Por convención social, trayectoria histórica, o lamentable falta de miras, la música electrónica constituye un fenómeno ciertamente infravalorado (si no demonizado) en nuestro país. Casi desde sus comienzos ha quedado relegado a unos beats repetitivos que la inmensa mayoría del público relaciona con un domingo a mediodía en el parking de la fabrik. Y -aunque también es eso- mucho ha llovido desde la ruta del bakalao de los 90 y el festivo cóctel de drogas con el que irremediablemente venía asociado. No es que las pastillas de éxtasis hayan desaparecido, pero la electrónica se ha hecho mayor y forma parte de nuestro quehacer diario. Amén de publicidad, cine y centros comerciales, más allá del EDM en que ha mutado el pop latino; la música electrónica ha evolucionado hacia un mágico y superdiverso ideario musical. Con sus inherentes (e inevitables) etiquetas, ya es todo un universo que se mueve desde la música atmosférica y ambiental a una nueva rama de metal y hardcore, con todo lo que este abanico puede abarcar de por medio.
El panorama español se ha ido abriendo lenta y reticentemente a una música que en Europa lleva años llenando no sólo naves de extrarradio, sino clubs céntricos, escenarios de primer nivel y festivales de renombre. Y el Primavera Tendencias es una muestra más de ello: que en una primera edición (tras un intento frustrado el pasado 2014) cumpla unas aceptables expectativas con artistas internacionales de primer orden es más que un logro. Es una declaración de intenciones.
Y es que no ha sido un tímido intento de festival primerizo, el Primavera Tendencias Festival ha aterrizado en Sevilla con un cartel digno de un Creamfields, Monegros o del Dreambeach: Chase and Status, Nervo, The Bloody Beetroots o 2Many Djs encabezaron un cartel en el que hasta el último grupo podría haber sido primer nombre. Eso sí, tal asamblea de celebridades conlleva una evidente contra: un solapamiento continuo de actuaciones en la que tenías que elegir entre techno, EDM o Bass Music.
Organizativamente, para ser una primera edición el Tendencias se merece una notable enhorabuena. Barras al precio habitual de festivales, baños que aguantaron la ventolera de 10 horas de música sin generar grandes colas y una bendita falta de aglomeraciones en el recinto. El contrapunto lo puso un tapón a la entrada que nos retuvo a muchos hasta 40 minutos entre el cajón de recuento y el punto de cacheo, lo que generó nervios, enfado entre el respetable, y una evidente falta de seguridad. De todas formas, nada destacable si ya has vivido los percances de algún Viña Rock o del Alrumbo.
Menos mal que al otro lado nos esperaba Benny Page para solventar el problema. Porque no hay enfado, confusión o espera de 45 minutos que el británico no pueda hacer olvidar cuando se sube a los platos. Con una mezcla de ragga jungle y bass revienta las pistas de baile de todo el mundo. Y da igual que la repita, da igual que su estilo continúe reproduciéndose dentro del mismo hábitat un LP tras otro, porque la ecuación es ganadora. Y funciona.
Seamos objetivos: Benny Page es catártico. Es un genio de su campo, y sabe perfectamente cómo conseguir que miles de asistentes no puedan parar de bailar. Se marcó un concierto repleto de drum’n’bass, ligeramente alejado de los últimos sets vistos en España donde el dancehall se estaba comiendo a cualquier otro de los estilos que domina. Este joven DJ es uno de los responsables de la regeneración de la electrónica británica actual, y lo dejó bien claro en una de las actuaciones más celebradas de la noche.
Ritmos rotos con elegancia y mucho rap tomaron el relevo en boca de Foreign Beggars. Estos británicos son rápidos, son contundentes, y te dejarán atónito. No importa lo cansado que estés: es imposible parar cuando su dubstep rompe los beats más graves, cuando sus voces se deslizan vertiginosas en cambios de ritmo imposibles. Pavan,Metropolis y compañía son el hijo natural entre la electrónica y el hip hop en el siglo XXI, uno de los nombres más destacados en lo suyo.
