La noche era lluviosa y qué mejor que pasarla esperando en el callejón en el que está ubicada la sala El Sol. Aunque bien sabido es que el mítico local de conciertos madrileño no suele abrir sus puertas hasta pasadas las once de la noche. Esta vez no fue diferente claro y a pesar de que en la entrada ponía que la dulce Eilen Jewell subiría a escena a las diez y media no fue hasta una hora después cuando se la vio aparecer acompañada por su banda tras las cortinas del escenario. No hubo un grupo telonero que caldeara el ambiente aunque tampoco hizo falta ya que el público venía bastante animado de casa. Un público cuya media de edad sería fácilmente la cercana a la cuarentena, por cierto. Pero bueno, maduros puretas o gafapastas folkies lo que está claro es que si estaban allí era porque saben apreciar la buena música.
En esta ocasión la señorita Jewell vino a nuestro país principalmente para presentarnos su nuevo trabajo, Sea of Tears. Un disco tan soberbio que a estas alturas del 2009 me atrevería a incluirlo sin ningún temor entre los mejores veinte discos de Rock del año. Sea of Tears es un soplo de aire fresco al colapsado mercado del country-folk actual. Y es que con los méritos que ya ha hecho hasta la fecha podría decirse que Eilen es la sustituta que Lucinda Williams necesitaba; o más bien, que el público de ésta podría desear. Lo que está claro es que ha logrado su consagración gracias a la tímida y delicada apertura de miras que ha hecho al Rock and Roll clásico, e incluso al Rockabilly, combinándolo con el sonido folk y country que la caracteriza desde que comenzara su andadura musical. Y bueno, todo eso y mucho más es básicamente lo que nos ofreció la de Cambridge.
Sin más dilación me sumiré ya en el recuerdo de la pasada noche del primer jueves de Octubre. Ataviada con la ropa que pudimos ver metida en la maleta del cartel del concierto, un sencillo vestido, un collar de perlas y unas botas de cowboy, cogió su guitarra y comenzó a acariciar sus cuerdas. Lo que pudimos contemplar a lo largo de hora y media de paisajes y vibraciones eléctricas fue un repertorio salpicado de multitud de estilos conviviendo en perfecta hermandad. Desde el blues al gospel pasando por el country y el folk, todo ello envuelto en una fina sábana rockera fiel a la más pura tradición norteamericana.
Eilen y su banda nos trasladaron a mediados de siglo, a un bar polvoriento y de madera carcomida en el que su frágil voz acompasada del ritmo frenético de las cuerdas y la percusión pusieron banda sonora a un paisaje de rudeza vaquera y rodaderas desérticas. Y así fueron descargando preciosas composiciones como la elegante “Sweet Rose“, la rockabilly “The Darkest Day” o la que bautiza su último disco, la soberbia “Sea Of Tears“. Entre canción y canción Eilen no dejó de obsequiarnos con su simpatía en ni un solo momento y se atrevió a practicar su español sin ningún tipo de pudor. Comunicativa y muy cercana nos trasladó al salón de su casa de Ohio como si de una velada íntima se tratara. Por supuesto, también estaban invitados el genial Jerry Miller y sus fantásticas melodías guitarreras que cantó todo el tiempo como si proviniesen de sus pulmones, el carismático batería y también cantante secundario y el bonachón contrabajista. Todos ellos engrasados y haciendo gala de una conexión admirable.
Su música fluye como si se tratara de un Gran Torino atravesando el desierto de Nevada. Blues melodioso y melancólico transmitido a través de una honesta y sutil sonrisa que te encandila sin que apenas te percates de ello. Y la contradicción de lo feliz que le hace cantar tristes sentimientos es precisamente lo que provoca que un torbellino de emociones baile en tu interior al escuchar su voz.
El tiempo corrió sin que nos diéramos cuenta y es que a pesar de que el set list estaba cuidadosamente escogido Eilen no tuvo ningún problema en variarlo para satisfacer las peticiones del entregado público. De modo que también nos deleitó con versiones exquisitas tales como la popular “Shakin’ All Over“, de Johnny Kidd & The Pirates, o “I am Gonna Dress In Black“, popularizada por Then e incluso uno de los temas de su proyecto paralero, Sacred Shakers, llamado “Twelves Gates to the City“.
Qué más puedo añadir…Fue una delicia en todos los sentidos y me siento realmente orgulloso de haber acudido a El Sol a disfrutar de un espectáculo tan auténtico. No creo que viva una experiencia musical semejante en bastante tiempo y es que a pesar de que Eilen Jewell cante “Algún día mi vida habrá acabado y nadie recordará mi nombre” no puedo estar menos de acuerdo con ella.
Texto: Javi JB
Fotos: Almudena Eced
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