Hay conciertos de los cuales es mucho más complicado escribir que de otros. En especial esto ocurre cuando el concierto ha sido particularmente memorable. Porque de lo malo es muy fácil hablar, pero si algo es demasiado bueno, llega un punto en el que se convierte en indescriptible. Esto suele ocurrir con las cosas por las que más merece la pena vivir, como por ejemplo el sexo. Es difícil, por no decir imposible, describir el noble acto de la cópula sin caer en la vulgaridad, la superficialidad o la metáfora. Pues bien, el pasado 22 de mayo Street Dogs nos dejaron tan empapados, extenuados y doloridos como el más salvaje de los polvos. Y es que nos encontramos, sin lugar a dudas, ante el grupo de punk rock and roll con el directo más vibrante del mundo. Por este motivo, no es de extrañar que este concierto ya esté incluido en mi ranking particular de los mejores del año. Espectacularidad, calidad, energía y ejecución impecables. Tuvieron sobre el escenario todo lo que se puede pedir a un grupo y nos dejaron más que nunca un poso de satisfacción y excitación tan pleno que ya cuento impaciente los días que faltan para que tenga lugar una fiesta de punk rock semejante.
Como suele ser habitual, los grupos más exquisitos suelen ser también los más infravalorados y en esta ocasión, la asistencia del concierto volvió a quedarse a las puertas de la centena. Con las referencias de su anterior visita en Ritmo & Compás, de la que igualmente salimos maravillados, además de la primera vez que estuvieron por estos lares junto a Millencolin, en el difunto Divino Aqualung, un disco tan soberbio como el homónimo que vinieron a presentar (y que fue uno de los mejores álbumes de punk de todo el año pasado) y sus compañeros de viaje, los siempre divertidos Mahones, cabía esperar que la recepción iba a ser más que buena, pero toda previsión falló. La gira fue escuálida en todas las ciudades y fuimos unos pocos privilegiados los que hoy podemos contarlo. Lo que está claro es si hubiera justicia en el mundo, Street Dogs llenaría la Riviera o Razzmatazz, o al menos tener una audiencia como la de los Dropkick Murphys. Y es que no olvidemos que Mike McColgan, el frontman de los perros callejeros con perfil de curtido estibador, un día lo fue de los Murphys y grabó esa joya discográfica llamada Do Or Die. Su sueño de formar parte del cuerpo de bomberos le alejó del circuito, pero no tardó en enmendar su error y formar el grupo que hoy nos ocupa.
Pero bueno, vayamos antes con The Mahones, que para eso fueron los primeros en llenar de himnos cerveceros el Gruta 77. Veinte años dando guerra, pero nada nuevo bajo el sol. Se encargaron de facturar un concierto calcado al que nos ofrecieron en este mismo lugar en agosto del año pasado. Una vez más vinieron sin Sean Winter, el encargado de los instrumentos folclóricos, como el banjo, la harmónica o la mandolina, lo que nos hace preguntarnos si aún sigue en el grupo. El inevitable resultado fue la misma sonata ferial de la anterior gira y es que cuando un grupo de estas características y tintes folk-punk, se acomoda en la monotonía, acaba perdiendo la gracia que te vuelve loco las primeras veces. Suerte que con The Mahones siempre puedes deleitarte la vista con Katie, la chica más sexy del punk rock actual, y acordeonista del combo. Además, su madurito marido, el cantante Finny, ya está acostumbrado y disfruta con las adulaciones hacia su consorte. Pero bueno, si hay algo positivo que podemos decir del concierto de los canadienses es que, por mucho que nos suene su perorata, nunca deja de ser entretenida. Canciones como “Drunken Lazy Bastard” o “Paint the Town Red” (que recordaréis si habéis visto The Fighter, de David O. Rusell), siempre invitan al bailoteo. Del mismo modo, “Is This Bar Open ‘Til Tomorrow“,”A Drunken Night in Dublin” o la genial versión que se marcan de “Teenage Kicks” de los Undertones, nunca dejan a uno indiferente. Así que nada, confiamos en que no se estanquen y vuelvan a sorprendernos en su próxima visita.
Como decía al principio, describir lo que pasó después es complicado. En primer lugar, por el desmadre musical y festivo en el que se convirtió la Gruta con la aparición de Street Dogs y en segundo lugar, porque el gaznate ya llevaba un buen rato a remojo en cerveza fría. El caso es que los reyes de Boston salieron a escena con la salvaje energía que les caracteriza, inyectándonos una sobredosis de excitación a todos los que nos situamos frente al escenario. Desde los primeros trallazos, “Rattle and Roll“, “Up the Union” o “Punk Rock and Roll“, el público ya se vio contagiado por la locura de su música y las ocho docenas de almas parecieron transformarse en un ejército de quinientos cabestros desbocados. “Not Without a Purpose“, “Savin Hill” o la tremendamente pegadiza “Back to the World” cayeron como bombas en el pogo y a mitad del concierto ya estábamos bañados en sudor y cerveza.
Cualquier grupo que se precie y contemple a Mike McColgan y su séquito en acción, admirará y sobre todo, envidiará su capacidad para componer himnos tan poderosos y ejecutarlos de esta manera en directo. Porque un concierto de esta índole es algo que, como mucho y con suerte, se ve una vez cada varios años. Cada canción es una sorpresa y el desfile de instrumentos por el escenario es permanente. En su sonido converge el folk tradicional que tanto respiran las calles de Boston, como el rock and roll más furioso de los inicios y el punk más demencial de la cultura norteamericana. Esta combinación consigue que un cántico hooligan se transforme en excelencia rockera y nosotros contemplemos extasiados el resultado. Sin ir más lejos, “Drink Tonight” y “Fighter” nos hicieron saltar hasta tocar el cielo y abrazar al borracho de al lado como si fuera nuestro hermano.
Circle pits, un pogo asilvestrado, stage dives por parte de McColgan y algún que otro escalador y toda garganta hecha fosfatina. Y es que el único momento de relativo sosiego que hubo durante el concierto fue la magnífica interpretación acústica de “Free“. Hay que reconocer que, teniendo en cuenta que era la última fecha de su extensa gira de varias semanas por Europa, dio la sensación de que procuraron no dejarse ningún clásico en el tintero —como la tremenda “You Alone“, que disfrutamos como si no hubiera mañana-, aunque para eso estarían obligados a tocar bastante más de los setenta minutos que se cascaron. Y es que, aunque sea un metraje correcto, que no generoso, seguramente sea la hora que más rápido he vivido dentro de una sala de conciertos. Es inevitable que cuando te lo pasas así de bien, el banquete te sepa a poco. Y hasta aquí mi humilde intento de relatar el directo de la mejor banda de punk rock del momento.
Crónica Street Dogs + The Mahones, 22/05/11 — Gruta 773 thoughts on “”