El Tri – Estadio GNP Seguros (CDMX) – 15/2/2025 – “56 años siendo felices con El Tri”

56 años siendo felices con El Tri

El Tri es una de las bandas fundamentales del rock mexicano, y el pasado 12 de octubre se cumplieron 56 años del primer concierto que realizó su líder Alex Lora. Una de las personas -y personajes- más importantes en la historia del rock latinoamericano. Un ser cuya historia personal es paralela a los hitos de la historia con mayúsculas. Consulten la hemeroteca, su primera tocada con apenas 15 años fue poco después de la masacre del Tlatlelolco y el día exacto de la inauguración de los juegos olímpicos de Ciudad de México. En un 1968 mexicano repleto a partes iguales de movimientos sociales, explosiones culturales y violencia contra la población civil.

Pocos años después, en 1971, se presentó junto a su banda de entonces Three Souls in My Mind en el legendario festival de Avándaro. Considerado el Woodstock mexicano tanto por la futura relevancia cultural y social -que role- de sus actuaciones, como por el desastre organizativo (nadie esperaba casi 200.000 asistentes) y las críticas del conservadurismo de la época. Como casi siempre en su historia, los logros profesionales de Lora coincidieron con los personales. Fue en Avándaro donde conoció a su esposa Chela y aún recuerda lo primero que pensó al verla: “Este aguacate se lo embarro a mi bollo”. Sin duda amor a primera vista. Actualmente siguen juntos y ella forma parte de los conciertos aportando coros. También es su mánager y proviene de una familia muy tradicional, en una curiosa analogía con The Osbournes.

En una época donde ser rockero era considerado un estilo de vida destinado al fracaso, quién le iba a decir a un Alex Lora adolescente, greñudo y (extremadamente) malhablado que en 2025 estaría ante 60.000 personas celebrándole, cantando sus canciones… y mentándole a la madre también. Afortunadamente para esta historia, nuestro protagonista es deliciosamente incorregible, sigue llevando el pelo largo y su vocabulario es exactamente el contrario que se necesita para brillar en la -como diría Calamaro- alta suciedad. Pero el tiempo no pasa en balde, y el que durante décadas fue la peor pesadilla de madres y suegras ahora parece un entrañable abuelo rockero orgulloso de ver delante de él a varias generaciones de fanáticos de toda latinoamérica.

Comienza el concierto en el Estadio GNP Seguros, renombrado por el cantante como “Estadio GNP mis huevos”, y comienzan los tópicos del rock. La pantallas presentan a un Quetzalcoatl mecánico sobre ritmos prehispánicos industrializados, vehículos a toda velocidad y mucha épica. Los clichés habituales del rock y -como si de una salsa picosa se tratase- el pertinente añadido mexa. De repente aparece -mesíanico- Lora. Chupa roja con muchas tachuelas y flecos. Suelta sus primeras palabras: “Viva México cabrones… y que viva el rocanrol”. Síntesis perfecta de lo que serían más de cuatro horas de música.

Para el cantante los mexicanos son ‘La Raza más Chida’, un himno oficioso donde letras de El Tri como “Somos los únicos capaces de reírnos de nuestras desgracia” son gritadas por decenas de miles de convencidos frente al Cuitláhuac rockero del siglo XX. Sigue Lora poniendo las cartas sobre la mesa “Son 56 años de rocanrol de México para el mundo, sería una pendejada no cantar esta” y entona el himno mexicano -en esta ocasión el oficial- con su voz aguardentosa y chillona.

El repertorio es enorme y no hay tiempo que perder, se suceden los temas ‘El Boogie de El Tri’, ‘El Muchacho Chicho’, ‘Yo Quiero ser tu Celular’. En la coctelera están los ingredientes del rock más clásico, básico y guitarrero. Si queremos compararles con alguna banda española serían sin duda los Burning, donde habría que cambiar La Elipa por Neza (Ciudad Nezahualcóyotl), pero los referentes y las historias son los mismos. No es difícil imaginar a Lora sintonizando a los Stones en solitarias noches de pelo largo y viejos blues del queridísimo Eric Burdon.

