El Tomavistas quería confeccionar un cartel memorable para celebrar su quinto aniversario, pero el azar quiso que esa ambición se encontrara con un año particularmente complicado en materia de booking. En los últimos meses, todas las promotoras han sudado la gota gorda para cerrar nombres vende-abonos. Este 2019 apenas hay reuniones destacadas, cabezones en gira o grupos de moda disponibles. Y, sin embargo, el Tomavistas lo consiguió. Firmó el mejor cartel de su historia y uno de los mejores del panorama festivalero de esta temporada. Es mucho decir teniendo en cuenta que se trata de un festival pequeño comparado con la mayoría de propuestas: 8.000 entradas diarias. Gracias a sus cabezas de cartel, Beach House y Spiritualized, una segunda línea brutal y algunos de los mejores grupos nacionales de la actualidad, vendió hasta la última entrada disponible. Y lo mejor de todo: cada uno de los asistentes salimos de allí encantados de la vida.
Viernes 24 de mayo
La jornada comenzó con algunos de las mejores propuestas del underground guitarrero que podemos encontrar ahora mismo en España. En primer lugar, Niña Coyote eta Chico Tornado, un dúo que, sin verlo, piensas que es, como mínimo, un cuarteto. Úrsula y Koldo son un par de salvajes desatados que vinieron para presentar su tercer LP, ‘Aitzstar‘ ya cantado íntegramente en euskera, relegando al inglés a sus composiciones pasadas. Buena decisión, para saber apreciar la esencia de su stoner rabioso no hace falta entender lo que están bramando.
Un rato después, las cuatro chicas de Las Odio presentaban su nuevo álbum, también recién sacado de la tostadora, ‘Autoficción‘. Sin duda ganarían enteros si se alejaran del charangueo y se acercaran al punk rock, pero tienen temas interesantes. Sea como sea, da gusto ver un escenario en el que todas las artistas son mujeres y eso en el Tomavistas pudimos presenciarlo más veces. De hecho, no recuerdo ningún otro festival (salvo propuestas muy específicas como el Peineta Fest). en el que haya tanta presencia femenina en un line-up como el del Tomavistas. Además, nada de relleno, todo calidad, lo cual demuestra que cuando se quiere, se puede.
Los siguientes en presentar un nuevo trabajo fueron Cala Vento y su recién editado ‘Balanceo‘. Sin duda alguna, se han convertido, junto con Bala y los que inauguraron esta crónica, nuestro dúo español preferido de la actualidad. Y, a juzgar por la respuesta del público, también de mucha otra gente. Además, como los otros grupos mencionados, tocaron en el escenario Dr. Martens, al que había que llegar atravesando un pasillo de árboles y era una maravilla. Cada concierto estuvo arropado por las ramas y los rayos del sol que se colaban por el lateral del escenario, lo que hacía que la experiencia fuera aún más cálida si cabe.
Cuando Cigarettes After Sex se subieron al escenario el recinto ya estaba muy animado. Repleto nunca llegó a estarlo a pesar de haber colgado el cartel de “sold out” porque se cuidaron mucho los aforos para que no hubiera sensación de agobio en ningún momento. El grupo de Texas era uno de los highlights del festival y las expectativas eran enormes. En nuestro caso, no teníamos ninguna y la verdad es que resultaron muy agradables. Puede no parecer una valoración muy efusiva, pero la verdad es que el ambient pop de Greg González no logró emocionarnos, aunque es inevitable no apreciar su dulzura. Excesiva, incluso, si nos centramos en la voz de Greg González, aterciopelada, candorosa y almibarada hasta el extremo. Por lo demás, no se dejaron ninguno de sus hits, “Apocalypse“, “Nothing’s Gonna Gurt You Baby” o “K.“, e incluso tocaron un cover de “Keep On Loving You” de REO Speedwagon. Todo muy sweet, como su canción, que por supuesto también tocaron.
El rock psicodélico y abrumador de uno de los mejores grupos que tenía todo el cartel, Wooden Shijps, fue como si alguien nos zarandeara en mitad de una modorra. El cuarteto californiano nos hizo una vez más un viaje lisérgico por una contundente y vibrante sensualidad guitarrera de ecos sesenteros. Sin estridencias, apacibles y seguros, hipnotizándonos con canciones tan redondas, melódicas e inspiradas como “These Shadows” o “Staring at the Sun” mientras nosotros nos dejábamos llevar en esa espiral que tan bien saben trazar. Soberbios.
Tras ellos, corriendo al escenario principal para ver a los cabezas de cartel del día: Beach House. De estos nos esperábamos lo mejor…Y nos lo dieron. Victoria Legrand y Alex Scally están tocados por una varita mágica que les hace alcanzar un preciosismo musical con absoluta naturalidad. Comenzaron con “Levitation” y resultó ser toda una declaración de intenciones de lo que querían hacernos sentir. Parapetados por una iluminación y visuales maravillosos, sin duda los mejores que vimos en todo el fin de semana, cedieron todo el protagonismo a las trece canciones que nos regalaron. Cerraron con “Lemon Glow“, “Myth” y “Dive“, pero habrían tocado “mil canciones más”, tal y como dijo Victoria en lo que afirmó que fue “uno de los conciertos más bonitos de su carrera”.
