Si la mayoría de las músicas tradicionales de otras regiones y países han tenido repercusión de Occidente de una u otra forma, la música folklórica de países como China, Japón, Indonesia o Corea aún no parece haber llegado al mismo nivel que otras. Obviamente, estamos pasando por alto todos esos discos relacionados con el zen, el tai chi, el reiki, etc. que poco o nada tienen que ver con la tradición musical de esos países.

La característica principal de la música de muchas de estas regiones es que suelen tener un sentido tímbrico y no rítmico y melódico como en la música occidental, africana y otras. Esto significa que el énfasis se pone en conseguir la belleza de un sonido específico y no en la melodía o la armonía por ejemplo. El ejemplo perfecto de este modo de concebir la música sería el gamelán, un instrumento tradicional indonesio en el cada intérprete da una sola nota. Una nota que debe tocar en el momento justo en relación con los demás.

China

Abarcar la tradición musical de un territorio tan vasto y diverso como el que ocupa China es una tarea casi titánica. Además de la extensa historia del país, cada región tiene sus propias particularidades, en muchos casos bien diferenciada de las de otras regiones vecinas. Acotando un poco la cuestión a la historia reciente, es en la segunda mitad del siglo XX cuando se comienza a valorar la música popular, aunque también y quizá por afinidades políticas tuvo especial impacto la tradición de la música rusa. Esto ocasionó durante una buena temporada un extraño mejunje difícil de digerir y estudiar para los musicólogos.

Empecemos este breve repaso por algunos músicos chinos con Guo Yue, un hombre que desarrolló su técnica prácticamente en la pobreza más absoluta cuando era joven y vivía en una zona rural. En la década de los ochenta, y seguramente gracias a su traslado a Londres, comienza a ser más conocido, sobre todo desde que David Byrne se fija en él para que participe en la banda sonora de la película El Último Emperador, aunque uno de sus trabajos más interesantes, Red Ribbon, llegaría años más tarde. Pero, para adentrarse más profundamente en la tradición musical de China, uno de los trabajos más recomendables es la serie de cuatro discos The Hugo Master: an Anthology of Chinese Classical Music, una recopilación de un tal Aik Yew-Goh, que hizo en Asia un trabajo similar al de Alan Lomax en Estados Unidos y Gran Bretaña.

Japón

El archipiélago japonés ha ejercido siempre como aislante geográfico del resto del continente, lo que ha provocado que el país desarrollara su propia cultura, muy diferente de la de sus vecinos. En la música, además de las corrientes fuertemente influenciadas por Occidente, se mantiene un movimiento de recuperación y mantenimiento de su tradición. Entre medias tenemos el caso del conocido Kitaro, quien comenzó teniendo como referente claro el rock sinfónico alemán y el de Pink Floyd para encontrar después su propio sonido echando mano de la tradición de su país. Otro gran conocido es Ryuichi Sakamoto, quien ha fundido la tradición con la música occidental de forma magistral.

También aquí nos encontramos de nuevo con la figura de David Byrne como catalizador del folklore oriental en occidente para fijarnos en su sello Luaka Bop y el álbum Asia Classics 2, en el que aparecían músicos japoneses como Shoukichi Kina. Siempre bajo el prisma personal de Byrne, que buscaba siempre músicos que mezclaran folklore con géneros modernos. Y, en una línea más respetuosa con la tradición, tenemos Ensemble Nipponia, Tokyo Mandolin Ensemble, Kodo o Ayako Lister.

Sudeste asiático

Teniendo en cuenta el simplismo de agrupar tantas regiones diferentes bajo una misma denominación, lo que sí tienen en común es que muchos imperios occidentales, como el inglés o el francés, estuvieron por allí unos cuantos años y acabaron marchándose —no del todo- sin haber aprendido absolutamente nada de su cultura. Lo cierto es que prácticamente sus músicas tradicionales no sufrieron la brutal dominación occidental y, aunque con numerosos intentos de modernización y actualización, podemos encontrar unos cuantos ejemplos de interés.

En Corea podemos mencionar al grupo Samulnori, un cuarteto que vive recluido en un monasterio y cuya música es una auténtica delicia para cualquier amante de la percusión. Pero, sobre todo, lo que vamos a encontrar son muchas recopilaciones dedicadas a las diferentes regiones y países, como la serie dedicada a la música de Vietnam editada por el sello noruego Caprice.

En el Tíbet predomina la música religiosa y podemos encontrar unos cuantos títulos dedicados a ella, como Sacred Tibetan Chant, editado por Naxos, pero también tenemos voces como la de Yungchen Lhamo, conocida por haber colaborado en diversas bandas sonoras y con músicos reconocidos como Annie Lennox o Billy Corgan. A pesar de moverse desde hace años dentro de un cierto stablishment, Lhamo siempre ha incluido en su repertorio un buen número de canciones tradicionales y discos como Tibet, Tibet siguen siendo una referencia básica para adentrarse en el folklore tibetano.

Y dejamos para el final una de las obras más bárbaras que podemos encontrar, no sólo si tenemos cierto interés en las músicas de Asia y Oriente, sino también en la historia contemporánea de la música. El álbum al que nos referimos es The Music of Gurdjieff/de Hartmann, fruto de la colaboración entre estos dos compositores. Gurdjieff había viajado por toda Asia y a su regreso trabajó con De Hartmann para transcribir todas esas melodías que había conocido a la notación musica occidental. Un trabajo absolutamente excepcional que, no sólo recoge parte de unas músicas probablemente ya olvidadas, sino que además supone un recorrido casi espiritual por diferentes culturas a través de miles kilómetros.

Rebuscar e indagar entre la enorme cantidad de discos procedentes de los países mencionados conlleva un lento proceso en el que hay que ir separando todo aquello relacionado con ciertas “mentalidades alternativas” enfocadas sobre todo en diversas técnicas de meditación orientales. Pero el trabajo tiene su recompensa, porque finalmente nos vamos a encontrar con unas culturas musicales absolutamente distintas a las conocidas y, como en otras músicas tradicionales, la audición de ciertos sonidos, estructuras, melodías o ritmos supone un auténtico vendaval de aire fresco para nuestros oídos occidentales.


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