Después de la reciente visita de dos maestros del rockabilly, como son Paul Ansell y Big Sandy, sólo podíamos soñar con que el círculo se completara con el mayor referente femenino actual del género, Kim Lenz. Pero ya ves, a veces milagros como este ocurren. Tantos conciertos de los herederos más auténticos del sonido rock de los cincuenta sólo pueden indicar que se trata de una llama que está empezando a arder con fuerza en Madrid. Tampoco nos engañemos, en España sigue siendo una escena, por llamarlo de alguna forma, muy minoritaria y pocas veces veremos el cartel de entradas agotadas en una sala de un aforo de poco más de trescientas personas, como es la Boite. No nos olvidemos de que en estos lares aún se piensa que el Rock se inventó en la Movida. Pero bueno, el caso es que a los artistas les gusta este país y mientras sigan surgiendo promotores que quieran comprometerse y, lo que es más importante, suficiente público que lo sustente, podremos seguir disfrutando de noches vintage tan deliciosas como la que Kim Lenz & The Jaguars nos regalaron el pasado 14 de abril.
Se podría decir que Kim Lenz debería gozar del éxito de Imelda May, y no digamos ya del hype del año pasado, los polluelos Kitty, Daisy y Lewis, pero ya se sabe que las pepitas de oro están bajo la tierra y no en la superficie. En este caso la pepita es de color del fuego y con su voz consigue caldear el alma. O más bien, removerla a ritmo de rock and roll, porque Kim tiene algún momento de ternura, pero sobre todo tiene más ritmo que un diablo de Tasmania. Lo que está claro es que, tras el fallecimiento de Janis Martin, esta chica es la actual poseedora de la corona del rockabilly contemporáneo femenino, junto con Wanda Jackson, por supuesto. Y su vuelta a los escenarios tras la maternidad que la tuvo un tiempo en stand-by, es una bendición. Más aún si es para presentarnos su último trabajo autoproducido It’s All True, aunque ya tenga un par de años, y en el que por cierto también ha participado su colega Big Sandy, además de toda la ristra de perlas que lleva componiendo desde los años noventa, muchas de ellas para Hightone. Como única objeción en comparación a lo que eran los Jaguars hace unos años, la tremenda pérdida del maestro Nick Curran como guitarrista del combo. Pero bueno, es algo natural que intentara sacar el mayor partido a su talento y formara su propia banda, los Lowlifes. No obstante, la elección para sustituirle oficialmente, no podía haber sido mejor: Mario Cobo de los barceloneses Nu Niles. Sin duda alguna, uno de los tesoros más preciados del rock patrio.
Una vez que los Jaguars se subieron al escenario y caldearon el ambiente con un tema instrumental, saltó Kim Lenz con garbo, acompañada de su acústica, una imborrable sonrisa y los nudillos tatuados con rotulador, en los que se podía leer “I love Madrid”. Y es que desde el primer momento logró hipnotizar al público con su magnetismo y tremenda simpatía, incrementada además, a base de lingotazos del vino tinto —peleón por cierto-, mientras el resto de la comitiva se pasaba la botella de tequila. “Saturday Jump” fue el cartucho de salida, al que sucedieron “Choctaw Boogie” y su conocida “Devil on my Shoulder“. No tardaron en comenzar a caer las mejores píldoras de su último trabajo, empezando fuerte además, con sus dos mejores canciones “That’s the Breaks” y la picarona “Zombie for you love“, cuyo estribillo es pegadizo hasta la saciedad. Por cierto, si no habéis visto el videoclip, no dejéis de hacerlo, porque se marca un simpático homenaje a “Thriller“. Las miradas cómplices se sucedieron y el protagonismo se repartió, porque Kim no acapara las miradas, sino que anima e incita al resto a brillar por sí solos. Y así lo hizo Mario Cobo cuando se puso delante del micro y nos deleito con un alarde supremo de rock and roll, respaldado por el buen hacer del baterista Scotty Tecce y el bonachón contrabajista Jake Kamp.
Juguetona, bailonga, versátil y con una capacidad admirable de saltar de un registro a otro y deleitarnos con temas más rockeros, más country o más hillbilly, no bajó el ritmo ni en las canciones más sensuales. Nos volvió locos con “Chocolate eyes“, “He’s all mine” o “I’ll tell you when“, nos enamoró con sus epicúreas canciones incluidas en el último disco, “Burning rubber” y “Shined up and ready to shout” y nos dejó el mejor sabor de boca posible con los temas que escogió para clausurar el fantástico set, su versión de “Ten cats down” de las Miller Sisters y la potente “Tennessee Waltz“. En fin, es dificil contemplar mayor autenticidad y pleitesía solemne por la cultura vintage de los 50, alejada de los actuales tópicos versados en los disfraces calavéricos de pin ups, el burlesque putón y los tatuajes fosforitos. Pero sobre todo, es imposible imaginar mayor deleite rockero, revestido todo él, de una elegancia tan genuína.
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