El músico nortamericano Ryan Bingham encaraba la recta final de su gira europea después de haber pasado por Reino Unido, Alemania, Escocia, Holanda… Ahora quedaban Italia y Suiza, aunque la tierra del reloj y del chocolate ya fue testigo de sus canciones en Zurich la pasada noche del 24 de Noviembre.
Evidentemente, “Tomorrowland” también fue presentado a lo largo y ancho de Estados Unidos, así que este primer asalto del tour internacional culminaría su historia —hasta el momento- en unas pocas semanas. Un disco como este no es fácil de digerir para aquellos que se acostumbraron al Country tejano de Bingham puesto que “Tomorrowland” se dejaba llevar por la electricidad del Rock and Roll rabioso y esquizofrénico, abordando la evolución para conseguir una amalgama de calidad.
Pero es curioso que muchas canciones de este nuevo LP se quedaran fuera del repertorio, como ‘No help from God’, por ejemplo. ¿Demasiado revolucionarias para un público no tan acostumbrado? Aún así, ‘Flower bomb’, ‘Guess who’s knocking’, ‘Heart of rythm’, ‘Never far behind’ o ‘Too deep to fill’ corrieron por los set-list con total libertad entre otras composiciones más exitosas y anteriores. Una carta bajo la manga.
Bingham había confesado que era su primera actuación en Ginebra y que el concierto iba a ser algo más sosegado. ¿Es posible que el ritmo bajara? ¿Más canciones a medio tiempo frente a unas escasas “electricidades”? Eso se vería más tarde, a las 20:30 en el centro cultural Moulin à Danses de Ginebra. Pero antes del concierto, la prueba de sonido ya dejaba ver algo de lo que luego sucedería: distorsión, slides, reverb y guitarras eléctricas por doquier. De este modo, la idea primaria de un concierto “íntimo” quedaba descartada cuando en el soundchek estamparon el aire una versión más acelerada de ‘Bread and water’ y también de ‘Sunshine’. Los últimos ensayos se concentraron en las canciones del último LP, incluso de un atisbo de ‘No help from God’ que, como anteriormente se ha indicado, no ha visto prácticamente la luz en esta serie de shows.
Sin más, con unos pocos apuntes, la prueba de sonido dejaba cerrada la tarde como antesala del concierto en las horas venideras de ese día. Mientras tanto, Boodreaux, el perro de Ryan, iba de lado a lado de la sala saludando —a su modo- a toda persona que estaba por allí. Es justamente ese tipo de detalles los que hacen de una gira algo más hogareño.
Un dato importante que atañe a este sonido más “rockero” y sucio es que los Dead Horses (la banda que acompañaba a Ryan Bingham en anteriores ocasiones) ya no formaba parte de la hoja de ruta del conjunto en general. En su lugar se encontraban ahora Matt Sherrod (batería), Kelly Sherrod; la mujer de éste último al bajo, y Evan Weatherford (guitarra). Esta nueva formación se alejaba totalmente de esa etiqueta llamada “Americana”, varándose en las orillas del Rock and Roll que va entre el barro y lo ampuloso.
Al dar comienzo el recital, uno ya podía presagiar por dónde iban a ir los tiros cuando ‘Sunshine’ dejaba atrás su pasado Country para ser ahora una canción más familiarizada con una suerte de Blues pantanoso al igual que sucedería también con la siguiente: ‘Western Shore’. La unión bastarda significó mucho para alentar el espíritu “sónico” que vertebraba el repertorio total. Después llegarían ‘Hard times’ y ‘Dollar a day’ también con ritmo cambiado e incluso muy acelerado. A esas alturas parecía (o daba la sensación) de que el bueno de Bingham se quería distanciar de la raíz musical que lo vio nacer. No obstante, ahí estuvo ‘Southside of Heaven’ en los bises para dejar constancia del recuerdo. ‘Flower bomb’, por su lado, era otra pieza clave en el engranaje. ¿Funcionaría la conjunción del slide con la distorsión de las guitarras y los efectos del reverb? Pues sí, funcionó. Ya no sólo era ‘Flower bomb’ o ‘Western shore’ los ejemplos más recientes, sino que esta transformación llevada al extremo fundía muy bien con ‘Dylan’s hard rain’ (atención al cambio entre el violín de la versión de estudio y el efecto de la guitarra en el directo) y ‘Day is done’, pertenecientes ambas al “Roadhouse sun”. Era tal el muro de sonido que formaban el bajo, la batería y las guitarras eléctricas que la ronca voz de Ryan era devorada por momentos.
‘Guess who’s knocking’ (segundo single) y ‘Heart of rythm’ (primer single) no faltaron ni defraudaron. Dejaron un torrente de fuerza tan potente que el silencio de después era incluso pesado, por lo que los aplausos eran insuficientes para servir de puente entre una y otra canción. Brutal demostración de cómo una banda puede destruir una calma secundaria en cuestión de minutos.
Brilló ‘Never far behind’, una joya oculta de “Tomorrowland” de alta belleza. En realidad, el álbum ofrece un santo cambio tan majestuoso como sorprendente, y eso se ve a la perfección en el directo… afortunadamente.
‘Depression’ despedía a la banda para dejar a Bingham en solitario con la guitarra acústica exclusivamente sobre el escenario para poder interpretar la celebérrima ‘The weary kind’ que le dio el Oscar. Por cierto, pese a estar en el setlist, ‘Hallelujah’ se quedó fuera de la lista. En su lugar estuvo ‘The poet’, hermana de la misma en “Junky Star”. Como no podía ser de otra manera, “Mescalito” debía amortiguar la mayor parte del repaso a la obra del de Nuevo México, por lo tanto, ‘Southside of Heaven’ (muy aclamada, más que ‘The weary kind’) embellecería con arte un final que todavía tenía que dejarse rearmar con ‘Bread and water’ y el desgarro de todo un ritmo frenético que daba con sus huesos en la despedida, brutal, galopante y atronadora.
Texto: Carlos H. Vázquez
Fotos: Paloma Gacías
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