The Blasters + The Phantom Four, 15/05/10 — Rock Kitchen

Si me preguntan cuál creo que es el festival de Rock por excelencia de este país no tengo ni que pensarlo un segundo: el Azkena Rock Festival. Por consiguiente, es lógico que la gira que sirve de presentación del festival tiene que estar a la altura. Y uno de los mejores grupos que podían haber elegido fue precisamente el que eligieron para que comenzara a calentar las mentes y el cuerpo de los ávidos rockero del Estado. Y el grupo fue esa leyenda llamada The Blasters. De hecho, muchas de las jóvenes promesas que dicen ser los nuevos hypes rockeros de la actualidad, varios de los cuales tocan en el ARF 2010, como por ejemplo Imelda May, Eli “Paperboy” Reed o Kitty, Daisy y Lewis, no existirían si no fuera por grupos de tanto peso en la historia como The Blasters.

Phil Alvin y los suyos son el rostro vivo de la tradición de la música americana y lo llevan siendo tres décadas a través de las cuales han trazado el sonido que ha conmovido a tantas generaciones y que tan bien combina el Rock ‘n’ Roll, el Country, el Blues y el Rockabilly. Sin lugar a dudas, es uno de los mejores grupos de Rock que puedes ver hoy en día en activo y durante las fiestas de San Isidro teníamos dos opciones, presenciar alguna de las propuestas pachangueras que la Comunidad de Madrid nos tenía preparadas, o ir a ver a The Blasters a la sala Rock Kitchen. Por supuesto, elegimos el Rock and Roll.

El pasado 15 de mayo Madrid era un hervidero de gente que deambulaba a lo largo de una alfombra gigantesca que tapaba la Gran Vía debido a la absurda celebración de su centenario. Unos cuantos miles de personas más se repartían por las Vistillas y el Universimad de la Complutense. En la primera localización, botellón legalizado en forma de barras y suministros de infecto garrafón, y en la segunda un exquisito cartel formado por divas como Amparo Sánchez o Nawja. Ante semejante panorama no nos lo podían haber puesto más fácil. El único plan que parecía tener sentido era ir a ver a los legendarios Blasters y francamente, no concibo algo mejor para pasar la tarde-noche del sábado que bailotear al ritmo de la música de los californianos.

Otra de las cosas que tenía ganas de conocer, a parte del estado de forma de los Blasters, era la sala Rock Kitchen. En su día, ese garito ubicado en la calle Fundadores fue el conocido Universal Club, en el que tocaron por ejemplo, Social Distortion. Hoy es un guariche latino-regaettonero pero antes de que el pachún-pachún con aires de perreo se adueñe de la pista de baile, ha vuelto a acoger de nuevo conciertos entre sus paredes. Pues bien, el veredicto es totalmente positivo. Escenario bajo sin foso, buen equipo de sonido e iluminación, amplitud y diferentes alturas. En las barras, precios prohibitivos, como en todos lados, pero a eso ya me he resignado. En cualquier caso, creo que es una alternativa perfecta a otras salas como la Heineken. Y poco más, que ya sabemos que en materia de locales de conciertos no es que vayamos precisamente sobrados en esta ciudad.

La venta de entradas fue aceptable, aunque menor de lo que la ocasión merecía. Es lo que tienen los eventos de auténtico desborde musical más allá de las etiquetas, el postureo o la ocasión de lucir palmito y sacar provecho de ello, que a las pin ups macilentas —o chonis reconvertidas- y a los modernos de sombrerito de pescador en esta ocasión les tocaba palurdo discotequeo. Y oye, casi me alegro. Así que placenteramente acomodados en un ambiente madurito y conocedor de lo que se cocía tras las cortinas, saltaron a la palestra los holandeses The Phantom Four. Formados de las cenizas de The Treble Spankers, practican una poderosa mezcla instrumental de Garage y Surf Rock tremendamente vital. El resultado del conjunto es perfecto, tanto a nivel técnico como de estructuras, muchas veces realmente brillantes. La inspiración de artistas como Duane Eddy o Link Wray son evidentes pero consiguen plasmar las raíces de las que maman con clase a raudales. Por algo les suelen llamar para telonear a maestros como Dick Dale o The Blasters.
Su repertorio se basó sobre todo en Madhur, y temas tan tarantinianos como “Bravado Blue” o “Il Deserto Rosso” calentaron perfectamente el terreno para lo que vendría después. Desgraciadamente les cortaron súbitamente por cuestiones temporales impuestas por Rock Kitchen y no les quedó otro remedio que marcharse sin poner el broche final deseado.

