Uno de los conciertos que sin duda más debería haber dado que hablar entre aficionados y especialistas, el de la gran blueswoman Deborah Coleman, pasó sin embargo totalmente desapercibido, constituyendo un raro privilegio para las doce personas que nos encontrábamos en la madrileña sala La Boîte, y esto en el momento de mayor aforo. Algo que nos permite comprobar cómo el Rock y el Blues pasan, por capricho de un público voluble, de ser la punta de la lanza de la tendencia al gran olvidado por todos. Como alguien dijo, “qué ganas de que el Rock se pase de moda para que el público de Rock regrese“.
No hay que ser un lince para darse cuenta: el Rock está de moda. Desde revistas que anteayer desconocían que existía algo más allá de los 40 Principales, hoy se revisan estándares y clásicos imprescindibles. Al mismo tiempo, los grandes diseñadores de alta costura crean arriesgadas reinterpretaciones de la inmortal chupa rockera, eso sí, apta para los públicos más refinados. Cualquier starlette que se precie lleva medio cuerpo tatuado al más puro estilo Old School y presentadores y famosetes proclaman a los cuatro vientos que sí, que ellos en el fondo siempre se han sentido muy rockeros, muy rebeldes, muy de todo.
Mientras, las salas de conciertos y lo promotores asisten desconcertados a paradojas incomprensibles: grupos anteayer desconocidos logran colgar el cartel de sold out justo después de que algún gurú se las dé de haberlos descubierto, mientras que profesionales realmente de peso, aclamados por una crítica especializada ajena a los inconsistentes vaivenes de lo que es tendencia, tienen que salir a escena delante de una docena escasa de espectadores.
Deborah Coleman, polifacética blueswoman que lleva toda una vida con la guitarra en la mano, exhibió una profesionalidad hoy por desgracia muy en desuso, volcándose como ante un auditorio repleto. Durante algo más de hora y media hizo alarde de una técnica depuradísima, cuyas influencias beben tanto del Blues más primigenio como del Rock and Roll, en un set-list equilibrado entre el desgarro con el que llega a interpretar el primero, sensacional “Deserted Highway” y la pasión y la energía con la que se daba al segundo, “I Believe” o la fantástica y cinematográfica instrumental “River Wild“. Secundada por una banda de auténtico lujo, sin dejar de sonreír ni de tratar de quitar importancia a lo desairado de la situación, Deborah Coleman resultó todo un ejemplo de lo que debe ser una auténtica estrella del Rock y el Blues. Toda una señora.
Ahora bien, cuando en “Los Conciertos de Radio 3” emitan el que días antes esta grande de la música había grabado en sus estudios, habrá llanto, crujir de dientes y desesperación. Puede que, una vez se pase esta moda que se fija más en “el cuero que en el Rock and Roll“, como rezaba el tema de aquel músico reconvertido hoy a cantante de masas, el público esté más atento y no se pierda conciertos como éste. Esperémoslo. Mientras, amantes del Blues y el Rock que no vivís en Madrid, si oís que Deborah Coleman visitará vuestra ciudad, no lo dudéis. Sed más listos.
Texto: Almudena Eced
Fotos: Raúl Ranz
Deborah Coleman – La Boîte, Madrid – 21/10/20092 thoughts on “”
Nunca he estado en un concierto de Deborah Coleman. LLevo siguiendo su página web desde que se publicó y he comprado sus discos en internet porque en España es imposible. No tenía constancia que actuó en Madrid. Por favor, como podría saber cuando vuelve a actuar en España, Portugal o Francia incluso en los próximos meses.
Muchas gracias
Por cierto, me parece increible que casi nadie hubiera asistido a su concierto. EL ROCK NO HA MUERTO. LOS QUE HAN MUERTO SON LOS QUE NO LO APRECIAN!! EL LEGADO SIGUE VIVO EN NOSOTROS