La Plaza de Las Ventas recibía el día de la música en pleno concierto. Ambiente festivo, casi de feria, con borrachos, juerguistas, pandillas, gente sola y auténticos fanáticos con dos letras tatuadas, una sobre otra. La ‘h’ y la ’s’ que aún acompañan a un hombre que 20 años antes las defendió en el mismo escenario. ‘Hace 20 años estaba tocando en Las Ventas, ha pasado mucho tiempo y quién sabe cuanto tendrá que volver a pasar…’, decía el protagonista.
Parte de ese tiempo lo ha dedicado a conseguir un repertorio de sus discos en solitario (ya ha anunciado el próximo, ‘Las Consecuencias’) que le sienta extraordinariamente sobre las tablas. Una mezcla del rock y blues con un espectáculo vibrante. Sobre el escenario un hombre y su banda. Posturas, indumentaria y escenografía estudiada y experimentada para cerca de tres horas de música a techo descubierto.
El concierto fue casi idéntico al del Palacio de los Deportes. ‘Bienvenido al Club de los Imposibles’, ‘La Señorita Hermafrodita’, y a por Hellville de Luxe, sin dejar de mezclarlo con canciones de ‘Pequeño’, ‘Flamingos’, ‘Viaje a Ninguna Parte’, e incluso ‘El Tiempo de las Cerezas’. Al disco que grabó junto a Nacho Vegas, por lo demostrado en Las Ventas, le guarda una alta estima.
La gira Hellville de Luxe sigue su curso. El público siempre entregado al ’showman’ disfrutó de cerca de tres horas de rock en el sólo durante un par de canciones pareció desengancharse un poco del ritmo impuesto por la banda. Bises generosos e incluso un regalo cuando todo parecía acabado al grito de ‘déjennos tocar una más y no jodemos más’, se trataba de ‘El tiempo de las cerezas, como no.
Las canciones de Bunbury se han convertido en himnos. Quizá el ejemplo más significativo sea ‘El Viento a Favor’ (Si ya no puede ir peor / Haz un último esfuerzo / Espera que sople el viento a favor), se me ocurren al menos cuatro millones de personas a las que dedicarles este aliento de esperanza. Pero lo son también ‘Apuesta por el Rock & Roll’, o ‘Me Calaste Hondo’ e incluso ‘El Jinete’, canciones de ‘amor amargo’.
Pero también importante en el éxito del maño es su preocupación por otros aspectos del espectáculo. Las proyecciones que acompañan a las primeras canciones (una ‘Señorita Hermafrodita’ al estilo ‘pin up’ de los años veinte) o la ‘bienvenida al infierno’ del montaje audiovisual del intermedio (un rollo auténticamente friki, con películas de terror mezcladas con la estética de su último disco) es de gran calidad. Tras el minuto aproximado de dicho intermedio ‘El Hombre Delgado que no Flaqueará Jamás’ (canción que a pesar de la polémica surgida, parece no mellar su ánimo) recogía el testigo.
Quizá se pase Bunbury de serio. Con su nuevo disco ya grabado podría haberse arriesgado a presentar un adelanto, o incluso podía haber rescatado algún punto rockero de ‘Heroes del Silencio’, pero este genio que le ha calentado el albero de Las Ventas a Raphael (actúa seis días después que él) se le acoge en Madrid como a uno más. ‘El extranjero’ que se siente como en casa y que dedicó esa misma canción a ‘todos los hermanos de América y de África que están viviendo con nosotros’. Sin duda todo un ejemplo de hombre ’sin patria ni bandera’ de hoy, que sigue llevando su música de acá para allá por ahora, hasta el 1 de agosto.
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