Lo mejor de día ya lo habíamos visto, pero había que acabar bailando. Primero con Toro y Moi, el proyecto de Chaz Bear que suena a de todo un poco (chillwave, electropop, g-funk, indiepop, RnB, trap…) y venía para presentar su último trabajo, ‘Outer Peace‘. No podemos decir que saliéramos cautivados de la propuesta, pero al menos nos hizo menearnos. Los que sí que nos hicieron saltar bastante alto fueron los siempre efectivos Digitalism. Les hemos visto en todos los escenarios posibles: salas de conciertos, plazas públicas, clubes y festivales y todos ellos consiguen llenarlos a pesar de ser solo dos. Envueltos en unos visuales futuristas comenzaron con la mejor introducción posible, “Utopia”, seguida de varios de sus trallazos rompepistas, como “Pogo“, “Glow” o “Night Time“. Desgraciada y sorprendentemente, teniendo en cuenta lo bien que había estado toda la jornada, el sonido fue un desastre. Eso sí, no lo suficiente como para empañar la fiesta. Supongo que a esas horas los niveles de exigencia, a diferencia de los niveles de etanol, están bajo mínimos.
Sábado 25 de mayo
La mañana del sábado perteneció a las familias. Lamentablemente nos vimos obligados a perdernos la actuación de Soleá Morente junto a Napoleón Solo, a pesar de nuestra debilidad por ella, pero no podíamos hacer otra cosa si queríamos aguantar toda la jornada sin tener que recurrir a los alcaloides. De modo que nuestro segundo día se inició con Stonefield, un grupo formado por cuatro hermanas procedentes de Australia. Lo único que sabíamos de ellas es que el año pasado publicaron un disco cojonudo que no habíamos escuchado. Se llama ‘Far From Earth‘, lo produjo el crack de Black Mountain y lo publicó el sello de King Gizzard & The Lizard Wizard. Con semejante aval solo podía depararnos algo bueno. Y efectivamente, nos dieron un puñetazo en las sienes que nos pilló totalmente desprevenidos. Su música es pesada, árida y demoledora. Una mezcla de Fleetwood Mac, Jefferson Airplane y Black Sabbath, lo que a las seis de la tarde y con un sol de justicia se antojaba bastante desconcertante. Nos encantaron.
De ahí fuimos a darnos una ducha de buen rollo gracias a The Beths. La mayor y más agradable sorpresa de todo el festival resultó ser un grupazo de jangle pop venido de Nueva Zelanda. Canciones vitaminadas, melódicas y llenas de sustancia. Resultan accesibles y al mismo tiempo profundos, en parte gracias a su peculiar lirismo y en parte a que los cuatro componentes se conocieron en una escuela de jazz. Acabamos de descubrir su disco ‘Future Me Hates Me‘ pero lo incorporamos del tirón a nuestros discos preferidos del año pasado. Aunque no cabe duda de que en directo ganan mucha vitalidad, aunque toquen con una aparente desgana muy entrañable, especialmente gracias a la solvencia de su cantante Elizabeth Stokes, cuyo liderazgo es tan evidente que hasta da nombre a la banda.
Y pasando de una vocalista soberbia a otra que lo es todavía más: Nina de Juan, de Morgan, probablemente el mejor grupo que ahora mismo tiene este país. Y lo mejor es que no están infravalorados, algo que suele ocurrir en España con los grupos que practican canciones de raíz soul, country y americana. Empalman un sold out con otro e incluso han llegado a colar su disco entre los más vendidos, aunque estemos hablando de pocos discos y poco tiempo. Pero bueno, está claro que el público se ha dado cuenta de su desbordante valía. Al fin y al cabo, es difícil que no te conmuevan si tienes oídos. El escenario principal estaba lleno hasta los topes y las ovaciones tenían lugar incluso a mitad de las canciones. En algunos matices pecan de exceso de eclecticismo, pese a que en otras formaciones eso puede resultar una virtud, pero en conjunto su talento compositivo es incuestionable. Da igual si los temas son en castellano o inglés, todos logran tocarte la fibra. Además, es un placer asistir al contraste entre la aparente inocencia de Nina y su transformación en diva cuando se arranca a cantar a dos palmos del micrófono. En fin, que ya estamos deseando ver de nuevo en directo a Morgan.