Ofrecieron un set increíblemente ágil, bien estructurado, donde los cambios de ritmo y de intensidad estaban planeados al más mínimo detalle; y eso se reflejó en un concierto constantemente activo que copó la atención de su público en todo momento.
Y luego llegó el caballero. El más esperado en el Kritikal. El italiano más buscado por los festivales, por los amantes del hardcore y la electrónica punk.
Ante Sir Bob Cornelius Rifo, hay que arrodillarse. Y si no ante él, sí ante la mitad de aquellos míticos Bloody Beetroots cuya música triunfó en menos de cinco años y desapareció en pleno olimpo de la electrónica. Salvaje, hiperactivo y muy, muy contundente, las tablas de SBCR brillan por encima del recatado presupuesto del Tendencias. Brilla como su máscara de Venom. Brilla como el electro más duro y consistente ofrecido en toda la noche. La sesión de dj italiano fue tan arrasadora como constante, sin permitir un único momento de respiro al respetable, que probablemente llevaba meses esperando este concierto. El público estalló literalmente con canciones como “Warp” y su reloj roto. Por no hablar de “Volevo un gatto nero”, que hizo a miles de personas reprochar a Bob Rifo todo lo que nos había prometido.
Pero cumplió. Y con creces.
Y es que hay veces en las que los prejuicios deben romperse. Hay veces en las que llega la música electrónica y es capaz de henchirte por dentro, de significar profundamente, de convertirse en algo más que un “chunda-chunda” de parquineo para ascender un puesto en el elitista escalafón musical.
No sólo hace bailar, sino que sus múltiples capas ahondan en tu subconsciente de forma que todo se vuelve trascendente e increíblemente cierto. Esa es la especialidad de Netsky, que con sus melodías y sus potentes colaboraciones le canta a la vida como ningún juglar del gospel ha hecho antes. Su música se convierte en directo en algo casi metafísico, pudiendo conseguir que 3000 personas se sonrían independientemente de todo lo que les espere más allá del estadio de la Cartuja unas pocas horas después.
Hablamos de “Puppy”, de “Running Low”. De temas como “Come Alive”, que en directo hacen, literalmente, magia. Fue uno de los artistas que más público reunió alrededor del Kritikal y con motivo. Sólo el formato live de la banda lo hubiera podido hacer mejor, pero Netsky demostró la calidad de su proyecto defendiendo en solitario un directo de sobresaliente.
Chase & Status gustó, pero no como un nombre consagrado como el suyo podría haber llegado a hacer. Más pareció una consecución de temazos escalonados con remixes que no acababan de encajar con su estilo. Pero quizá la culpa la tenga demasiada expectativa, generada por unas de las producciones más logradas del mercado de la electrónica. Chase & Status destacan por unas creaciones algo comerciales pero muy efectivas.
La responsabilidad de cerrar el drum’n’bass en el Kritikal (antes de un último estallido por parte de los sevillanos Dub Elements, que pondrían punto y final a la noche) le fue encomendada a Feed Me, uno de los más reconocidos y reputados productores de melodic bass actualmente. Creativo y ecléctico, es un gigante de la electrónica de calidad. También proviene de Inglaterra y revienta la escena moviéndose desde el house hasta el dubstep, siempre superponiéndolo con elegancia a capas de melodías más dulces.
Ofreció un set contundente, demasiado rotundo en comparación a lo que su alias nos tiene acostumbrados. Quizá tenga algo que ver con su último EP, de bases mucho más duras que su anterior ‘Calamari Tuesday’.
Quizá, piensa uno, tenga algo que ver con que acaba de rescatar su proyecto SPOR tras dos años de silencio. Drum’n’bass duro, entre el neurofunk y el darkstep, que volverá este verano a los escenarios.
Leí una vez en un libro que las bajas frecuencias de la música se sienten tanto como se oyen. Y esa es la manera en la que el Tendencias se nos ha marcado hasta los huesos: traspasando la experiencia sonora para vibrar dentro del propio cuerpo.
Que se lo pregunten si no al drum’n’bass, que penetra hasta lo más profundo de las entrañas y te hace sentir desde dentro. Es por eso que nos mueve.