No tardaron mucho en subirse al escenario Phil Alvin y los suyos, cuatro años después del recital descargado en El Sol. En esta ocasión sin Dave Alvin a la guitarra, pero qué le vamos a hacer, parece que las relación entre ambos hermanos está un poco enaltecida. En cualquier caso, su sustituto Keith Wyatt no tiene nada que envidiar al Dave y su maestría como domador de cuerdas es incuestionable. Si bien es cierto que no es lo mismo cuando se va uno de los miembros originales y uno de los principales compositores, Wyatt logró que no le echáramos en falta, al menos a nivel musical. No olvidemos que fue el principal estandarte del grupo inglés de Post-Punk, Psylons, aunque casi es más conocido por los freaks de la guitarra por estar vinculado a la educación musical desde hace décadas. Y es que su estilo blues y rockabilly es sencillamente perfecto. Toca tan bien que hace que parezca fácil.

Y por lo demás, Bill Bateman a la batería, John Bazz al bajo y Gene Taylor al piano. Así que empecemos a vibrar, señores. “American Music” abrió la veda y aunque no lo hizo con la fuerza con la que lo harían las demás canciones según fueron avanzando los minutos, supimos desde el primer momento que nos iban a obsequiar con un concierto inolvidable. Phil Alvin tiene un torrente de voz tan asombroso que hace que te congestiones y sudes con él. Demoledora máquina de Rock and Roll y es que, pocos artistas a día de hoy pueden imprimir en mayúsculas sobre sus guitarras tal denominación.

Trajeron la maleta cargada de histórica artillería rockera como “Help You Dream“, “Border Radio“, “Red Rose” o “Blue Shadows“. Soberbios de principio a fin, pasión descontrolada y derroche absoluto de carisma. ¡Pero cómo un hombre con tanta pinta de camionero puede albergar en su interior tanto potencial rockero! Maravillosas versiones como “Please, please, please” del genio James Brown, “Rebound” de Charlie Rich o la apoteósica “I’m Shakin‘” de Little Willie John. Me emociono de sólo recordar el fuego proveniente de sus cuerdas, las de la guitarra de Alvin y las de su propia garganta. La variedad selecta en verdad hacía que los minutos se esfumaran con la rapidez del meneo de caderas que suscitaba el explosivo Rock and Roll blasteriano. Sin embargo, el público parecía más bien una tropa de pensionistas contemplando las maniobras de unos cuantos obreros cimentando. ¡Hay que recordar los bailoteos de los guateques setenteros, señores! Pero bueno qué más da lo que haga el respetable cuando frente a nosotros hay un derroche de virtuosismo a la harmónica tan abrumador con “So Long Baby Goodbye” o un carismático Gene Taylor acaparando protagonismo con “Lights Out“. Qué grandes, por Dios.

Tras algo más de hora y media, bises incluidos, de una actuación realmente soberbia Phil y los suyos, absolutamente empapados en sudor, se despidieron con una apoteósica “One Bad Stud” y el “Marie, Marie” ejecutada con una chispeante improvisación en español por parte de mr. Alvin. Y qué más puedo decir, ojalá todos los días de San Isidro del resto de nuestras vidas fueran como este. Por siempre The Blasters. Por siempre el Rock and Roll.


Texto: Javi JB
Fotos: Pat Blanco

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