Cuando saltó la noticia y los nuevos horarios empezaron a circular por redes sociales y chats de Whatsapp, muchos jóvenes llevaban ya un par de horas metidos en el recinto. O más, si habían optado por vivir la nueva propuesta matutina del festival. Un momento, ¿qué noticia? Sam Smith, cabeza de cartel, se encontraba enfermo y no iba a actuar esa noche. ¿Actuar dónde? En el C.D. Cantarranas de la Universidad Complutense de Madrid. ¿Y en qué festival? El evento que marca la vuelta al cole desde hace cuatro años, el Dcode.
La cita madrileña se instalaba por quinto año consecutivo en la Ciudad Universitaria el pasado 12 de septiembre, con la mala suerte de que su sorprendente nombre con mayúsculas (y el motivo por el que decenas de adolescentes ocupaban las primeras filas desde bien pronto) se cayó de la programación unas horas antes de tener que salir a cantar. Esto puede pasar hasta en las mejores familias, pero en el momento que L.A. salió a escena cuando le correspondía a Smith, cientos de chavales no se habían enterado de este cambio de última hora. El hecho de que la organización no viera necesario anunciarlo en las pantallas del recinto y se limitara a las redes (cuando se sabe bien lo que falla el 3G en estas situaciones) era un motivo más que justificado para su posterior enfado. Si a eso sumamos que al día siguiente el británico sí que cumplió con sus funciones en Berlín, más todavía. Si bien es cierto que eso ya no dependía del Dcode.
En cualquier caso, hay que reconocer que, sobre todo al asistente habitual, la ausencia del autor de “Stay with me” le traía sin cuidado. No tanto que una banda tan llamativa como Wolf Alice estuviera programada para las recién estrenadas actividades de la mañana (al parecer el grupo debía coger un avión por la tarde), especialmente pensadas para atraer a festivaleros con retoños. Para una gran mayoría, un evento que ya de por sí resulta maratoniano desde que el Dcode se concentró en una única jornada en 2013 no iba a empezar hasta que el sol dejara de apretar como lo hacía ese sábado.
Aún así, Lorenzo seguía inyectando melanina con fuerza cuando los murcianos Neuman atacaron con una de sus joyas, “Turn it“, infalible en directo, y poco después una risueña Natalia Lafourcade repartía dulzura entre los asistentes presentando su nuevo álbum, Hasta la raíz. Con el programa trastocado y la noticia circulando poco a poco por el campo de rugby, las jovencísimas Hinds ocuparon el lugar de Luis Alberto Segura y compañía en un escenario que les venía ciertamente grande. Su desparpajo, sus estribillos pegadizos y su simpatía no compensaron sus probadas limitaciones técnicas.
El primer momento álgido de la noche llegó con The Vaccines, que pisaban el mismo escenario sobre el que se presentaron ante la sociedad española en 2011, en la primera edición del Dcode. Con un tercer trabajo bajo el brazo, English Graffiti, y algo de chulería adquirida en este lustro, Justin Young y sus socios empezaron a lo grande con “Handsome“, “Wreckin’ Bar (Ra ra ra)” y “Ghost Town“, dando una muestra de su discografía en apenas unos minutos. El guitarreo nervioso del cuarteto aceleró al personal, que coreó y bailó cada uno de sus temas, aunque también se vivieron momentos más épicos de la mano de “All in white“. El breve minutaje de sus composiciones les permitió pegarle un buen repaso a su cancionero, rematando la jugada con la hipervitaminada “Norgaard“.
La solvencia de L.A. quedó demostrada una noche más, a pesar de que los seguidores de Sam Smith no sabrían apreciar lo que ocurría sobre las tablas cuando debería estar sonando “Money on my mind“. Luis Alberto no tenía absolutamente nada que envidiar al ganador de cuatro Grammys y su presencia a esas horas le alegró la vida a más de uno, sobre todo cuando decidió arrancar con “Stop the clocks” y “Under Radar“, temas que compartieron setlist con el verdadero protagonista, From the city to the ocean side, su última entrega. Mientras tanto, en la carpa, los murcianos Second estuvieron apoteósicos, con la ya habitual comunión que se da entre banda y un público que nunca les falla. A su arsenal de infalibles canciones se unieron “Nueva sensación” y su más reciente single, “Primera vez“, en boca del siempre entregado Sean Frutos, manteniendo un verdadero ambientazo de principio a fin.
