Doves y Coldplay pegaron en el mercado (cada uno a su manera) en 2000, con sendos debuts muy por encima de un brit-pop en horas bajas (bandas disueltas, nuevos discos poco inspirados…). Su formula se alejaba de los estandartes del género, influenciados por grupos más cercanos al post-punk (The Kinks, The Jams…) para presentarnos una propuesta más cercana al estilo más pop de los 80 (Echo And The Bunnymen, U2…), sin olvidar la banda de los 90 por antonomasia: Radiohead. Con sus respectivos nuevos discos, los derroteros de ambas formaciones han ido variando hasta autodefinirse: Coldplay se ha decantado por el pop de estadio, mientras que Doves ha preferido alejarse de ese camino (aunque lo tocaron en su segundo álbum), para quedarse con el lado un poco más rockero e intimista.
La verdad es que mucho hemos esperado para la continuación de aquel interesante aunque algo irregular Lost Cities. Cuatro años en los cuales los fans del grupo no sabíamos a ciencia cierta que nos depararía el nuevo álbum. ¿Un peldaño más hacia las medias tintas? Para nada. Esta vez la suerte nos acompaña, porque Kingdom Of Rust nos devuelve a unos Doves en plenas facultades.
Con un tono similar a su primer largo, aquel inolvidable Lost Souls (2000), Kingdom Of Rust se muestra enérgico, pero sin perder ciertos ecos de intimidad y melancolía marca de la casa. Sin embargo, la influencia del dream-pop ha ido perdiendo presencia para decantarse por un sonido más definido (“Lifelines” y “Birds flew backwards” son los únicos temas con un toque ambiental). Por lo demás siguen siendo los Doves que ya conocemos, con sus atmósferas otoñales, algún que otro arreglo electrónico (“Jetstream”), las guitarras expansivas (“10:03”), la contundencia rockera (“House of mirror”, “The outsiders”) o los contrastes entre luminosidad y oscuridad durante todo el álbum (tanto la forma como el contenido). Más patente resulta la evolución en sus letras, reflexivas como siempre, pero con una temática más urbana.
En ocasiones el disco pierde fuelle para los más que busquen algo más directo, ya que las canciones no suenan tan variadas (The Last Broadcast era un disco muy ecléctico, pero a su vez muy coherente). Quizás lo que sucede es que Kingdom Of Rust no es un trabajo fácilmente asimilable y sean necesarias varias escuchas para poder apreciar su verdadera magnitud. Intentadlo, merecerá la pena.
Más información: www.doves.net
Dyorch