Crónica Paul Ansell, 24/02/11 — La Boite

Si uno cierra los ojos mientras Paul Ansell y sus Nº9 suben al escenario y comienzan a tocar, le es inconcebible imaginar que los tipos que practican ese rockabilly de raíces procedan de Inglaterra. Pero así es, la tierra en la que la cerveza negra se impone al bourbon y lamentablemente, el dubstep electrónico al rock and roll en la actualidad, sigue siendo capaz de parir artistas de la talla de Darrel Highham, Imelda May o el caballero que ahora copa nuestra atención, Paul Ansell. De hecho, hasta él mismo yo creo que se ve más en Nashville, lugar en el que ha grabado su última joya, ‘Love Conquers All’. Y es que, como quien no quiere la cosa, ya es el décimo primer trabajo parido por esta entrañable pandilla de vaqueros añejos vestidos de etiqueta, desde que comenzaran su andadura a principios de los noventa. Aunque Paul lleva rockeando ya mucho tiempo, lo que le ha llevado a trabajar codo con codo con artistas de la talla de Reggie Young, Billy Swan, David Briggs o Scotty Moore, el emblemático guitarrista de Elvis. Y es que si sigues cerrando los ojos como al principio, no te costará visualizar al Rey cuando Ansell comienza a cantar con su prodigiosa voz.

Y acompañándole sobre las tablas, enfundados de punta en blanco, en trajes de otra época, tres dinosaurios con tanto talento como años sobre sus curtidos lomos. El sobrio John Standen y su contrabajo, el pícaro Paul Atkinson a la batería, del mismo modo que hizo en el pasado junto a Etta James, The Playboys y Househakers y por último, el genuino James Compton, con décadas de experiencia en su haber, con Shakin’ Stevens y Darts, y muchos otros. Inmejorable plantel con Bloody Mary como anfitrión pero, desgraciadamente, tan sólo con un tercio de la sala Boite cubierto por seguidores de tan suculento manjar. Y es que es curioso como, teniendo un producto de igual calidad, conciertos como los de la bella Imelda que nombrábamos al principio aúnan hasta a un millar de seguidores gracias al respaldo mediático y fashionista al que siempre van ligados, y otros como el de Paul Ansell y su banda, tan sólo logran reunir a poco más de un centenar de madrileños. Es curioso y triste, pero no sorprendente, puesto que ya son muchas veladas íntimas de este estilo en los rincones de la capital. Pero bueno, recordemos mejor nuestra fortuna por ser unos de los pocos que albergarán un concierto como este en su memoria.

La excelente “It ain’t right” fue el detonante del repertorio de los Number Nine. Un comienzo bailongo y optimista que no consiguió agitar a la muchedumbre, al menos no en forma de zapateado. Quizá la procesión se lleva por dentro, pero como ya estamos acostumbrados al Campo Santo, lo mejor fue limitarse a observar la ondulante llama del escenario, e ignorar la oscuridad. Con la misma fuerza y empuje cayeron fantásticos temas como “Lonesome train“, “His Latest Flame” o “Rockin’ In Memphis“. A veces más rockero, a veces más country, siempre con idéntica precisión tanto Paul Ansell con las cuerdas que toca con la mano y la garganta, y su banda que toca con una fluidez que hace que parezca tan sencillo como echarse un trago de whisky de Tennesse. Asimismo, la variedad con la dota al setlist hace que el tiempo pase como una corriente de aire polvoriento, porque hay cabida para temas de lo más animado, como “Paralyzed“, “Country Boy” o la maravillosa “I’ll Cry Instead“, como también para otros de carácter más romántico y rebosantes de ternura, como son “Early Morning Rain” o el homónimo de su último trabajo, ‘Love Conquers All’. Momentos que quedaron terriblemente enturbiados por el constante murmullo de todos los desgraciados que aprovecharon los momentos de calma para ponerse al día.

Pero bueno, Ansell hizo oídos sordos y se mantuvo sonriente, muy comunicativo y sobre todo, receptivo durante todo el concierto ya que charló con el público y estuvo atento a sus solicitudes, como la de su canción más conocida, “Red Light” y que no pudo resistirse a tocar, a mitad del concierto debido al clamor de las primeras filas. Aunque de lo que sí que quedamos saciados es de las fantásticos covers con las que nos obsequió. Y es que además de un magnífico compositor, Paul Ansell versiona como nadie a otros artistas, dotando a canciones históricas de su estilo personal y tan lleno de alma. De modo que los Nº9 nos deleitaron con “Promised Land“, la canción que escribió el gran Chuck Berry en prisión y que tantas veces ha sido versionada por grupos como The Band, The Grateful Dead o el propio Elvis. También con la inmortal y perfecta “Sea of Heartbreak” de Don Gibson y sus coros de ensueño, “How Could I Help But Love You” de Aaron Neville (pero sin alcanzar el desgarrado sentimiento de éste) o “Ruby” de Kenny Rodgers (aunque “The Gambler” ya sí que hubiera sido increíble). Además, nos probó su amor por las canciones populares con la griega “Misirlou“, aunque con la idéntica revisión surfera e instrumental de Dick Dale, y la americana “Hey Joe“, popularizada por Hendrix y cuyo riff aún repiquetea en nuestra mente. Y por si todos estos clásicos no fueran suficientes también nos maravilló con una rockabilizada “The Passenger” de Iggy Pop.

En fin, qué más se puede pedir. En la recta final incluso logró arrancar unos coros vigorosos al aletargado público con la ondulante canción de Elvis, “Crawfish“, y nos volvió a regalar la soberbia “Red Light“, que es tan buena que incluso una tercera vez no hubiera sobrado. En fin, qué noche tan grande, joder. Ojalá hubiera muchas más como esta, aunque entonces no serían tan únicas, claro. De modo que, con que esta gente tan distinta a todo a lo que estamos acostumbrados, se digne a visitarnos de vez en cuando, estará bien. Hasta otra, maestros.


Texto: Javi JB
Fotos: Raúl Ranz
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