A mí modo de verlo, hay tres tipos de festivales: los que se centran en sangrar todo lo que pueden al público (la comodidad brilla por su ausencia y están repletos de cláusulas abusivas), los que simplemente están bien organizados (consiguen aprobar en todos los requisitos básicos y están montados con bastante profesionalidad) y los que están hechos con cariño, aquellos que se hacen desde el corazón por y para la música. Creo que Fresh Weekend corresponde a esta última categoría, aunque también tiene mucho de la segunda y nada de la primera. La gente de Progeve Music y LP45 Producciones logró una perfecta combinación entre la calidad del cartel, un recinto muy bien escogido y el deseo de bienestar de todos los que nos acercamos hasta Cerceda para disfrutar el que desde aquí calificamos como “el festival de música de electrónica del verano en España”. Y tras haber vivido la experiencia y pasado la resaca, el cansancio y el aturdimiento propio de un fin de semana demencial, lo reafirmo. De hecho, me atrevería a decir que la primera edición del Fresh Weekend fue de notable alto a pesar de unos cuantos fallos técnicos y climatológicos. Los primeros evitables, los segundos no tanto.
En cualquier caso, lo importante es el recuerdo que albergamos todos los que estuvimos allí de los dos días de música y diversión sin tregua que vivimos gracias a una gran organización, cartel y espíritu positivo que se encargó de llenar hasta el último rincón de esa localidad gallega.
Llegamos al mediodía del viernes y para entonces aquello era un ir y venir constante de coches, gente con tiendas sobre el hombro y bolsas de plástico con avituallamiento. Varias zonas de acampada situadas a ambos lados de la carretera, algunas más improvisadas que otras, comenzaron a ver brotar Quechuas como si de setas se tratara. Los prados que hasta hacía unos días parecían haber servido de zona de pasto de ganado se convirtieron en campings. Cerceda es un pueblo bastante gris y desprovisto de mucho encanto, más allá del de sus gentes, pero el paraje en el que está ubicado, como casi toda Galicia, es una auténtica maravilla natural. Y es que no concibo mejor ambiente para que fluya el techno que un paisaje rural rodeado de árboles como este.
Entonces ya sonaba la música pero no fue hasta la hora del vermú cuando nos acercamos al escenario azul a ver qué hacían Los Suruba. Tech-house fresco, que es lo que tocaba para abrir la jornada, aunque antes ya habían inaugurado la cabina los Freshquitos y Tintín. Me sorprendió que a esa hora la gente ya medio abarrotara la carpa. Había muchas ganas de bailar bajo las nubes que tapaban en sol pero no el voraz apetito de fiesta de las miles de personas que empezaban a abarrotar la zona. Sin duda alguna este era el mejor escenario de los cuatro. Grandísimo sonido, pantallas de leds, iluminación espectacular…En cuanto al recinto es una explanada de hierba circular que rodeaba el parque acuático. A lo largo de la misma muchos árboles, un riachuelo, bancos, numerosas casetas de tickets (freshquitos), comida, bebida…En fin, algo parecido al paraíso. Además, si hay algo reseñable es el precio tremendamente popular tanto de la comida como de la bebida. Que una copa cueste 4 euros en un festival a estas alturas de la vida me parecía algo impensable hasta que conocí el Fresh Weekend.
Después de llenar el estómago el festival comenzó a coger vida. Ubi tomó el escenario Rojo, los chicos de Downbeat el blanco, el más pequeño de todos y el que la gente se encargó de ignorar durante casi todo el festival y Uner tomó los mandos la zona azul. Este último sonó muy potente pero demasiado estirado, pero a la gente no pareció importarle en exceso ya que la carpa siguió llena en detrimento del resto de zonas. Pero bueno, había que tomárselo con calma, que aún teníamos unas catorce horas por delante, así que optamos por la degustación de uno de los fantásticos mojitos que fabricaban con mimo los chicos de la caseta junto al río y nos espanzurramos encima del césped.