Cinco minutos después estábamos viendo a Cass McCombs. Entonces volvíamos a percatarnos de lo que había conseguido este año el Tomavistas: reunir tanta elegancia en un solo cartel que costaba creerlo. El californiano es todo un estandarte del nuevo folk americano y uno de los mejores compositores contemporáneos. Alt-folk y lo-fi tocado con una sensibilidad y virtuosismo ensoñador. Nos presentó algunas de sus nuevas canciones recién editadas, divagó con dosis de improvisación que alargaron otras y nos deleitó con clásicos recientes como “Bum Bum Bum“, “There Can Be Only One” o “Brighter!“. Nos quedamos con las ganas de esa joya llamada “County Line” pero no se puede tener todo.
El concierto más sonrojante del festival (en nuestra experiencia el único, aunque sabemos, o intuimos, que hubo otros) fue el de Carolina Durante. Coincidió además con que fue el concierto con más público, pogo y sing-a-longs de todo el festival. Al menos en ese sentido reparten la vergüenza con el público. Pero tampoco nos pasemos de cascarrabias, la gente solo quiere emborracharse, hacer el hooligan y pasárselo bien. Supongo que para eso sí que valen. Al fin y al cabo el concierto era algo parecido a la grada sur de un campo de fútbol. Sobre el escenario, un equipo de tercera regional, eso sí, pero a nadie parece importarle demasiado que el cantante se mueva y entone como si estuviera engullendo nuggets sin masticar. La ausencia de referentes, o la proyección del gusto por los memes al ámbito musical, podría explicar el fenómeno. Aunque tampoco sé si merece la pena encontrar una explicación o lo mejor es ir directamente a la barra a pedir otra cerveza.
Suerte que tras los Cayetanos fue el turno de uno de los platos fuertes del festival: Spiritualized. El proyecto del enigmático Jason Pierce de Spacemen 3, vino para presentar su LP del pasado año ‘And Nothing Hurt‘, y vaya si lo presentó: tocó íntegramente y por orden las nueve canciones del tracklist. Después de tanto tiempo anhelando este concierto hubiéramos preferido un greatest hits, pero después del épico concierto que vivimos aquella noche, que sin duda formará parte de los mejores del año, no podemos tener queja alguna. La presencia de tres cantantes de góspel fue arrolladora, pero es que toda la banda trenzó una cascada sinfónica que resultó abrumadora. Fue, sencillamente, precioso.
Ya en la recta final del festival, pudimos admirar el magnetismo de Deerhunter, esa peculiar banda de post punk psicodélico, popero y experimental (por clasificarlos de algún modo), en lo que fue la presentación de su soberbio último trabajo llamado ‘Why Hasn’t Everything Already Disappeared?‘. No tenemos respuesta a esa pregunta, pero hay que admitir que su música le daría mucha dignidad al Apocalipsis. En realidad llevaban muchos años sin venir a presentar ningún disco. El último fue su obra maestra ‘Halcycon Digest‘, del que en esta ocasión escogieron canciones como “Revival“, “Helicopter” o “Desire Lines“. Esta última fue de lejos la más coreada. Al frontman Bradford Cox le tiene que joder un poco que la más celebrada sea la única que canta el guitarrista. O bueno, quizá no. A él le preocupan otras cosas. Lo único que dijo en todo el concierto en que somos muy afortunados por tener en Madrid tantos perros felices. Lo decía porque, según comentó, había estado paseando por el parque Tierno Galván y había visto a muchos perros sonriendo. Claro, Brad, dame un poco de eso que tú tienes. También añadió que esperaba que la última canción, “Coronado”, nos hiciera ser tan felices como lo son nuestros perros. Pues oye, en eso hay que darle la razón, ese erótico saxofón produce el mismo efecto que la más jugosa de las galletitas.
Como antesala del colofón final, Awwz invocó al bailoteo despreocupado a golpe de mashups de hip hop, RnB y música urbana. Hubiéramos disfrutado mucho más con un live que con una sesión porque la dj catalana tiene producciones maravillosas como por ejemplo “Awake“, pero es comprensible una elección más animada por la hora que era. El cierre del festival corrió a cargo de Friendly Fires. Único concierto en España en todo el 2019 para presentar su último disco después de ocho años. Hay que admitir que tienen un directo explosivo que merecería haber sido visto por mucha más gente, pero una gran parte del festival decidió absurdamente abandonar el recinto de forma prematura. Fue toda una ensalada de percusión y, especialmente, una demostración de cómo se lidera una banda a cargo del carismático Ed Macfarlane. Su combinación de pop rock y electrónica se descargó tanto en temas nuevos como “Heaven let me in” o “Love like waves” como en las canciones que les dieron la fama, como “Paris“, “Jump in the pool” o “Skeleton Boy“. Después de todo el festival, estábamos extenuados pero aún así fue imposible no bailar, aunque sino ya lo hubiera hecho el cantante por todos nosotros. Qué ritmo tiene el cabrón. Y esto fue todo. Qué más podemos decir. Fue un aniversario inolvidable. Viva el Tomavistas.
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