Brave The Storm seduce con un inicio de teclado frenético, tan endiabladamente estudiado como el de aquel ‘Baba O’Riley‘ de The Who, repitiendo una y otra vez unas pocas notas que aturden al oyente; de pronto, una guitarra crea un bucle que agranda el arranque hasta que en quince segundos hace acto de presencia el resto del combo de forma repentina, agarrando por el cuello al estribillo para conseguir una efectista aparición. El disco gira por los surcos de ‘Hold On (To Your Love)‘ y los miembros de la formación británica Shy ya han rentabilizado de sobra el privilegio de tener un segundo LP en la calle, al mismo tiempo que se quedan con todas las imaginarias papeletas para ganarse el premio a mejor formación inglesa de adult oriented rock de 1985.
Desde Birmingham, y tras haber actuado como Trojan, Shy encuentra sus bazas características en el teclado sorpresivo de Paddy McKenna, que tira tanto de melodías como de arreglos más sintetizados o parejos al art rock, la guitarra medida de Steve Harris y, ante todo, la característica voz de Tony Mills —durante algún tiempo se le compararía por su técnica con el metálico Geoff Tate de Queensrÿche—. Todo esto hace que una canción como ‘The Hunger‘ se desarrolle con grandilocuencia, acertadamente sobreactuada por Mills si hacemos caso a las instrumentaciones que le acompañan, y que ‘Wild, Wild Woman‘ estire el sedal de unos coros que podrían haber entrado en el segundo álbum de estudio de Def Leppard, el imprescindible High ‘N’ Dry (1981) con su transición de la New Wave Of British Heavy Metal al rock de melodías señaladas con rotulador fosforescente.
‘My Apollo‘, por su parte, transluce la originalidad del tema de apertura citado unas líneas más arriba: conciso pero con ideas nuevas, firme candidato por el adult oriented rock aunque gustoso de canciones cual ‘The Flyer‘ de esos Saga canadienses. La afectación de Tony como cantante que se predijese con su debut Once Bitten… Twice… (1983) era dos años después una realidad asimilada con la sapiencia suficiente para sacarle partido y separarse del pelotón.
También conocido como Hard Finish Long Playing, el LP de debut grabado por el cuarteto norteamericano Blackjack para Polygram resulta uno de los ejemplos de libro de cómo se transitó del rock duro al adult oriented rock tomando apuntes de pop elegante. Michael Bolotin —Bolton para los amigos y el mundo de la farándula—, antes de asegurar su cartera editando una retahíla de discos compactos insípidos y para audiencias sin excesivos horizontes fuera de las radiofórmulas, jugaba con estilo en las ligas de ese rock que tendía pasarelas para la comercialidad no exenta de guitarrazos de melena hard y estribillos apostando por la melodía correctamente pergeñada. Sandy Gennaro y Jimmy Haslip constituían la base rítmica del combo, mientras Bruce Kulick comenzaba a oler el éxito en el que pocos años después se bañaría militando para los glam rock Kiss —por aquellas fechas ajustándose a la moda y con otras miras—.
El álbum contiene esa balanza que hace de una publicación musical un tránsito entretenido. Blackjack puede sonar a rock encantado de haberse conocido al igual que tiene la curiosa capacidad de arremeter con unos arreglos potentes que servirán de contrapunto a otros tantos medios tiempos o baladas para nada gratuitas. ‘Love Me Tonight‘ es la mejor apertura que se puede escuchar en un disco de este tipo, con un puente fascinante y que nos enmarca en el final del sonido setentas. ‘Heart Of Stone‘ es aoriana y previsora de lo que los 80 tenían que exaltar en este campo. Con ‘Fallin’‘ buscan un estado de gracia entre los Styx sin excesivos manierismos de farra con Paul Stanley (Kiss), mientras que ‘Without Your Love‘ no tarda en sonarle al comprador al ‘Can’t Get Enough‘ de Bad Company.
La banda sacaría al mercado Worlds Apart en 1981 antes de partir peras; aun así, Michael Bolton todavía sorprendería con tres lanzamientos de rock melódico supremo antes de salirse por la tangente: Michael Bolton (1983), Everybody’s Crazy (1985) y The Hunger (1987), con miembros de Journey arrimando el hombro en el tercero de los citados.
The Nelsons no era más que una apuesta pop perdidamente ochentas cuando falleció el cantante Ricky Nelson en 1985. Él, uno de los nombres recordados con cariño de la escena del rock & roll en las décadas de los 50 y 60, artista que popularizase el single de Gene Pitney ‘Hello Mary Lou‘, había visto cómo sus vástagos formaban aquella bagatela que llevaba su apellido, ejercicio de entrenamiento que sus hijos Gunnar y Matthew cambiarían tras la muerte del progenitor por un tándem con mayor peso en las guitarras. Así termina pisando la calle Nelson y un disco titulado After The Rain.
El territorio escogido, por mucho hard rock que buscasen en los bolsillos, se hacía cultivado y selecto a martillazo amable de adult oriented rock —por aquello de sus coqueteos anteriores con las radiofórmulas—. “(Can’t Live Without Your) Love And Affection” desarrollaba la fuerza de ariete capaz de derribar cualquier puerta de emisora norteamericana en un 1990 que aún no había sufrido el cambio. Su estructura, el estribillo que se pega cual banda de identificación y un complemento vocal tremendamente afinado logran el encanto. ‘More Than Ever‘, otro de los imparables, se abre con un a cappella entroncando con otros contemporáneos que en algún instante de sus LPs de rock melódico han gustado de demostrar sus habilidades con las cuerdas vocales.
El ‘Interlude‘ que precede a ‘Everywhere I Go‘ es romántico al piano, pero sin llegar a los empachos y el barroquismo gratuito del francés Richard Clayderman. ‘After The Rain‘ es canción de herencia Paul Stanley en su fluir por los coros, hermana pequeña de un ‘It’s Alright‘ incluido en el disco publicado bajo el nombre del miembro de Kiss en 1978 —aunque el StarChild no tenga relación con la tonada título del trabajo de Nelson—. Geffen Records pudo amortizar su inversión sin problemas gracias a este lanzamiento de los “Gemelos Timotei”, como se conocía a la pareja de hermanos.
AOR SEGUNDA PARTE
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