La fiesta comenzó realmente en el escenario grande con John Axiom & David Granha. Correctos pero sin sorpresas. Mientras tanto el showcase de Cadenza puso en el aire las primeras notas rebosantes de clase del día a cargo de Darya y Robert Dietz. Tech-house bailable y genuino que disfrutamos brevemente ya que era el turno de ir a por uno de los nombres a los que más ganas teníamos de ver el viernes, Aril Brikha. A pesar de que no logró deslumbrar sí que dispuso máxima elegancia sobre los platos. Atmósferas bien recreadas y aunque pecó un poco de linealidad y renqueante estructuración de su live, hits como “Winter” consiguieron hacernos entrar en calor. A las que parece que no les convenció su directo fue a las nubes. Estuvieron aguantando hasta entonces pero tras el sueco se desató el diluvio. El gran perjudicado fue Marc Marzenit, mago del sonido y poseedor de producciones tan magistrales como “Spheere“, pero para bañarnos ya teníamos las piscinas, así que hubo que salir corriendo de allí. El chaparrón cesó a tiempo para Octave One pero por alguna razón que desconozco nos perdimos al que dijeron que fue de lo mejor del festival y acabamos retomando la fiesta frente a Brodinski. Éste hizo lo que mejor sabe, tirar de su maleta repleta de electro pachanguero y hacer botar al personal. Divertido pero sin sustancia. Música idónea para cuando vas profundamente cocido. Como no era el caso al rato tiramos para el maestro del bailoteo, el señor Alexander Kowalski. El día en el que deje de deleitarme con una sesión que me vuelva loco cambiará mi parecer sobre él, pero hasta entonces seguiré disfrutando de su genial olfato para dar al público lo que quiere como el que más. Creo que con él pasa un poco lo mismo que con 2Many dj’s. Aunque la música que pinchan es distinta ambos son de esa clase de dj’s cuya misión es reventar las pistas con canciones impredecibles que consiguen funcionar tremendamente bien, véase por ejemplo el remix de “Idioteque” de Radiohead que se le ocurrió cascar al alemán. Luego ya gracias a clásicos como “Lock My Up” o “Speaker Attack” nos hizo botar como posesos. Tanto que casi rodamos a causa del barrizal y lo empinada que era la cuesta de la más que discutida ubicación del escenario Verde.
Lamentablemente hubo problemas con el vuelo de Luciano, a causa de la tormenta que asoló el cielo de Madrid y nos quedamos sin disfrutar de uno de los principales cabezas de cartel viernes. Y con esta, la segunda jugada que el jodido clima nos hacía en la primera jornada del festival.
Pero bueno, la noche seguía su curso y tras Kevin Saunderson, que dejó a un lado su faceta más verbenera para hacer una correcta sesión de techno sin florituras, aunque con temas tan tremendamente trillados como “The Bells” o “Spastik“, llegó el turno de dos piezas básicas del electro actual, The Hacker y dj Hell. Desgraciadamente decidieron no complicarse la vida y se acomodaron frente a la mesa sin tomar ningún riesgo. Y quien no arriesga no gana, de modo que lo de ambos fue un tanto mediocre, aunque efectivo. Y es que muy mal se te tiene que dar para que el público no responda a esas horas de la noche. Si a la falta de demasiada materia gris musical añadimos algún que otro problema técnico, el resultado es evidente, ambos pasaron por Cerceda sin pena ni gloria. Hell se fue muy cabreado una hora después de comenzar a pinchar por lo que The Glimmers tuvieron que suplir su hueco para rellenar. En el escenario Verde Sandwell District pusieron el broche final a la jornada del viernes olvidándose del directo y dedicándose a pinchar de la forma tan mediocre que Regis y Function saben hacerlo. Un rato después dieron la razón al cansancio de nuestras extremidades y decidimos encaminarnos hacia la salida.
Nos hubiese gustado que la noche hubiera acabado cuando el reloj estaba a punto de marcar las seis de la mañana, pero no fue así. Raves improvisadas en la zona de acampada asesinaron nuestro descanso a ritmo de techno machacón.
Así que nada, un rato después comenzaba el día. Unas cuantas zambullidas en el discreto Aquapark y camino de Cerceda a buscar un chuletón con el que reponer nuestras maltrechas energías. Acabamos en el restaurante Tío Pepe en el que una parrillada nos devolvió la vida para enfrentarnos a la jornada del sábado.
La fiesta debería haber comenzado con Henry Saiz pero una enfermedad impidió que pudiera acudir a su cita. Le sustituyó Tintín pero se acercaba la hora del partido de España- Paraguay y había que animar a la Roja. Sí, sí, ya sé, puto país en el que se antepone el fútbol a cualquier otra cosa, pero qué podíamos hacer después del detallazo de la organización. Y es que pusieron una pantalla gigante frente a la explanada principal para que todo el mundo pudiera ver el Mundial. Así que nada, miles de personas se agolparon allí para celebrar con un grandísimo clamor el gol de Villa que nos llevó a la victoria. Quién iba a decir días después acabaríamos ganando la copa… Lo que sí estaba un poco más claro es que Convextion iba a entrar en el podium de lo mejor de todo el festival. Una pena que coincidiera con el fútbol y fueran pocos los que presenciásemos, en intervalos fragmentados, su impresionante despliegue de dubstep con matices minimal e IDM. Por suerte, los que se lo perdieron y estuvieron un poco espabilados tuvieron la oportunidad —azarosa, eso sí- de disfrutar de su directo en el escenario Blanco debido a la cancelación repentina de Patrice Scott por haber perdido el vuelo. Seguro que alguno de sus vicios incontrolables tuvo algo que ver. En cualquier caso el bueno de Convextion se marcó un live totalmente improvisado y que ni siquiera se anunció; la única forma de enterarse fue el boca a boca. Lo cierto es que la última hora de la tarde fue el momento de coincidencias más desesperante. Si no teníamos bastante con la solapación del texano con la Roja súmale también la actuación de Aeroplane. Sólo pudimos ver un rato a la versión individualizada de los italianos pero sus remixes cósmicos y sus punteos del Chart Mix lograron hacernos bastante felices.
