mandó todo a la mierda y durante mucho tiempo nos preguntamos si nuestro amado Paraíso volvería.
Pues bien, lo ha hecho y no podríamos estar más felices por ello. Es cierto que, de algún modo han reseteado, con una considerable reducción de la inversión en producción. Ya lo advirtieron en la promo con el subtítulo “Nuevo formato”. Esto quería decir que no habría alardes ni en escenarios, ni en line-up. El resultado, solo un escenario principal y dos secundarios, uno de los cuales era prácticamente un stand -en el que, no obstante, bailamos grandes sesiones-. Tampoco hubo cabezas de cartel de renombre que atrajeran a las masas. Lo que sí hubo fue mucha atención al detalle, una organización impecable, cero colas y, especialmente, mucha calidad musical.
Durante los días 24 y 25 de junio, más de 40 artistas electrónicos procedentes de 10 nacionalidades nos hicieron bailar a 16.200 asistentes, sumando las dos jornadas. Antes de comentar las actuaciones, destacar el acierto tanto de la zona de restauración, como de baños, como de descanso. En esta edición no hubo instalaciones artísticas espectaculares como en el pasado, pero sí una propuesta de arte en vivo de La Juan Gallery llamada “Techno Wedding” con la que más de una docena de novias se casaron con la música electrónica. Sobra decir que nosotros también le prometimos amor eterno.
El viernes las mejores actuaciones se concentraron a primera hora y todas fueron lives de artistas femeninas. La encargada de inaugurar el escenario principal (Club), tras el warm up de Javi Senz, fue Charlotte Adigéry junto con Bolis Pupul a las bases. Electro pop fresco, aunque carente de mucha emoción, que destacó con los temas ‘HAHA‘ y ‘Blenda‘. A la misma hora se encontraba Delone en el escenario Nido facturando uno de los mejores sets que escuchamos en todo el festival. Melodías melancólicas y atmósferas muy bien construidas que, sin embargo, no maridaron bien ni con el escenario, ni con la hora, ni con el calor, ni con el público que había en ese momento. Como factura musical, eso sí, impecable.
En el principal cogió el relevo a la belga la francesa Crystal Murray y su banda, en uno de los pocos formatos de este tipo que hubo en la programación. Destacó su actitud, tablas y sensualidad en el escenario, a pesar de que su combinación de R&B, pop rock y dance no fuera excesivamente sorprendente, aunque sí efectiva y, sobre todo, muy pertinente. Debo admitir que lo que más nos gustó fue su versión de “Strict Machine” de Goldfrapp. Shygirl nos gustó aún más. Y eso que no apareció escudada ni siquiera por un dj. Ella sola (acompañada de muchos pregrabados y ráfagas de fuego) se valió para ofrecer el primer live con asistencia multitudinaria del festival. Canciones como “Cleo“, “FREAK“, “Firefly” o “SIREN“, son suficiente aliciente para que te cautive con su verbeneo british.
Una de las artistas más interesantes del line-up fue sin duda Sofia Kourtesis. Sin embargo, la peruana no logró sacar un buen sonido al escenario Jardín. Y no será porque no le puso entusiasmo a su actuación. Con su hit “La Perla” incluso acabó cantando tirada en el suelo, exhausta por su frenesí durante todo el show, pero desgraciadamente no imprimió el cautivador sonido que caracteriza a sus tracks.
Por su parte, en el escenario Nido destacamos los sets de Yahaira y OG Juan. Ambos bastante ácidos, la primera más luminosa y el segundo más dark. Este último todo un descubrimiento. Más tarde Depaart también trasladaría con solvencia la esencia de Tortilla a los platos del Paraíso. Tampoco queremos pasar por alto el set de la australiana CC:DISCO!, una selector excepcional que optó por un house fusionado con sonidos locales de variada procedencia, España incluida. No estuvo muy alejado de su rollo el francés Jeremy Underground, que cogió el relevo y tiró de groove house, que para algo es su especialidad. A estas alturas de la noche a veces nos dio la sensación de que estábamos atrapados en la misma canción aunque nos moviéramos de escenario. Lo cierto es que echamos de menos una mayor heterogeneidad.
