Desde que en 1987 y con tres históricos álbumes (para muchos, “On fire” el más memorable de todos ellos), dejara Galaxie 500 en 1991 para formar Luna hasta el año 2005, Dean Wareham se ha hecho con una legión de silenciosos seguidores. Algunos de los cuales (agazapados bajo la sombra alargada de My Bloody Valentine y The Jesus and Mary Chain como telón de fondo) se acercaron a disfrutar de su particular noche inolvidable en Madrid, bajo la astuta organización de SON Estrella Galicia para esta única (y esperada) ocasión. Bravo por la propuesta y el lugar del evento.
Con Britta Phillips (pareja musical también en Dean and Britta) a su izquierda, acompañándole al bajo y los teclados, más la batería de Jason Lawrence, hizo crepitar la progresión vocal y el fantástico recorrido acuoso de las guitarras que han caracterizado las extrañas, tormentosas y siempre melancólicas canciones de Galaxie 500. Sonó lo esperado por menos predecible; es decir, la clase y elegancia que por partida doble adornaban cada una de las canciones de la noche: Esa suavidad narrada más que cantada de Dean Wareham en “Snowstorm“, los susurros de voces y la palidez guitarrera de “Flowers” o la desgarrada pasión de “Decomposing trees” que sonaron con muchísima solidez; como si el grupo las hubiera hecho ayer y sorprendieran, por su inmediatez, a un público desconocido. Y no, no canta mejor Yoko Ono “Listen, the snow is falling” que la candidez aplastante de Britta nos regaló aquella noche. Ya lo siento por John Lennon. En el bis, se atreven con la oscuridad de “Ceremony” de Joy Division, que con ritmo más trepidante, ha sido versionada también por los marcianos Radiohead.
Dean Wareham, que ha trabajado como compositor de largometrajes y, ocasionalmente, como actor, publicó en el año 2008 un libro sobre su andadura musical, con el título de “Black postcards“.
En los USA y en el Reino Unido, sus discos han sido publicados por la prestigiosa casa discográfica Rough Trade, reeditados años más tarde por la norteamericana Rykodisc y el año pasado, de nuevo, por la discográfica Domino.
Por su parte, los norteamericanos Ringo Deathstarr (también en formato trío) intentaron hacer lo propio antes con el atronador ruido de las guitarras; pero el sonido, saturado, no ayudó demasiado a conciliar el sueño apesadumbrado de sus cabezas de cartel. Y mira que lo intentaron, incluso con taladro en mano, arañando la guitarra pero, (otra vez será), su propuesta más que agujerear las señas de identidad de un rock sucio y noise, dejó empañada su noche de niebla en un cristal donde deja poso la transparente visión del peso de sus compañeros de reparto. Ni que decir tiene que “Imagine hearts” y “Summertime” fueron dos piezas donde la voz de Alex Gehring se esforzó lo suyo en aguantar el peso del ruido de las guitarras; pero no terminaron de cuajar sus canciones, a pesar de que por momentos se palpaban toques de genio en recorridos sonoros y vocales de la pareja.
Texto: Ángel Del Olmo
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