Al grito de ‘Bona nit, Catalunya!‘ arrancaba uno de los conciertos más esperados de esta última edición del Festival Jardins Palau Reial Pedralbes. La garganta de Graham Nash marcaba el inicio de un bolo que comenzó con una puntualidad casi milimétrica. ¿El tema elegido para la apertura? Podrían haber sido muchos, pero “Carry on” fue una magnífica elección.
Voces armoniosas, uniformidad y coros perfectamente encajados demostraron a los asistentes que estas leyendas de la música tradicional americana continúan en plena forma. Las canciones de siempre se han adaptado a la técnica y los tiempos adquiriendo dimensiones de grandeza que han sabido combinar a la perfección con el clasicismo materializado en la stratocaster de Stephen Stills.
Como escuderos de lujo, Crosby, Stills & Nash, tuvieron a su lado a músicos de la talla de Shane Fontayne (acompañamiento de Bruce Springteen a principios de los 90) y Kevin McCormick, quien ya residió en Barcelona anteriormente. Un plantel de lujo que sirvió para ofrecer uno de los mejores directos que se han podido disfrutar en este 2013 en la capital catalana, y que se extendió algo más de dos horas… aunque si hubiesen sido cuatro los asistentes lo hubiésemos celebrado aun más.
“Our House“, “Military Madness“, “Bluebird“, “ Déjà Vu” o “Chicago” hicieron estremecer cuerpos, erizar pieles y emocionar a nostálgicos carrozas. ¿Para cerrar? La piedra angular capaz de convertir el bolo en un ejercicio de geometría: “Judy Blue Eyes“. La protesta social y política aportó el espíritu de pacifismo combativo que caracteriza a la formación y que tan bien se recibe en tierras catalanas, más aún cuando la situación actual en el país convierte a éste en un oasis para la crispación y la indignación ciudadana. Aunque resulta extraño y contradictorio abanderar ideales en escenarios no aptos para una gran parte del ciudadano de a pie; aunque más chocante aún resulta secundarlos bajo el paradigma de ‘a Dios rezando y con el mazo…‘, en fin.
Las de ayer, cómo mínimo, fueron unas horas para la historia musical de Barcelona; algo que puede adquirir carácter de hito histórico si se sigue tratando a la cultura como un bien de consumo solo al alcance de una élite que puede consumir todo lo que quiere, pese a que en el engullimiento no se halla el deleite del paladeo.