Christian Wünch lo hizo bien pero sin ofrecernos nada que incitara a algo más que un leve contoneo. Todo lo contrario que Oxia un rato más tarde. El francés logró sorprendernos con su techno-house melódico granado de producciones tan exitosas como “Domino” o “Whole Life” y enfilar con gran destreza lo que sería una noche de saltos y compadreo con todo aquel con el que nos topamos. Reeko nos hubiera obsequiado con una sesión vibrante si no hubiera sido por un sonido embarrado y carente de nitidez. La saturación de los graves nos forzó a caminar en dirección a la carpa para disfrutar de Guy Gerber. Y vaya que si disfrutamos. Se marcó un live de techno melódico impresionante y lleno de clásicos con los que saltar sin control. Tras éste la calidad no menguó en la zona azul ya que Steve Lawler logró fascinar al público con un gran sonido, espectáculo e impactantes visuales. Lo que sí es cierto es que daba igual quien pinchara en la carpa porque estaba llena a todas horas. De hecho diría que el 75% del público femenino se pasó allí prácticamente todo el festival.
A ratos también pudimos acercarnos al escenario blanco a ver qué estaba haciendo el mejor que pasó por esa pequeña carpa en todo el fin de semana, el señor Fred P. Nada menos que 6 horas de sesión que a algunos incondicionales les hizo echar raíces encandilados con su magnetismo a caballo entre el house y el techno más profundo e incluso alguna concesión al nu-jazz. En definitiva, calidad por los cuatro costados muy bien conducida por sus manos expertas.
Un decepcionante Redshape obvió sus mejores temas y optó por una sesión infectada de vacuidad repetitiva y rancia monotonía. Una hora después daría paso al gran Dave Clarke que se encargaría de clausurar el festival al ritmo de frenética zapatilla technófila pero decidimos alternar también con el escenario Rojo para llenarnos un poco el alma de electro. Y es que allí Arnaud Rebotini y sus Blackstrobe ofrecieron algo totalmente distinto al resto de la jornada. Hicieron un directo arrollador y muy rockero gracias a sintes, guitarras, batería y teclado que a través de trallazos como “Shining Bright Star“, “Burn your Own Church” o “I’m a Man” que hicieron que todos los allí presentes enloqueciéramos sin remedio. Incluso Rebonitini se atrevió a coger el micrófono y deleitarnos con su destreza vocal que, todo sea dicho, es más bien limitada. Este escenario se encargó de cerrarlo el pistero Zombie Nation. Se ganó nuestro beneplácito gracias a un puñado de temas del Zombielicious que aún continúa presentando y bombazos como “Kernkraft 400“. Pero el cierre del Fresh Weekend correspondía al maestro atómico Dave Clarke. Muy inspirado y con ganas de currárselo desempolvó la mesa de mezclas como un loco a base de efectismos, enrevesadas estructuras con atronadores graves emergentes y tecnicismo en estado puro. Dejó a un lado los temas más comerciales a favor de una grandísima sesión de techno por techno. Arrollador como mandan los cánones del estilo. Y con el bombo repicando en nuestra mente maltratada y una fatigada sonrisa pintada en nuestras caras nos fuimos a reposar un poco antes del largo viaje de vuelta a Madrid.
El balance final fue la actuación de más de 70 artistas nacionales e internacionales, un presupuesto cercano a los 350.000 euros y una congregación de más de 16.000 personas. Una arriesgada y victoriosa apuesta que nos deja una gran noticia: esta es la primera, pero no la última edición del Fresh Weekend ya que el próximo año Progeve y compañía volverán a las andadas. Y esperemos que entonces el clima nos conceda un respiro para que el nombre del festival no adquiera, como ocurrió este año, la connotación que nos hizo tener que llevar sudadera y aún así castañear los dientes en algún momento. Asimismo confiamos en que no se produzcan tantas cancelaciones inesperadas y la organización mejore esos pequeños matices de sonido, horarios, aumento de zonas de acampada e irregularidades en el terreno del escenario grande para que la segunda edición del Fresh Weekend sea absolutamente perfecta. Todo lo bueno (que es mucho) mantenedlo, por favor. Y por supuesto que sepáis que nos vemos el año que viene, llueva o nieve.
Texto: Javi JB
Fotos: Pat Blanco
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