Cuando el rock and roll es actitud
El rock and roll no solo sabe de ser buen músico o mejor compositor. No tiene mucho que ver con el virtuosismo y tiene la costumbre de vender algo más que música. En ocasiones ese algo más oculta las carencias de lo importante: la música. En otras, como en el caso de The Jim Jones Revue, lo que hace es elevar y dotar a sus conciertos de un extra: una actitud arrolladora y clase a raudales, lo que en tiempos de crisis como el actual no sólo se agradece, también es digno de ser alabado.
Cuando en un grupo lo primero está cubierto y lo segundo se tiene de nacimiento, se alcanzan momentos especiales, dignos de ser recordados, como la recta final del concierto de The Jim Jones Revue en la sala Arena de Madrid. Una última media hora donde Jim Jones ya se había metido al público en el bolsillo y donde el frontman de esta banda británica de rock and roll acabó encima del respetable durante la última canción del show. Memorable.
Antes de llegar al clímax, con disculpa incluida de Jim Jones al hacer referencia al reloj como forma de pedir perdón por no volver de nuevo al escenario como pedía el público, la banda británica supo alternar perfectamente las canciones de sus primeras entregas y los temas más nuevos, procedentes de The Save Heart, disco que salió en octubre y que presentaban en su gira por España.
A las 21.29, los cinco miembros de The Jim Jones Revue comparecían sobre el escenario de la sala Arena apuntándose el primer tanto, aunque sólo sea por su estética, destacando el traje con chaleco incluido de Jim Jones y el tupé engominado de Rupert Orton, que derrocha carisma en cada guitarrazo. El concierto arrancó con dos temas del nuevo disco, “Where Da Money Go?” y “Never Let You Go“, que fueron seguidos de “Shoot First” y “Burning Your House Down“.
Mientras los temas se iban sucediendo, Jim Jones dejaba la guitarra a un lado, se armaba con unas maracas y comenzaba a dominar la situación desde el escenario. Dueño y señor de los finales de cada canción, buscó la complicidad del público pidiendo sus palmas o coros. Sin embargo, hasta la segunda mitad no logró una respuesta mayoritaria a la afición reunida en Arena, no sé si porque hasta entonces no habían querido perderse nada del show de los británicos o porque todavía no había hecho efecto el líquido elemento, pero aparte de un animoso grupo de chicas ubicado bajo Rupert Orton y de algunos efusivos rockeros de primera línea, el resto nos habíamos comportado con cierta frialdad hasta la mitad del show.
Tras “7 Times Around the Sun“, en la que menos el pianista y baterista, el resto de los miembros dejaron a un lado sus instrumentos para hacer una interpretación casi a capela y de cierto regustillo gospel, llegaron “Cement Mixer“, “Eagle Eye Ball“, “Rock and Roll Psychosis” y ya en el bis “Dishonest John”, “512“, “Elemental” o “High Horse“, que terminaron por desmelenar al personal, y con “Princess and the Frog“, Jim Jones acabó saltando al público mientras el resto del grupo terminaba de prender fuego a la sala Arena. Algo para recordar, sin duda.
No me gustaría terminar la crónica sin recordar a Yakuzas, encargados de abrir la velada. No gozaron de una asistencia de público tan numerosa como The Jim Jones Revue y ante una sala semivacía interpretaron algunas de las canciones de su primer disco, Chamberí Rock City. A destacar el momento álgido con la canción dedicada a “esa perra de dos cabezas llamada Aguierre-Botella que no dejó a Iggy Pop tocar en Madrid en el pasado mes de mayo“.
Texto: Carlos A.S.
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