Antes de la exhibición de fortaleza física vendría el primero de los conciertos de la jornada: en teoría los locales Hambre y Motocarro debían haber comenzado, pero problemas ajenos a la organización forzaron a alterar el orden, y éstos, con una elegancia encomiable, aceptaron la desabrida misión de cerrar la jornada, previsiblemente a altas horas de la noche y con el interés de los presentes ya bastante mermado por el cansancio y la bebida. Así, en su lugar salieron a escena los tres componentes de la Vargas Blues Band ante una sorprendida audiencia de media tarde. A pesar de llenar su repertorio de temas clásicos, como “Tobacco Road” o “Love Me Two Times” de The Doors, y guiños a los presentes, no podía faltar el sempiterno “Born To Be Wild” de Steppenwolf, su con su blues matemático y sin sorpresas, no era lo más adecuado para el momento, con lo que limitaron su presencia a mera banda sonora para las charlas y reencuentros del atardecer.
Tras ellos, el campeonato de pulsos comenzó a regañadientes, pues al principio nadie parecía dispuesto a exhibir músculo y fanfarronería, pero con los ánimos ya encendidos tras la exhibición de feminidad fifties de Presumidas y no mermada, pese a todo, por la densidad del espectáculo de Javier Vargas y su troupe, poco hizo falta insistir para que aquello se convirtiera en una amalgama de gritos, gruñidos de esfuerzo y jaleos, tanto a ellos como a ellas, puesto que, una vez más, las féminas demostraron que, cuando quieren, pueden hacer el cafre tanto o más que sus compañeros. Todo en pos de la diversión: los campeonatos femenino y masculino finalizaron entre abrazos de enhorabuena y exultantes exclamaciones de victoria al recibir los premios.
Salía a escena a continuación la que a la postre y de una manera puramente fortuita se convertía en reina indiscutible de la velada: Teté Delgado con sus Ciclones. Crecida por las circunstancias, arropada por el cariño que le mostraron los presentes, mucho más receptivos a su espectáculo divertido y sin pretensiones que a la plúmbea exhibición de técnica guitarrera de su predecesor sobre el escenario, la gallega lució desparpajo y honestidad, sorprendiendo a los presentes al interpretar un tema desde uno de los vehículos estrella de la jornada, un espectacular Ford rojo descapotable. “La Gran Madre Blanca“, tema con el que gusta de identificarse, disfruta jugando en escena a gran dama de la canción: no lo es, ni de lejos, pero posee el suficiente entusiasmo y amor por su trabajo como para perdonársele, no así sus irregulares revisiones de ciertos temas, como el “Whole Lotta Love” de Zeppelin, que le quedan demasiado grandes. Divertimento en la hora crítica de la concentración: tras ellos la ovación daba fe de que Los Ciclones habían cumplido con creces su cometido.
Llegada la vertiente final de la jornada quedaba el sorteo de diversos premios, algo difícil ya que el personal comenzaba a dispersarse y pocos conservaban ya la lucidez necesaria como para comprobar que el número de su inscripción coincidiese con el ganador. Entregados aquéllos, felices los presentes y exultantes los afortunados, la noche caería hasta bien entrada la madrugada al ritmo imparable de las cervezas que seguían brotando de la barra del Pirata’s y de los standards del Rock interpretados por Hambre y Motocarro, que supieron mantener dignamente su papel de acompañantes en esta última etapa. Y un año más dio fin a la ya clásica concentración Custom Spring. Si allí estuvísteis, hasta la próxima y, si no, ¿a qué esperas para anotar esta fecha en tu calendario?.