Dirty Names + ElDorado — Sala Caracol — 15/02/2013


Mark Twain, hijo de las tierras de Misuri, natural de Florida, publicó en 1889 una novela titulada A Connecticut Yankee In King Arthur’s Court o, como se conoció en nuestro país, Un Yanqui En La Corte Del Rey Arturo —parece ser que lo del yankee a secas era lo ideado por Twain inicialmente para que apareciese en la portada de su obra, y que posteriormente se le añadió lo de Connecticut—. Twain habría disfrutado con las travesuras de Dirty Names y con más razón que un santo les podría haber dedicado la siguiente frase: cuatro yanquis en la corte de la reina Isabel II del Reino Unido. Matt, Kit, Harrison y Sam, incluso nacidos en la nación de las barras y estrellas, se han alimentado a papillas de fibroso rock and roll británico, destacando ante todo dos ingredientes en sus pantagruélicas pitanzas enlatadas: los Stones y The Faces. De hecho, incluso no desconcierta el saber que en un principio funcionaron como The Names, ¿verdad?

El pasado viernes este grupo, que como las bandas de las que parece alimentarse, sabe que su rock debe estar exultante también de mucha alma negra, de ese soul de un, por ejemplo, James Brown, se olvidó de ataduras y de su situación de teloneros para desplegar la magia de unos cabeza de cartel. En apenas diez canciones no sólo dieron un repaso general a lo mejor de su CD Double Your Pleasure de 2012 —miento, en ese larga duración no hay tema malo—, ya que también nos cantaron cosas como ‘Mr. Satisfaction‘ o ‘Black Beans And Rice‘. Todos se lucieron unidos, aligerando el juego, marcando bien los pases de uno a otro compás, de una baza a otra; aunque los ojos pronto se dirigían al guitarra solista Kit Whitacre, un espectáculo en sí mismo con su mínimo sombrero y ese cuerpo que no paraba de contorsionarse como si se estuviese tratando allí mismo a golpes de una terapia electroconvulsiva.


Desde ‘On Again Off Again‘ a ‘Salt Water Jackie‘, rondando por ‘I Don’t Care‘, ‘I Get By‘, ‘Cadillac‘ o su irresistible sencillo ‘Puppy Love‘ —si aún no lo has visto, no te pierdas su divertido videoclip—, llegando así a unos agradecimientos dedicados a los asistentes, convirtiéndose Harrison Cofer en un impersonator del Godfather Brown —como cuando el Monkees Micky Dolenz tenía esos ataques de alma negra y se ponía a imitar al tito James en escena con toda la pasión que su por entonces joven corazón le podía conferir—, todo sirvió para dar muestra viviente de una de las bandas más sobresalientes del rock and roll actual.

Los componentes de ElDorado, por su parte, ya se podían sentir ganadores antes de pisar la tarima de la Caracol. El disco compacto Paranormal Radio (titulado Antigravity Sound Machine en su versión inglesa) ha recibido los mil y un halagos —más que merecidos, todo sea aclarado—, y el propio cuarteto tiene a día de hoy una buena parroquia de fieles que saben que su valía en un escenario se multiplica por diez. Aun así, ElDorado no salió —nunca lo ha hecho— a hacer el paseíllo, a simplemente dejarse querer; estos tipos juegan al todo o nada, ya esté programada la actuación en la sala Caracol o en un garito de mala muerte, ya aparezca una centena de seguidores convencidos como dos o tres grupillos de malencarados. ‘Hey Saturno‘ nos dio la bienvenida a su característico show —¿por qué no ‘Reactor‘? ¿Por qué dejarlo para el final?—, seguida por ‘Juegos De Medianoche‘, ‘Nuestra Sombra‘ y ‘Caída Libre‘. No se olvidaron de promocionar igualmente su faz más anglosajona, cantando Jesús Trujillo algunas piezas en su versión con letra en inglés (‘Another Bright Sunday‘ o ‘Blue Jay Wings‘, por ejemplo), al igual que tampoco de sacar a pasear su amor por las versiones (‘I Don’t Need No Doctor‘, ‘Somebody To Love‘ y hasta unas frasecitas del ‘Another Brick In The Wall, Part 2‘).


Entre desmadres como ‘Space Mambo‘, ‘Paranormal Circus‘ o el calor penetrante y sentido de la monumental ‘Atlántico‘, quedaron minutos para que Javi Planelles mostrase su respeto por John “Bonzo” Bonham con un solo de batería en el que, como pasaba con los del inglés, la parte ejecutada a mano abierta y sin baquetas, buscando la pura percusión, halló un espacio especial y muy jaleado por el respetable. ‘Reactor‘ y ‘La Casa De Las Siete Chimeneas‘ calentaron aún más, en lugar de relajar, en los últimos lances de ElDorado, como queriendo decir que las horas no les deshinchan y que al final del show están tan frescos como cuando lo empezaron. Resumiendo, una buena panda de profesionales que llevan a flor de piel y por bandera la música emocionante y sensacional.

sguillen

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