A las doce y media comenzaba el tradicional recorrido por la Comunidad de Madrid, acontecimiento en sí que justifica todo lo demás: la oportunidad para amantes de motos, custom o no, y vehículos antiguos de compartir la pasión por carretera y gasolina con ciudadanos nunca mejor calificados como “de a pie” que, desde las aceras y caminos de la región, observarían boquiabiertos y con esa cierta sonrisa entre incrédula e ilusionada el desfile de cientos de motores rugientes, permitiéndose por un momento olvidar las preocupaciones cotidianas y regresar a la mirada ingenua, admirada y un poco envidiosa de la infancia. Los protagonistas de la ruta, por su parte, interpretarían su papel haciendo rugir máginas y saludando a los regocijados espectadores. Los héroes de la jornada.
De regreso al centro de operaciones, las barras externas del Pirata’s volvían a hervir repartiendo raciones y bebida: la vida en la carretera abre el apetito. La meteorología, por una vez de nuestra parte, despejó el cielo y permitió centrarse en el avituallamiento a los centenares de participantes que dedicaban ese pequeño momento de descanso a reencontrarse con viejos amigos y conocidos de otras concentraciones; por doquier abrazos y parabienes, hermanamientos harto difíciles en eventos de mayor envergadura en los que, en cierta medida, se despersonaliza al participante por mera imposibilidad de otra cosa. Poco duraría el descanso, de todas formas, ya que, pasada la peligrosa hora de la siesta en la que las terracitas habilitadas por los anfitriones cobijaron más de una cabezada, daba comienzo el desfile de pin-ups.
Las modelos de Presumidas y su estética de otras décadas reactivaron la tarde: el entusiasmo con que su propuesta fue recibida se tradujo en gritos, silbidos de admiración y, sobre todo, continuas peticiones de fotografías. Buena manera de llevar a los participantes a la siguiente prueba de la jornada: el campeonato de pulsos. Pero esto será narrado, como todo el resto de la jornada, en la segunda parte de este reportaje.