Con las elegantes canciones de Emma-Lee Moss, SON Estrella Galicia, de un fogonazo, abrió las puertas (a lo grande) para iniciar su etapa de exquisitos directos en el remodelado Teatro Lara en el presente año, ahora también ampliando su programación al madrileño Café Berlín. La sensatez en lo ecléctico de su programación reúne a un público muy diverso, siempre atento al grupo presentado y el encanto del recinto. Todos sus interrogantes acerca de lo arriesgado de estos directos se desdoblan en exclamaciones que concierto a concierto siguen sorprendiendo. Y atentos a lo que queda por llegar este año, que no es poquita cosa los artistas que se nos vienen encima. Han pasado por el Teatro Lara, desde Javiera Mena hasta Scott Mathew, ahora quedan Damien Jurado, Tinariwen, Cass McCombs, Robyn Hitchcock y Tindersticks. Ahí es nada. Nacho Vegas lo hará en Galicia. Maika Makovski en Valladolid, Bigott en Ourense y Manos de topo en Valladolid y también en Galicia.
Por eso, el público que se acercó a una desconocida en nuestro país, Emmy the Great, pudo disfrutar de lo que pudo ser y fue: un delicioso concierto, donde esta artista, con sólo dos acompañantes en el escenario, no presentó linealmente las canciones de su último “Virtue” sino que dio un recital de cómo con sólo tres álbumes de estudio (no olvidar su navideño “This is Christmas” publicado en noviembre pasado junto a Tim Wheeler) se puede uno quitar el sombrero, darse la vuelta y reverenciar lo que se le está presentando.
Y a pesar de que los interrogantes surgen de forma inexorable: ¿cuántas cantantes de folk-pop existen en el panorama actual?, ¿en qué se diferencian unas de otras?, ¿cuántas copian un pasado de country-folk, se arriman al antifolk más o menos despojado de adornos instrumentales (cuerda, viento, guitarras,etc), o al folk-pop más arrinconado en versos traviesos, pegadizos o aniñados?, en la distinguida diferencia está la causa de la lógica de un trabajo bien hecho. Y en eso consistió la noche madrileña de Emmy the Great. Todas las preguntas abiertas, las cierra Emma-Lee Moss de un portazo. Entrábamos en el terreno de lo irrefutable; lo acuoso del bajo, la voz aterciopelada y los arreglos estaban en su sitio. Y las canciones estaban medidas con tanta mesura como precisión, sobre todo enfundadas en la voz de esta cantante, con unos tonos agudos que casi cortaban la respiración.
Nada más lejos de la realidad. Huye de los estereotipos que puedan hacer de su folk confesional una filosofía más remarcable que el poder de sus canciones y el magnetismo de su voz. De ahí que si bien, el arranque de su concierto, con la religiosa “Eastern María” pueda esperar un concierto místico, el mapa y el territorio (como diría Michel Houellebecq, no comparto la pasión de la cantante por Jonathan Franzen…) de sus canciones dista mucho de ser trivial y poco destacable. Porque eleva el poder de sugestión de sus canciones mucho más allá de lo que se escucha en sus discos de estudio.
No es de extrañar que ahora mismo se encuentre escuchando las letras del genial Jarvis Cocker y Fever Ray: de lo brillante del pop del primero hacia la oscuridad electrónica de los segundos. O que haya colaborado con Noah and the Whale, Fatboy Slim o el gran Darren Hayman (¡qué espléndido su último álbum, por cierto!), y Simon Raymonde, de Cocteau Twins. Por eso dice escuchar a los artistas pop que llevan las cosas a nuevos lugares en sus momentos más extravagantes, y su música va de lo más sencillo hacia letras pintorescas, que huyen de lo estereotipado.
La compositora hongkonesa de tan sólo 27 años de edad, afincada en Londres y anterior miembro del grupo de Indie-folk Lightspeed Champion, tiene mucho que dar a la escena folk-pop ( o como queráis llamarla) actual y puede darse la mano e ir acompañada a la altura de Kate Nash, Laura Marling, Laura Veirs y tantas otras compañeras de reparto. Y sin que nadie se asuste por las comparaciones.
Texto: Ángel Del Olmo