El plato principal venía de Gran Bretaña a cargo del señor Brett Anderson al frente de un clásico que era el verdadero cabeza de cartel, Suede, que fueron recibidos con aplausos. El cantante impartió una clase magistral de saber estar con la entrega y la pasión que ya desearían tener muchos frontmen veinteañeros. Empezando con “Europe is our playground“, la banda funcionó como un reloj y Brett se tiró por los suelos, saltó por los aires, y, en definitiva, no paró de interactuar con el público (el mismo que no dudó ni un momento en sobarle cuando Brett se acercó a la primera fila) mientras repasaba los himnos de toda una generación, encadenando “Trash” con “Animal Nitrate” y volviendo loco al honorable. Están en buenísima forma, y no solo quedó demostrado a base de clásicos; sonó una de sus últimas creaciones, “I can’t give her what she wants“, que Brett interpretó de rodillas. Tras un apoteósico final en modo karaoke con “Beautiful ones“, volverían a salir para tocar “She’s in fashion” en acústico y para que los presentes hicieran feliz a Brett coreando “Saturday night“, pues aseguró que le gusta la pasión con la que canta e público español. Y a este, la suya.
Unos como aperitivo y otros como postre, Supersubmarina e Izal contentaron con creces a un público claramente compartido que utilizaría la hora de Suede para cenar, a juzgar por las caras de póquer de los que cruzaban la multitud para salir de ahí entre actuaciones. Los primeros hablaron poco para sacarle provecho al setlist, aunque tuvieron el detalle de recordar a los asistentes que podían ayudar a Intermon Oxfam y aprovecharon para anunciar un concierto en el Barclaycard Center para 2016. Los jienenses entregaron con la misma energía que en el Sonorama un setlist prácticamente idéntico, enganchando unos éxitos con otros, manteniendo al personal constantemente en el aire. Mikel Izal y compañía estaban de estreno, y sin más contemplaciones, arrancaron con “Copacabana“, single de su nuevo disco del mismo título. Tocando en casa y con su incasable legión de fans a su servicio, disfrutaron del enésimo baño de masas.
La espera quizás se le había hecho larga a muchos de los jovencísimos dcoders que iban solo por Foals, pero por fin llegó el momento de “las copas”. Los otros protagonistas de este Dcode hacían acto de presencia pasadas las dos de la mañana sobre un escenario teñido de azul, y fueron directos al sonido rugoso al que se han entregado en los últimos años, y sobre todo en What went down, su último ejemplar. Yannis Philippakis sacó músculo no solo al guitarrear sino también al cantar, casi desgañitándose, “Mountain in my gates” o “Inhaler“, animaron a una multitud con varias horas encima de festival de la mano de “My number“, pero a ratos resultaron algo fríos y demasiado intensos para lo que se necesitaba a esas horas. Se agradece que volvieran al principio para terminar, y que su infeccioso Antidotes (2008) se viera representado por “Two steps, twice“.
Lo que se podría denominar el after llegó al inaugurarse la fiesta veraniega sin fin que parecen ser todas las intervenciones de Crystal Fighters, que actuaron sobre un escenario-selva lleno de plantas y equipado con un muro de altavoces atronadores. La chavalada remató la noche bien entrada la madrugada, aunque muchos decidieron abandonar el barco mucho antes, para evitar las riadas de festivaleros que poco después pondrían rumbo a Moncloa como si de una escena de The Walking Dead se tratara, en busca de un medio de transporte para volver a casa (un fallo aún por resolver).
El Dcode vivió su quinto asalto repitiendo el sold out de 2013, aunque con mil personas más en un recinto que, a pesar de haber sido ampliado para ofrecer una mayor oferta gastronómica (lo cual se agradece), siguió resultando apretado para que 26.000 personas disfrutasen de los conciertos con comodidad. Como se ha dicho antes, la ausencia de Sam Smith no afectó tanto al evento (aunque era una verdadera faena para muchos de sus asistentes), pues su confirmación ya chocaba con el historial del festival. Sin embargo, ya de entrada, al cartel le faltaba el fuelle de una edición como la del año pasado, sin ir más lejos. Con todo y con ello, Dcode se ha convertido en el único festival madrileño y en el evento al que no hay que faltar a mediados de septiembre. Por este motivo, hay que cuidarlo y procurar no poner la cantidad por encima de la calidad (y quizás también pensar en volver al formato de dos jornadas).
Texto: Beatriz H. Viloria Fotos: Dcode
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