Prosigue la noche con más rocanrol rasposo y desafiante con temáticas que incluyen todos los lugares comunes del estilo: amor por el rocanrol (‘El Maldito Ritmo’, ‘Que viva el Rock & Roll, ‘Todo por el Rock & Roll’), auto afirmación identitaria tanto emocional (‘Chavo de Onda’, ‘Chilango Incomprendido’) como geográfica (‘Neza York’, ‘Metro Balderas’, ‘A.D.O.’), incomprensión y malditismo (‘Pobre Soñador’, ‘Perro Negro y Callejero’), denuncia social (‘Caseta de Cuota’, ‘Ratero’), amor no correspondido (‘Nocivo para la Salud’, ‘Triste Canción’), dosis de realidad a base de drogas y alcohol (“Cualquier cosa es mejor que meterle al resistol”, ‘A Huevo la Cagas’), homenajes a algunas personalidades (‘María Sabina’ o ‘House of the Rising Sun’ dedicada al recientemente desaparecido Javier Bátiz, otra leyenda del rock mexicano) o su contraparte, la renovación obligada de ‘¿Por qué no te mueres, Trump?’. Todo ello con una autenticidad a prueba de fresas.

Lora no se calla, no sólamente canta todas las canciones, también charla sin parar entre temas, dando vivas al rocanrol, recordando a músicos históricos o animando al público a dar más “pinches palmas”, incluso considera que “es posible con más huevos”. No sobran los prólogos con los comentarios más faltosos posibles y más de un albur “Tócame la que le gusta a mi novia”. Todo le da igual, o como dicen por México: le vale madres. Su única preocupación es una cuestión que repite sin parar pero de la que ya sabe la respuesta: “¿Estamos siendo felices?”

La banda permanece discreta tras el torbellino Lora, pero su calidad como locomotora del rocanrol es indudable. Destacamos su participación en el blusazo ‘Es lo Mejor’, la baladita ‘Pobre soñador’, el rock sobrio y emocional a lo Carlos Goñi de ‘Parece Fácil’, la constante armónica supurando rocanrol o varios aportes de certeros pianos boogie boogie o violín, como en ‘Oye Cantinero’ y ‘El Niño Sin Amor’ respectivamente.

En un momento levementa psicodélico aparecieron sobre las tablas el cantante de Quiet Riot y Dave Evans -primer voceras de AC/DC- en representación de los iconos del rock para reconocer a El Tri como sus iguales. Lora enarbola un papel con membrete, ¿un certificado de rocanrolidad? más que posiblemente adquirido en la plaza Santo Domingo de CDMX (donde dicen que cualquiera puede compra un título “oficial” de cualquier institución). ¿Qué hace el público? les recibe al grito de culeros, porque el rock es la verdadera igualdad. Y el tripi momentáneo baja tras un amago de cantar ‘Cum On Feel The Noize’.

Alex Lora es más mexicano que el mezcal. Sus referentes son los del mexicano medio y el público se identifica con un personaje tan extremo que parece que lucha cada minuto por superarse a sí mismo en el siguiente chascarrillo. Un artista tan personal que se imita a sí mismo en una dicotomía constante entre la auto parodia y la genuina genialidad. Su auto homenaje llegó con la aparición del Mariachi Misterio de Puebla, que dieron unos -pocos- minutos de descanso al cantante interpretando varias secciones de clásicos para recibir de nuevo a Lora resignificando la inmortal ‘El Rey’. ¿Un rockero formando parte de la mitología mexicana? Vivimos toda una autocoronación en directo.

Muchos melómanos conocimos a Alex Lora por su participación en el documental Rompan Todo, pero si visitas México y consigues salir de los circuitos turísticos podrás encontrar numerosos barrios donde jóvenes y mayores portan playeras (camisetas) de El Tri con un orgullo que nunca conseguirán otras bandas que no son creíbles por muchos premios que tengan. El artista ha logrado fundirse con su público, que éste se identifique con la persona que vive, vivió y vivirá de acuerdo a los postulados más idealistas del rock. Sobre todo si has conseguido que tu discurso y autenticidad con la que empezaste a finales de los 60 siga prácticamente intacto.

La historia de El Tri es la historia de su líder, un guitarrista y cantante de gran importancia como generador de escenas, inspirador de carreras y como genuino icono rockero para varias generaciones de latinoamericanos. Celebrar 56 años en el mundo de la música no es poca cosa, pero si la efeméride la cumple Lora el festejo tenía que ser una concatenación de excesos en honor al propio rocanrol. El Tri lo cumplió con este inapelable espectáculo de rock de estadio, 64 canciones, 252 minutos de música sin interrupciones y 60.000 espectadores. ¡¡¡¡Y que viva el rocanrol!!!!

PS: Una anécdota más como bonus track: Alex no celebró el aniversario en la cifra redonda de 55 años porque por esas fechas estaba haciendo de Herodes en Jesucristo Superestrella. Si Alex Lora no existiera habría que inventarlo.


Texto: Rafael Mozún
Fotos cortesía OCESA: Liliana Estrada
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