Valladolid la noche del 8 de noviembre estaba dispuesta a ello. Poco más de un centenar de personas se acercaron a la sala Porta Caeli, y sabe a poco para la soberbia audición que estaba dispuesto a ofrecernos el que fuera uno de los primeros pilares de Scorpions. De todas formas, la capital castellana nunca se ha caracterizado por su afición al rock clásico o al heavy, así que una sala medio llena puede considerarse una especie de triunfo. Nostálgicos de otros años mejores para el rock and roll bebían cerveza y paseaban sus mallas multigénero por el local cuando los Side Winder hicieron su humilde aparición en escena.
Presentaron una propuesta de calidad, con un heavy metal vigoroso pero sin ninguna virtud especialmente reseñable (a excepción quizá de la potente voz de su frontman). Difícil lo tuvieron ante un público vallisoletano que de frío no regaló ni siquiera los aplausos. Pero no se amedrentaron. Ejecutaron sus mejores temas, que poco tenían que ver con el estilo de Jon Roth, pero de defendible calidad. Sus ganas y buen hacer consiguieron arrancar algunos puños al aire y aplausos generalizados en sus últimos coletazos sobre el escenario, lo cual es más que un logro teniendo en cuenta que nadie parecía haberles escuchado nunca.
No hubo que esperar demasiado para que un jovencísimo guitarrista (David Klosinski), Niklas Turmann (miembro de Crystal Breed) a guitarra y voz, Ule W Ritgen al bajo y el batería Jamie Little precedieran al que sin duda iba a ser (por méritos propios y deliberada intención) el protagonista de la noche. Como el hijo bastardo que Jack Sparrow y James Dio nunca llegaron a tener apareció Uli Jon Roth: ataviado con una llamativa mezcla de terciopelo rojo, plumas, y una variada imaginería pirata que contrastaba llamativamente con el riguroso negro del resto de la banda. Y uno piensa, “Uli sigue siendo el mismo”. Con ventilador a los pies, focos azules a contraluz y melena al artificial viento, ofrece el perfecto aspecto de una especie de chamán hippie.
Y realmente lo es cuando interpreta su magnífico recital a las seis cuerdas.
Porque aquí lo importante es la música. Y Uli había venido a hacer magia.
Se sucedieron durante el directo los temas de la corta (aunque fructífera) etapa del guitarrista en la banda (73-78), principalmente los del mítico ‘Tokio Tapes’ y del ‘ In Trance’ de 1975, uno de los discos que más regusto a Roth tiene.
“All Night Long” abrió el concierto sólo como un anticipo de lo que íbamos a poder disfrutar, seguido de “Longing for Fire“. “Crying days” y “Sun in my hands” evolucionaron de canción de Scorpions a desarrollo solista donde las 8 octavas eran la única e indiscutible estrella de la noche. La inmensa mayoría de los temas (“We’ll Burn the Sky”,”In Trance”, “Fly to The Rainbow”) se alargaron en intachables solos, que transmitían la impresión de que el artista no necesita realizar el más mínimo esfuerzo a la hora de parir una técnica magistral. Y todo con una mirada penetrante pero perdida en algún universo que sólo su Sky Guitar conoce.
“I’ve got to be Free” consiguió alzar la voz del público. El respetable se iba deshaciendo de placer mientras se creaba una atmósfera ambiental a golpe de guitarra, apoyada siempre por una formación absolutamente compenetrada a la que sobraban ensayos y destreza.
Lo mejor de ser Uli Jon Roth es que puedes rodearte de una banda a la altura, y en Porta Caeli disfrutamos de unos músicos más que magníficos. La temprana edad de los guitarristas que rodeaban al mítico no resultó un impedimento para que le siguieran el ritmo en más de un riff a tres bandas, que cautivaron a un público que parecía más que hipnotizado. W. Ritgen, al que apodaré el bajista más sonriente del mundo, destilaba una técnica perfecta que se pasó ligeramente por alto debido, probablemente, a algún problema de sonorización. La voz de Niklas Turmann se defendió perfectamente entre tanto tema de Scorpions, sin intentar fingir ser Klaus Meine, lo que habría sido un error. Se mantuvo en su terreno, con una voz potente y abierta incluso en los registros más agudos. Tiñó las canciones de la banda alemana de una faceta ligeramente más power y brillante, sin llegar a deformar su esencia original.
“Pictured life”, “Catch your train” y la poderosa “Dark lady” constituyeron el colofón final para este concierto, cuya intensidad fue aumentando progresivamente conforme avanzaban los temas, creando con maestría esa tensión que solo el calmado rock psicodélico podría transmitir. “All Along the Watctower” cerró el recital como digno cover, donde las vocales de Jimi Hendrix corrieron a cargo de Roth, como toda una declaración de intenciones de seguir manteniendo viva una música que resulta imperecedera.
Quizá el escaso éxito comercial del ex guitarrista de Scorpions no haga justicia a una de las personalidades más marcadas que ha abandonado la banda. Uli John Roth parece haberse quedado (quizá voluntariamente) al margen de una industria que nada quiere tener que ver con el rock psicodélico de los setenta. Pero sigue ahí, intentando mantener viva la herencia de Jimi Hendrix y la suya propia, para quienes todavía sepan apreciar la magia de las mejores guitarras del planeta.
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