En 1992 Def Leppard alcanza el primer puesto del US Billboard 200 y el UK Album Chart. ¿El culpable? Un disco titulado Adrenalize, el primero sin el guitarrista original y uno de los fundadores del proyecto Steve Clark. Aun así, y en sólo doce años, esta agrupación originaria de Sheffield, Inglaterra, cambio su estilo musical y su estética para adaptarse a una década de los 80 implacable en la que las fórmulas radiofónicas mandaron más que nunca. Así, y tras ejecutar en sus inicios un hard rock enlazado al primer heavy metal británico, poco a poco el quinteto encontró en el rock melódico y en los power chorus su reinado. En facto, por mucho que cambiasen de chaqueta, su calidad no bajo en ese decenio extendido; sin embargo, no se puede decir lo mismo a partir de la segunda mitad de la década de los 90. Parecía que álbumes de la enjundia de Pyromania o Hysteria no encontrarían en las futuras grabaciones del conjunto unos hermanos para el nuevo milenio. Sumerjámonos en esta consecución de éxitos que a la postre escondía un buen cúmulo de pinchazos.
Def Leppard ya es un nombre establecido en el mundo del rock, sin tenerse que amoldar a etiquetas o marcas. Pero si repasamos la vida de este quinteto, comprobaremos que su vida ha sido una carrera camaleónica hacia el éxito. Un grupo que llevó a raja tabla aquello de renovarse o morir —o, tal vez, más que renovarse yo diría adaptarse—. Podríamos decir que su caso es bastante similar al de otra banda aún más legendaria, me estoy refiriendo a los también ingleses Fleetwood Mac. Ambas formaciones comenzaron su andadura en estilos completamente diferentes de lo que al final de sus días llegarían a ser; y digo final de sus días pues tras escuchar los últimos trabajos de los chicos de Joe Elliot, parece que la banda está dando sus últimos coletazos.
Pasemos ahora a fijarnos en algunos de los cambios más significativos, las mutaciones que se han producido en el grupo. Los Leppard se forman en 1977 como cuarteto bajo el nombre de Atomic Mass, en cuyas filas sólo contaban con dos de los miembros que seguirían hasta su primera puesta de largo discográfica: Pete Willis y Rick Savage. Fue con la entrada de Joe Elliot con el que el combo toma el nombre definitivo de Def Leppard. Pero no sería hasta la incorporación del batería Rick Allen y el mástil Steve Clark, pieza fundamental del quinteto, cuando los chicos adoptan un estilo permanente. Una forma de ver el rock bastante distante de lo que se consideraba por aquella época la New Wave Of British Heavy Metal. Pero al igual que les pasó a The Police, estos cinco músicos debían subirse a la ola o perderían definitivamente el tren y quedarían apartados en el ostracismo más absoluto. Si The Police decidieron en su día moverse por los ambientes punk, gracias a las ayudas del manager Dave Copeland que por aquellos días llevaba a gran parte de las formaciones punk inglesas, los Leppard nacen en unas fechas idóneas para ser considerados la retaguardia de una corriente que fluía con fuerza para luchar por los derechos de una justa evolución para el mundo del rock.
El único problema, aunque a ellos no se les llegó a acusar de tal cosa en ningún momento, es que los de Sheffield nunca hicieron heavy metal de libro. Si acaso en On Through The Night (1980), donde su estilo era duro y en algunos momentos tenía algún toque agresivo, como el de aquel ‘Rock Brigade‘, ‘Wasted‘ o ‘When The Walls Came Tumbling Down‘, en los que había similitudes con Tygers Of Pan Tang o Diamond Head. Eso sí, la audiencia especializada quería que todo lo que saliera de esa nueva ola metálica sonara, como es lógico, con un toque que sirviera para identificarlo y como punto de unión con el resto de combos contemporáneos. Sin embargo, los Leppard jugaban con un hard rock bastante original para la época pero que únicamente en su LP de debut encuentra concordancia con la New Wave Of British Heavy Metal. Así que para dar su siguiente paso en el mundo discográfico, ponen en orden sus ideas y publican un año después el magnífico High & Dry. Un álbum más pensado y con unas bases mejor asentadas. Este trabajo de 1981 contenía descubrimientos de rock duro llenos de coros directos y ritmos muy acentuados, como era el caso de ‘You Got Me Runnin’‘, ‘Let It Go‘ o ‘Another Hit & Run‘. También empezaba aquí su fama de banda capaz de crear grandes tonadas power ballads, sólo hay que escuchar su ‘Bringin’ On The Heartbreak‘ para darnos cuenta de que este grupo podía ofrecer mucho más que el de una simple banda de segunda que coleteaba dentro de la NWOBHM.