El B2B del día no podía suscitar más nuestro interés: el alemán Danilo Plessow (más conocido como Motor City Drum Ensemble) y el estadounidense Marcellus Pittman. Ambos nombres consagrados de la electrónica underground internacional. Fue una sesión finísima y llena de la técnica que da la combinación de talento y experiencia. Nos hubiera gustado que destilara más sonido Detroit, pero salimos satisfechos. No tanto con Roman Flügel, del que quizá esperábamos demasiada brillantez durante las dos horas que duró su set. Ojalá todo él hubiera emanado la calidad de la última media hora pero decidió guardar toda su artillería para ese último cuarto. Aunque solo fuera por esos minutos mereció la pena tragarse la broza previa. Ese fue realmente el final de altura ya que ni el alemán Hunee, ni el británico Ivan Smagghe nos dieron algo destacable más allá de un acid tech house bastante lineal que llevábamos ya muchas horas escuchando.
El sábado todo brilló más. De inicio fue un acierto por parte de la organización abrir la jornada con Rusowsky & Ralphie Choo. Un reclamo a todas luces sugerente para llenar el recinto desde primera hora, a pesar de que la propuesta fuera la esperada: cuatro tipos disfrazados con el peor gusto posible emitiendo exabruptos por encima de los tracks. El público más joven lo disfrutó, así que supongo que eso es lo que prima después de todo. Chico Blanco cogió el relevo urbanita poco después con algo más de criterio, pero prosiguiendo con el escaso nivel que dominó el escenario principal hasta la llegada de Alex Boman. El sueco estuvo soberbio. Ambientaciones profundas y texturizadas sobre las que impactaban soberbios beats afilados.
En el Jardín la calidad también fue elevada gracias a la heterogeneidad de Lauren Hansom, que lo mismo tiraba por el ochenterismo, que por el electro pop, que por el tech house más vanguardista. Bien también Bradley Zero, veraniego y contundente a partes iguales, aunque lo mejor llegó con Dj Seinfeld. Fue dolorosa la caída del cartel de HAAi, pero rápidamente mitigada por la confirmación del sueco. Sabíamos que no sería una actuación tan memorable como el live que ofreció recientemente en el Primavera Sound, pero su dj set no defraudó lo más mínimo. Con una selección excelente de UK garage, R&B noventero y house luminoso, nos hizo bailar hasta el cansancio.
El gran triunfo del festival, a todos los niveles, fue el show de Baiuca. Su popularidad está disparada y no fue una gran idea programarlo en el escenario Jardín. La aglomeración que no habíamos visto en todo el fin de semana la sufrimos allí. Es lógico, nadie quería perderse la que iba a ser la mejor actuación del Paraíso. Su fusión del folclore gallego y la mejor electrónica es realmente cautivadora y su directo ha mejorado muchísimo desde que lo viéramos por primera vez hace cuatro años. Las dos cantantes, que incluso se lanzaron a bailar una muñeira, acapararon el protagonismo con su entusiasmo y el repaso que Alejandro Guillán hizo a sus dos álbumes de estudio fue excelente. A pesar del agobio que supuso la saturación de asistentes fue un directo memorable.
Entre sesión y sesión volvimos a picotear en el escenario Nido de la mano de Two Ex, Jan Swam y Ears On Earth, todos ellos habituales de la noche madrileña. Y es que otra de las cosas que consiguió el Paraíso es dejar claro el buen momento que vive la electrónica en la capital. Y uno de los referente ahora mismo es sin duda Pional. El B2B del día junto a John Talabot suscitó mucho interés y ellos se encargaron de estar a la altura de las expectativas. Hubo lugar para todo, del mainstream al underground; de los clásicos a las novedades. Techno, house, trance y electro en una sesión que, sobre todo, hizo que nos divirtiéramos mucho. Para el recuerdo.
Tras ellos la fiesta aún no había acabado. El Paraíso aún nos tenía reservados a dos grandes para un cierre a la altura. Por un lado Ben UFO probablemente batió el récord del festival en cuanto a shazams y apenas cazamos alguno de lo empastados que estaban los remixes. Tremenda sesión. Por otro lado, Seth Troxler se fue por los cerros del disco con una selección incuestionable si no fuera porque a las cinco de la mañana el cuerpo te pide algo más de tralla. Dejando a un lado que se trataba del cierre, fue un set que si lo hubiéramos escuchado horas antes no hubiera tenido ni un pero. Así acabó un festival que abrimos y cerramos de principio a fin, algo que no suele ser habitual y que refleja que, a pesar de no contar con grandes alardes, este nuevo formato del Paraíso ha sido diseñado con el mismo mimo de siempre. Puro placer.