Desde la irrupción de internet y especialmente de la web 2.0 el negocio de las publicaciones ha sufrido un profundo cambio. Una cuestión bien conocida que aquí hemos tratado anteriormente en Prensa musical en internet, ¿La democratización de la crítica? y La prensa musical ha muerto… ¡viva la prensa! En todo esto la figura del editor ha quedado a veces desdibujada y casi arrinconada a las publicaciones tradicionales. Sin embargo, el trabajo de un editor es fundamental a la hora de mantener la calidad y el negocio de una publicación.
Las tareas del editor
Una de las tareas más importantes de un editor es garantizar que se cumplan los plazos de entrega y producción. Avisar a los redactores con tiempo de los plazos de entrega y hacer recordatorios periódicos puede ayudar a evitar las indeseadas prisas finales. Además, siempre es conveniente contar con un plazo posterior que permita hacer posibles cambios. Entre medias un editor también escribe y muchos lo hacen habitualmente, lo que les mantiene siempre cerca de la “primera línea de batalla”. Una sana costumbre, porque es fácil olvidar cuando estamos en otro lugar cómo funcionan algunas cosas y el esfuerzo que conllevan.
Un editor debe estar informado, pero en el caso de un editor de música mucho más, porque no basta con estar al día de las noticias y novedades diarias. Un buen editor de música debe conocer también géneros y músicos de todas las épocas, por lo que debe estar en constante aprendizaje. Y para ello debe tener muy presente que siempre habrá algo que no conozca y estar abierto a nuevos conocimientos que no harán más que enriquecer su trabajo en el futuro. Las RSS son las mejores amigas de cualquier editor mínimamente informado.
Un punto complicado es la gestión que debe hacer de las partes interesadas, que en esto de la prensa musical podemos resumir en: sellos discográficos, promotoras y algún que otro manager. Por modesta que sea la publicación tarde o temprano recibirá un correo o una llamada de un manager descontento con el trato que se le ha dado a su banda en una crónica o de alguien de un sello que “amablemente” pide más espacio porque considera que otros tienen demasiado.
Sin embargo, el momento que más teme un editor es cuando debe comentarle a uno de sus redactores ciertas modificaciones en su texto. No es la más habitual, pero tampoco extraña entre la fauna que puebla el oficio, la figura del redactor que no consiente cambiar una sola coma de su magnífico y querido texto. Ni hablemos ya de cambiar el enfoque o la temática. Tratar con los redactores cuestiones como la extensión de los textos, el tono usado, las temáticas o el enfoque suele ser una de esas cosas que podrían ser cómodas, pero sí no ha elegido el equipo adecuado se convertirá en una pesadilla para el editor.
Las competencias y habilidades del editor
Para empezar, conocimientos musicales. Obvio, pero no por ello habitual. Sumémosle habilidades de comunicación, que son imprescindibles tanto a nivel profesional como personal, puesto que el editor debe manejar tanto el lenguaje de los negocios de cara al exterior como uno más personal en su equipo de trabajo. Por supuesto, debe ser experto en redacción. No basta con algunos conocimiento heredados del colegio. Un editor debe ser un corrector implacable y excelente. Ya hemos comentado la importancia de estar al día e investigar. A todos nos gusta la música, pero eso no es suficiente para un editor. Tiene que conocer tanto novedades como clásicos y si es posible hasta de géneros que no encajen en su gusto personal. Esto es trabajo.
Hay ciertas competencias generales, comunes a otros sectores, que aquí también son muy necesarias, como la capacidad de organización y planificación y la coordinación de equipos. La primera es ineludible, más en un trabajo en el que controlar los plazos y manejar los textos en sus fechas son los engranajes principales de la maquinaria; y la segunda es básica para poder establecer objetivos comunes, ejecutar el plan de trabajo y controlar el resultado global. Para el final, pero no por ello menos importante, me dejo la honestidad. Y es que sin ella un editor no será capaz de ver su falta en los redactores, lo que explica por cierto gran parte de los textos que se leen en muchos medios de comunicación. En definitiva, el editor de una publicación de música es el ojo que todo lo ve, el único que tiene la visión global de todo el trabajo y por ello la responsabilidad última es suya.
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Texto: Juan Manuel Vilches
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