A partir de este redondo las cosas cambiarían en la casa Def Leppard: se produce una nueva entrada en el quinteto (Phil Collen) en sustitución de la salida del fundador Pete Willis, empieza una evolución hacia corrientes más melódicas y un cambio en la estética que acabaría desligándoles definitivamente de una NWOBHM entregada al cuero y las tachas. Mucha gente piensa que este cambio de dirección era debido al trágico accidente que le costó un brazo al baterista Rick Allen, pero no es así. Cuando en 1983 se publica aquel Pyromania —Rick sufre su accidente automovilístico el 31 de diciembre del 84— ya podíamos encontrarnos con composiciones orientadas al rock más melódico. ‘Photograph‘, ‘Foolin’‘ o ‘Billy’s Got A Gun‘ ya demostraban su gusto por las corrientes más adult oriented rock. Pero ellos no fueron los padres del invento, pues gran parte de la culpa con respecto a esta mutación la tenía Robert John “Mutt” Lange, El Rey Midas de la producción, capaz de hacer sonar comercial hasta a los mismísimos Slayer si fuese necesario.
Así que “Mutt” Lange, sabedor de que en Norteamérica estaba el auténtico mercado para la banda y buen conocedor de lo que pegaba en los States por aquellas fechas, decide refinar las guitarras de los ingleses sin hacerles perder ni un ápice de actitud “rockera“. Tras el Pyromania llega la desgracia al grupo, el accidente al que antes me refería, y los chicos deciden esperar a que Rick Allen pueda ponerse una vez más ante los parches. No será fácil y la recuperación se alarga, no siendo hasta el 87 cuando aparecería en las tiendas su Hysteria. Aquí ya encontramos a una formación realmente cambiada: subidos al barco de la imaginería hair metal norteamericana —sólo en lo estético—, se potencia la imagen de Joe Elliot como pin-up rockero, sus raíces ya son puro adult oriented rock y los coros arrebatadores están ya a la orden del día. La rabia inglesa se funde en pasta comestible para el pueblo americano; una pasta de muchos quilates, todo sea dicho. ¿Comerciales? Sí, pero con muchísima clase y gusto a la hora de componer. ‘Animal‘, ‘Pour Some Sugar On Me‘, ‘Gods Of War‘ o ‘Armageddon It‘ se convierten en auténticos himnos, todo esto regado por dos baladas más que aceptables: ‘Love Bites‘ e ‘Hysteria‘. Y con este trabajo llega una de las giras más espectaculares que haya realizado la banda, y que se haya visto en el mundo del rock. El tour que sigue a la publicación del Hysteria está cargado de efectos especiales y de artificio: pirotecnia, juegos de láser, un escenario central que gira sobre sí mismo, una batería en la que se mezclan los elementos acústicos y electrónicos para dar mayor soltura a Rick Allen. ¡Una auténtica maravilla!
Pero cuando la banda se pone manos a la obra para moldear un nuevo dulce sonoro para los oídos del mundo, la tragedia se vuelve a ensañar con el quinteto. Steve Clark muere debido a sus incontrolados excesos con el alcohol y el grupo se queda cojo definitivamente. Así que en 1992, el cuarteto restante decide sacar un nuevo álbum en estudio. El disco se llama Adrenalize y encontramos una vez más una mezcla de orientaciones. Ahora no es sólo la imaginería extravagante noeteamericana, también es su sonido el que se funde con las pinceladas adult oriented rock que fluían por anteriores entregas. Cortes como ‘Let´s Get Rocked‘, ‘Heaven Is‘ o ‘Make Love Like A Man‘ podrían haber sido firmados por combos yanquis de la talla de Bon Jovi o Poison. Pero el grupo no podía continuar siendo un cuarteto, sobre todo si quería presentar su nuevo material en directo, así que deciden reclutar a un mástil que pudiera llenar un hueco difícil de tapar. Se prueba con músicos como Gary Hughes o Vinny Burns buscando, no sólo calidad frente a las seis cuerdas, también una voz que se amoldara bien a las melodías de sus coros. Pero, tras muchas audiciones, se deciden por el guitarrista Vivian Campbell. Vivian consiguió gran fama por ser el brazo derecho de Ronnie James Dio en su proyecto en solitario, Dio, al igual que por ayudarle a componer algunos de los clásicos del grupo; aunque a los de Sheffield les interesaba más su etapa en los cardados Whitesnake, con los que compartió la gira del álbum 1987.
Y es curioso pues, cuando uno esperaba una vuelta a las raíces más rockeras, los chicos se ponen tontos y empiezan a experimentar. ¡A estas alturas! Es así como en 1996 nace Slang, una obra mediocre para la calidad y originalidad a la que nos habían acostumbrado los ingleses. Hasta que por fin, tras algunos rumores de separación y expulsiones, los Leppard editan en el 99 su definitivo Euphoria. Intentan regresar a su etapa comercial ochentas aunque, por desgracia para todos, sólo lo hicieran a medias. Las composiciones no surgen como antaño y, aunque consiguen algunos temas destacables, no hay un grueso de disco lo suficientemente convincente para una crítica que ya no les perdonaba ni una. Y así han seguido dando bandazos con obras como X (2002), Yeah! (disco compacto de versiones publicado en 2006) o Songs From The Sparkle Lounge (2008). Para evitarse sinsabores actuales, recomiendo recuperar el más desconocido Retro-Active del 93, lanzamiento de caras B y temas inéditos que les pilló en una de sus etapas de transición.
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