Tras el famoso concierto de Fuenlabrada de hace una década en el que los Dropkick Murphys salieron escaldados y pensando que en este país éramos todos unos cafres, volvieron hace poco menos de un año para hacer las paces. En enero del año pasado había muchas ganas de disfrutar de la mejor banda de folk punk del planeta y el resultado fue un sold out en toda regla en la sala Heineken, así como una entrega absoluta por parte del público. Ahora que han cogido carrerilla, todo apunta a que les tendremos por aquí a menudo, más aún después del éxito de esta gira, en la que se duplicó la venta de entradas, a pesar de que sólo consiguieran llenar media Riviera. Pero bueno, está claro que han pegado el estirón en los últimos años y eso que sus discos son cada vez menos inspirados. No olvidemos lo minoritario que es el estilo al que pertenecen y los pocos seguidores que tienen colegas como The Real Mckenzies o The Mahones, que por cierto fueron sus teloneros en la anterior gira, y el hecho de que los Murphys estén tocando ante estas audiencias, sin duda les sitúa en la cúpula de los grupos de punk rock más grandes de la actualidad.
Esta ocasión, los encargados de abrir cada noche para los de South Boston están siendo Devil’s Brigade, la reciente formación encabezada por Matt Freeman, el afamado bajista de Rancid. Y es que claro, ves a tus compañeros Tim Armstrong y Lars Frederiksen formarse sus propios proyectos, The Transplants y The Bastards, respectivamente, y te entra un poco de envidia. Así que nada, después de unos cuantos años con la idea revoloteando en la cabeza, finalmente Matt se lanzó a formar Devil’s Brigade, como la película sesentera. Con este proyecto, Freeman cambia un poco de registro y le da al psychobilly templado, en la onda de Tiger Army, aunque velado con algo más de oscuridad. Hay que reconocer que la fuerza y carisma del considerado como uno de los mejores bajistas de la historia del punk —en este caso toca el contrabajo-, no es especialmente destacable y, de igual modo, su áspera voz es menos agradable de lo que debería, pero está claro que en un local de discreto aforo, su directo ganaría muchos enteros. Temas como “Bridge of Gold“, “Gentleman of the Road” o “Shakedown” están realmente bien, pero desgraciadamente el público no se mostró muy receptivo. Ni siquiera con el estupendo cierre con el que decidieron obsequiarnos, versionando “Black Derby Jacket” y “L.A. River” de Rancid, con la ayuda del guitarrista de los Murphys. No fue un gran bautismo que digamos, pero esperaremos a verles en condiciones, en una sala del tamaño de Gruta 77, tal y como estaba programado antes de que se incorporaran a esta gira conjunta, para sentenciar un veredicto definitivo.
Llegado el momento de que los Dropkick Murphys se subieran al escenario para presentar su último trabajo, Going Out In Style, la cerveza a precio de oro comenzó a desfilar entre el público. Últimamente parece que DKM se han relajado y han puesto el piloto automático, ya que desde Warrior’s Code no han vuelto a hacer un disco sobresaliente. Es inevitable que en tal caso los set list se vayan resintiendo y disminuyendo su calidad. Pero bueno, hay que saber de quién estamos hablando, de modo que eso no impide que los de Boston sigan dando conciertos impresionantes. En esta ocasión no esperábamos menos y por supuesto, no nos dieron menos. Como viene siendo habitual, la intro que les dio la bienvenida fue la bellísima “Foggy Dew” de los Chieftains. Será bonito el día en el que el público se la aprenda y la cante a grito pelado, pero hasta entonces, sólo seguirá habiendo cabida para los gruñidos, las risotadas y el clásico cántico de “Let’s go Murphys!” precedente a la fiesta.
La enérgica “Hang ‘Em High“, del nuevo álbum, fue el pistoletazo de salida, que decidieron enlazar acertadamente con la tradicional “Fighting 69th“. La siguieron las demenciales “Barroom Hero“, de su disco debut, y “The Gang’s All Here“. El concierto empezó potente, aunque no tardaron en empezar a facturar casi en su totalidad Going Out In Style, de las que sin duda destacaron la canción homónima, así como “Cruel“, “Peg O’ My Heart“, el tema que comparten con Springsteen y que nos hizo sonreir de placer, y por supuesto, el himno irlandés “The Irish Rover“. El máximo bombazo hasta ese momento llegó hacia la mitad del set, con ese temazo de hardcore melódico llamado “Citizen C.I.A“. Asimismo, fue maravilloso escuchar “Worker’s Song” de ese discazo que es Blackout y del que también tocaron la emotiva “Fields Of Athenry” y “The Dirty Glass“.
No concibo un género musical que incite más a la gente a saltar, emborracharse y corear con la fuerza necesaria para vomitar los pulmones. El heterogéneo público, formado por punks, hardcoretas, rockers, skins, modernas e incluso canis (y algún que otro analfabeto portando orgulloso una camiseta del IRA), no cesó de poguear, comprar minis de cerveza, para hacerlos volar acto seguido por los aires, abrazarse en exaltante armonía y, en definitiva, volverse locos con cada pelotazo de los Murphys. Y es que hay pocos grupos con una presencia como la suya, con una ejecución tan absorbente y con una capacidad para remover al público con una fuerza semejante.
El último tramo del concierto, centrado en el Warrior’s Code, fue un absoluto derroche de energía, gracias a trallazos como “Captain Kelly’s Kitchen“, “The Auld Triangle” o esa invitación al desparrame llamada “I’m Shipping Up to Boston“, sin duda la canción más conocida de los americano-irlandeses gracias a Scorsese y su The Departed. Precisamente esa canción fue la escogida para dejarnos exhaustos hasta que volvieron a salir del camerino para efectuar los bises. Unos bises en los que, como no podía ser de otra forma, todo el sector femenino que lo deseó pudo subir al escenario a menear las cachas a ritmo de “Kiss Me, I’m Shitfaced“, para instantes después quedar plenamente invadido por toda la muchachada mientras los Murphys se marcaban la versión de la canción de AC/DC, “T.N.T“. Y así terminó la parranda, o eso pensamos muchos, una vez que se encendieron las luces y comenzó a sonar una canción de Sinatra. Sin embargo, momentos después y cuando ya estaba media sala fuera, el grupo volvió a salir para marcarse “Boys on the Docks“. Los Dropkick Murphys lo volvieron a hacer. Volvieron a regalarnos uno de los conciertos del año y un simpático constipado debido al sudor y el baño de cerveza con el que salimos de la Riviera. Pero bueno, ya se sabe, sarna con gusto…no pica
Dropkick Murphys + Devil’s Brigade, 29/04/11 — La Riviera1 thought on “”
Para mi gusto los Dropkick, no han perdido ni un ápice de fuerza en su sonido, otra cosa es que se haya observado una evolución desde su “Do Or Die”. Viendo la forma en la que cambian su obra otros grupos, se agradece que los Murphys sigan en esa línea folk-punk que tanto les caracteriza, pienso que no han perdido la marca que llevan en sus temas, que es lo importante.
Por lo demás, opinar que el set list, quizás si era mejorable, pero hay tantas canciones buenas que se tienen que quedar fuera de una lista de veintitantas, que considero que superó la prueba con nota.
Por último, creo que la riviera presentaba bastante más de la mitad del aforo, ya que la última vez que había estado, fue en el “sold out” de Rise Against y no había la mitad, ni de casualidad. Opino que este género está siendo seguido cada vez más, y sobre todo gracias a este pedazo de grupazo que se deja la piel en cada concierto, y a los Flogging Molly, otro grupazo como la copa de un pino…
Un saludo